sábado, 28 de julio de 2012

7.La desaparición.


Nadie daba crédito a lo que había pasado. Era una desaparición muy extraña, que había dejado a todos atónitos y alerta. Fue todo un escándalo que obligó a que el centro echase el cierre. En Westforest, el nombre que daba honor y prestigio a uno de los internados más famosos del país, las cosas habían dejado de ser normales. Dos alumnas desaparecidas, unas alumnas enfermas con piel moteada verde, otras con habitaciones infestadas de plagas de todo tipo…De ser un centro respetable, pasó a ser un centro deplorable. Vino prensa de todo el país solo para emitir imágenes de lo que algunos padres comenzaron a denunciar. Nadie supo explicar con certeza todo aquello. Petunia, la primera alumna que había padecido todo aquello, fue la única que expuso lo que ella había visto. Decía que había sido testigo de algo increíble, pero nadie la creía.

-¡Es cierto, de verdad!-Se excusó.

-Cielo, es posible que tu enfermedad te haya provocado esas alucinaciones, que tú estés muy convencida de ello pero…

-¡Qué no! ¡No me habéis dejado ni acabar!-Protestó.

-A ver, aparte de todo eso que has dicho de que las dos desaparecidas, que ellas te hechizaron en el pasillo…-Se escucharon unas risas de unos periodistas.- ¿Qué más viste cielo?
Su madre la apoyaba, aunque sabía que todo aquello no podía ser cierto. Ni mucho menos. Acariciaba su melena de color rubio apagado, por culpa de la enfermedad, para darle toda la comprensión posible.

-Vi que entraron al bosque, por la noche. Una de ellas se transformó en sirena. Como pasó todo aquello, yo decidí bajar. Tras caminar mucho, llegué al bosque y encontré a Alex matando a una bestia. No sé cómo lo hizo si no tenía cuchillo, bueno, pues eso. Esa bestia no era normal. Cuando avanzó con una lechuza en brazos, parecía herida, no sé, me acerqué al monstruo. Era deforme, muy grande, con varios ojos destrozados. Tenía como seis o así. Y la sangre era de color lila. Tenía muchos dientes desiguales y sobresalían… Daba mucho repelús. Bueno, yo seguí a Alex. Estaba totalmente herida. Sangraba por el brazo un montón, y puso la mano en un río muy raro…brillaba y tenía como gotitas flotando. Y cuando la sacó la tenía sin nada de nada. Apareció Alice, con su cola de sirena, se fueron corriendo. Me costó seguirlas pero…llegué. Y justo cuando llego, estaban flotando en una burbuja que explotó y despareció con ellas dos.
En la habitación del hospital reinó el silencio. 

-Bueno, ya está bien de preguntas para la presa por hoy, dejen a la chiquilla descansar. ¡Vamos, largo!-Exclamó el feje de policía, que había acudido allí en persona para escuchar la versión de la niña. Algunos periodistas al salir le dieron el pésame a la familia, otros se marcharon riéndose a carcajadas sin dar a crédito que trabajan para escuchar a una niña que sufría de alucinaciones. 

-¿Cree que dice la verdad?-Quiso saber el padre de Petunia, que hablaba bajo para que no los escuchasen su madre y sobretodo, Petunia. 

-No es fácil afirmarlo cuando está pasando por una enfermedad que desconocemos.-Hizo una pausa.-Pero, le diré una cosa, ya vivimos aquí hace diez años algo muy similar.

El hombre sacó su paquete de tabaco y salió de la habitación para fumarse su cigarrillo en el parking de coches. El padre de petunia dudó por un instante, pero luego lo siguió hasta allí para seguir hablando del caso.

-¿Qué quiere decir con eso?

-Los padres de esa chiquilla desaparecieron hace diez años. Una vecina de aquella mujer empezó a padecer de esa enfermedad. Aunque, no hubieron plagas. Eso sí que es nuevo…-Se llevó el cigarrillo a la boca, y respiró por el cigarrillo. El padre tuvo que toser, porque se tragó el humo de golpe.

-Perdone señor Tom, intentaré fumar hacia un lado.-Gruñó algo molesto por la reacción.

-¿Van a archivar el caso?-Quiso saber con urgencia, reponiéndose de la nube de humo que la había atacado antes.

-No creo, es la segunda vez que se repite algo parecido. Pero si no encontramos las pruebas que verifiquen la versión de su hija...

-Comprendo.-Agachó la cabeza preocupado.

-No se preocupe, esta vez seré yo quien revise el caso en persona. No se me escapará ni una.-Quiso alentarlo, echando otra bocanada de humo de tabaco. Puso su mano en su hombro.-Haré todo lo que esté en mis manos para saber qué le ha pasado a tu hija, Tom.

-Gracias.-Agradeció, aguantándose la tos por culpa del cigarrillo. Observó como el feje de policía se marchaba de allí con su coche. Se rascó la cabeza inquieto, si era la segunda vez, no podía ser coincidencia. Pero, ¿por qué cada diez años?

Mientras tanto, en la sala de interrogatorios estaba la abuela de Alexandra, dispuesta a contestar cada una de las preguntas que necesitasen para encontrarla. Necesitó pedir varias veces un pañuelo, porque los llenaba todos a lágrimas. 

-Veamos, cuénteme todo lo que sepa.

-Ya les he contado todo lo que sé. Miren, desapareció sin más…Como mi hija. 

-¿Está segura de que nos contó todo? ¿No se olvida de nada?-Presionó el policía.

-¡Ten un poco más de corazón Joel, ha perdido a su nieta!-Le replicó Melody, la encargada de que Joel no destrozase a las familias en los interrogatorios, y entonces la mujer echó a llorar sin consuelo otra vez. Se acercó a ella y la abrazó, y por fin la señora se tranquilizó un poco. Joel dejó escapar un bufido, al que Melody respondió con una mirada asesina. 

-Estamos haciendo lo posible por encontrarlas a ambas, pero necesitamos información. Ahora que se ha repetido el caso, podemos encontrar más pistas que destapen al culpable de todo esto. Dígame, ¿vino a visitarla unas horas antes?-Dijo con dulzura y comprensión.-cualquier detalle, lo que sea…Puede ser crucial para la investigación.

La mujer respiró y se mantuvo pensativa durante unos instantes.

-Sí, vino a verme unas horas antes. Tal y como hizo mi hija con su marido, antes de ir a recoger a Alexandra hace diez años.-Los dos policías notaron que poco a poco se le quebraba la voz.-vino diciéndome que me echaba de menos, Alexandra me prometió que no volvería a escaparse de allí…

-Usted y ella entonces mantenían un vínculo muy fuerte, ¿verdad?-Quiso saber para ir comprendiendo la situación.

-No…Desgraciadamente fui muy dura con ella. La inculqué desde que la tuve en mis manos para que no se le metieran tonterías en la cabeza. Pero no lo conseguí. Como no lo conseguí con mi hija. 

-¿Cómo era el ambiente en el hogar?

-Su abuelo…Mi marido. Siempre llegaba tarde. Casi nunca estaba por casa. Temo que sea por la bebida o…-de pronto bajó la mirada.-Me temo que ella nos habrá escuchado más de una vez discutiendo.

-¿Y el ambiente en clase?

-Ella siempre traía unas notas excelentes. Nunca tuvieron problemas de desobediencia con ella, siempre iba bien y llevaba todo al día…

-No ese ambiente, me refería a sus amigas. ¿Ha mantenido con tacto con niños y niñas de su edad durante su crecimiento?

La mujer no sabía que contestar, se quedó mirando con la boca abierta pero la cerró y la mirada se le perdió.

-Yo…yo…ella sacaba buenas notas.

-Le han preguntado, haga el favor de contestar.-Se entrometió Joel.

-No me dijo nunca nada. Era una niña muy tímida y callada…

-¿Y qué me dice de Alice? ¿La conocía?-Preguntó de nuevo Melody, volviendo a tomar las riendas el interrogatorio.

-No, no lo sé.

Se produjo un silencio. 

-¿A qué hora fue a visitarla su nieta?-Preguntó de nuevo Joel.

-Sobre las…cinco.-Contestó dubitativa. 

-Vale, muchas gracias. Puede marcharse.-Le permitió Melody.

Una vez la mujer se incorporó, con su inconfundible estilo regio, y cogió su bolso se encaminó hacia la puerta.

-Hagan lo que puedan por encontrarlas. Se lo ruego.

-Lo haremos.-Afirmó Melody con una media sonrisa.

La señora se marchó y la puerta se cerró tras ella.

-Es sospechosa.-Atacó Joel.

-¡Es inocente! -Defendió Melody.

-Todos en esta investigación son sospechosos, hasta que se demuestre lo contrario, ¿Ha quedado claro?-Intervino en la sala el feje de comisaría. Todo quedó en completo silencio con su presencia y sus aires victoriosos de superioridad.-Quiero que salgáis al bosque para investigar todo lo que podáis. Necesitamos todas las pruebas posibles. No me falléis.

-Pero, George… Aún faltan los padres de la otra muchacha por interrogar…-Mencionó la agente perpleja. 

-Yo mismo me encargaré de ellos. ¡Vamos, andando!-Ordenó echándolos de la sala de interrogatorios.

Una vez estaban lejos, George aprovechó para acomodarse en la silla y bostezar. Abrió una pequeña libreta, en ella tenía apuntadas millones y millones de cosas. Estaba tan llena que casi no le quedaban páginas libres, y cada una de ellas las aprovechaba al máximo. Al abrirla, cayó una foto deslizándose en zigzag hasta caer por el suelo. Se agachó para poder recuperarla y le dio la vuelta. Sus ojos se llenaron de brillo y melancolía. Tragó saliva. Le costaba mantener el corazón en su sitio y con su pulso correcto. Se apoyó en la mesa, propinándose un masaje en las cuencas cerradas de sus ojos. Suspiró con fuerza. Quiso llenar con aire todo aquello que en su interior había sido saqueado por el paso del tiempo y por delincuentes. Aún, con el corazón en un puño, se armó de valor para ver de nuevo la fotografía. Sus manos temblorosas le dificultaron aún más la tarea, que llegó a acabar. Allí estaba, su mujer. Con una sonrisa de mejilla a mejilla. Con sus cabellos rubios rizados, sus ojos esmeraldas y sus curvas bendecidas por la juventud del momento en el que fue tomada la fotografía. Pasó su dedo índice por las mejillas de la joven, con mucha ternura y melancolía.

-Oh, Jane…Jane.-Sus lágrimas, que por mucho que intentara apaciguar, asomaban por las cuencas de sus ojos lagañosos y arrugados.- ¿Dónde estás Jane?

Hizo un esfuerzo, sacó su paquete de pañuelos para secarse las lágrimas y sonarse su sonora nariz y detuvo su llanto. Odiaba que esta pesadilla se estuviera repitiendo con dos niñas, tal y como sucedió hace diez años con su esposa.

Entre tanto, los dos agentes de comisaría, acudían al bosque. Estaban sorprendidos, jamás les habían encargado una misión de investigación real en un entorno tan complicado de rastrear. No tenían ni idea de por dónde buscar, pero, como esa noche había hecho mucho frío tuvieron que darse prisa en su tarea. Al menos, si aún tenían la esperanza de encontrarlas con vida. 

-Oye, ¿crees que…?-Quiso preguntar Joel.

-¿Qué eres idiota? Sí, sí que lo creo.-Respondió Melody, a lo que Joel le devolvió una mirada severa.

-No decía eso. Decía que si crees que seguirán vivas. 

-Pues no lo sé. Seguro que están bien. Se habrán escapado como hacen las niñas de su edad. Si yo estuviese en un internado como ese, con los escándalos que ha habido, yo también lo habría hecho. Aunque, si se trata de un secuestro…

-Las familias son muy adineradas.-Añadió.

-Sí. Mucho. Si son secuestradores saben lo que hacen. Pero seamos optimistas, por favor.
Anduvieron un buen rato, siguiendo lo poco de pisadas que quedaban por el bosque. No encontraron nada interesante hasta que las pisadas de una de las dos chicas habían desaparecido. Parecía que la arrastraba. Sin embargo, la forma era muy singular, como si la hubiesen amordazado. 

-Hey, mira esto.-Señaló Joel, sacando una lupa para ver con mejor detalle el rastro.

-Casi parece el rastro de una serpiente…Mira, se dirige hacia allí. Vamos.

Después de tomar unas fotografías de la metamorfosis de las huellas, las siguieron con cautela, pero cuando chocaron con el río perdieron aquellas que se habían transformado. Tampoco había marcas de las otras huellas, al menos, hasta mucho más adelante, como pudo comprobar Joel.
-Esto no me cuadra. ¿Y si eran las huellas de las dos niñas metidas en un saco?-Melody se incorporó y resbaló con el hielo que había en la orilla del río helada. Joel dejó escapar unas risas, a lo que su compañera reaccionó con un buen cabreo con lo que le envió una bola de nieve estampada en su cara. Ella tenía buena puntería. El chico se acercó para ofrecerle ayuda para incorporarse.

-¿Estás bien?-Quiso saber apartando las risas.

-Sí…Estoy bien.- Ambos se quedaron mirándose el uno al otro, cuando de pronto resbalaron al suelo los dos, uno encima del otro.-Bueno, ahora ya no. Me estás chafando… ¿Te importaría quitarte de encima?

-Puede.

-¿Puede, cómo que quizás? ¡Aparta!.-Replicó intentando levantarse, pero se encontró con la mirada juguetona de su compañero. Sus mechones rubios colgaban y se posaban con delicadez en su frente. Rozó con su nariz la de su compañera.

-Déjame invitarte a algo. Esta tarde.-Esbozó una sonrisa perfecta, que hizo que sus fracciones masculinas se viesen aún más favorecidas.

-Ni…Lo…Sueñes.-Dijo Melody, que trataba de disimular su rubor con la bufanda. Ella estaba fijándose en sus ojos grises claros. En ellos, se reflejaban sus ojos totalmente oscuros y su melena negra. Joel, ante la respuesta  negativa, puso morritos, abrió sus ojos un poco para parpadear varias veces. 

-Por fa.-Insistió.

-¡Eh, tortolitos, iros a un hotel! ¡Que nosotros que estamos trabajando!-Replicó otro de los compañeros del cuerpo policial. 

Ambos esbozaron una sonrisa.

-Anda, súbeme.-Le pidió con una sonrisa.

Él hizo lo propio y la ayudó a incorporarse, después de que él lo consiguiera. Se encaminaron hacia las huellas solitarias al parecer, de una de las chiquillas. De pronto, se toparon con otras huellas, que bien parecían las de dos pies que iban hacia al lado contrario. Pero eran pisadas un poco deformes.

-Por la inclinación de la nieve en la huella, pensamos que estaba andando al revés. 

-¿Para qué iba a hacer semejante estupidez?-Quiso saber Melody escandalizada.

-Quizás era fan de Michael Jackson, o tenía los pies deformes, o quería despistarnos. 

-O quizás era un monstruo.-Puntualizó ella con un tono irónico destacable. 

-No seas mañaca...-Comentó el compañero siguiéndole la broma.-Fuera lo que fuera...Tenemos más trabajo allí arriba.

-No sé si quiero verlo. Siempre que lo dices con esa cara…

Avanzaron con el gesto serio, observaron los árboles de alrededor, que parecían rasgados con fuerza. Todo aquello nos llevó a un claro del bosque, y allí…

-Lo hemos encontrado tapado con capas de nieve. Por desgracia, no quedan tejidos de carne muy identificables…Habrán sido los lobos o los osos…

Melody se tapó hasta la nariz con la bufanda. Joel en cambio, aguantó el hedor para poder aproximarse a los restos e identificarlos.

-¿Cómo pueden haber lobos y osos por aquí?-Quiso saber Melody, que tuvo que elevar un poco la voz para que se le entendiese.

-Estamos en un espacio natural, cerca de un lago y un río, rodeados por montañas, Melody.-Contestó el agente. 

-Estos huesos no son normales…-Intervino.-tienen cuernos, y sobresalientes anormales…No había visto nunca nada así. Dudo mucho que sea humano, ni de un oso.

-¿Qué quieres decir?

-Quizás una especie nueva o…No lo sé, vamos a necesitar ayuda de expertos. Pero antes tomaremos unas fotografías y avisaremos al jefe.-Retiró un poco más de nieve y encontró un color tono violeta. Tomó un frasco e  introdujo algo de nieve teñida en el frasco para llevarlo a analizar.

Unos pasos más atrás, había nieve teñida de sangre, de la que también tomaron muestra en un frasco diferente.

-Que caso más raro…No me gusta nada.-Mustió Melody.

-Ni a mi.-Confesó Joel.

Nada sirvió para aclarar las cosas en esos instantes, con cada prueba, se desconcertaban más y más. La inquietud de saber la procedencia de aquel líquido violeta, llevó a Joel a investigarlo por su propia cuenta. Encontró signos parecidos de sangre, como la que habían encontrado más apartada. Sin embargo, este líquido era muy extraño. Parecía sangre, y no había nada, ningún otro caso o muestra que lo confirmase. Pero sí que tenían la certeza de que la sangre roja que habían hallado era de Alexandra Violet. Algo que le cayó como un plomo a su abuela, encargada de cuidar de ella. Todos temían lo peor cuando salió a la luz. Había un goteo de sangre que llevaba al río de nuevo. Nada concordaba. Era un popurrí de pruebas sin sentido que no llevaban a ningún lado. Aquel caso cogió fama, y produjo que uso pocos periodistas extendiesen la noticia por todo el país. Desafiaban a cualquier genio a que lograse descubrir el origen de los huesos, del tinte violeta, y que supiese explicar que había sucedido. El caso caló por todo el mundo, algo que también repercutió en el internado donde estudiaban, aquella mala reputación los llevó a la ruina, y eso que trataron de convencer al público que aquella estancia ya era totalmente segura y confortable, tal y como era antes.


La señora Hudson, abuela de Alexandra, había sufrido esta desaparición dos veces. La primera vez fue la pérdida de su hija Laurens.
Laurens era una niña muy callada, pero muy cariñosa. Era tímida. Le encantaba jugar con la que había sido la madre de Mimí. Tenía las mismas inquietudes que Alexandra; Criaturas fantásticas, monstruos, súper poderes, historias de libros de caballería…Solo que Alexandra no dejó que su abuela viese fácilmente sus similitudes. Aunque a la abuela no se le escapaba detalle. Ambas, hacían visitas al sótano. 

El sótano…
Iban a registrar la casa, estaba segura completamente, tanto, que esperaba sentada en su sillón viejo a que llegara el día. Lo deseaba de ese modo, para que la marea de rumores cesase. Aunque, si ambas habían ido al sótano, quizá ella podría encontrar lo que ellas encontraron útil allí. No tenía anda que perder, así que le pidió a Mimí, que era su única compañía en esos arduos momentos, que la acompañase hasta abajo.
Sentía una gran curiosidad acerca de lo que había allí acumulado tras generaciones de herencia familiar de la gran mansión. Al principio, necesitó habituarse a su ambiente polvoriento y oscuro. También, al agobio que le daba todo aquel desorden y descontrol en aquellas estanterías y baúles. Aquello la ponía realmente enferma, tanto, que llegó a plantearse contratar una chacha que pusiera un poco de orden y limpieza entre tanto caos. 


Se quitó esa idea de la cabeza para poder entrar sin prejuicios entre la marea de cosas inútiles y viejas. Mimí mostró interés por algo que estaba escondido detrás de un montón de cosas. La ayudó encontrarlo, y allí estaba lo que quería encontrar.
-Bien hecho, Mimí.-La felicitó con una caricia.
Lo contempló bien, y tras varios segundos dándole vueltas, lo único legible en toda aquella portada era Karshia


Parpadeó perpleja, sin dar crédito a lo que había en el interior de aquellas hojas. Dibujos, palabrerías extrañas, más dibujos, más Karshia por aquí y por allá…
Cerró el libro de golpe y algo cayó algo de su interior, provocando que Mimí acudiese a capturarlo con sus zarpas.
-Déjame ver, Mimí.-Le pidió retirando sus suaves patitas. Era un cristal de color azulado, pero era muy pequeño. Pensó que era un simple trozo de cristal y lo tiró. Pero Mimí insistió y se quedó contemplándolo, como esperando algún acontecimiento. Eso le renovó el interés a la señora Hudson para recuperar el diminuto objeto. Se fijó bien en su interior. Creyó haber visto una ciudad reflejarse en su interior y se sobresaltó. 


-No creo que esto me ayude a leerme este libro…Mimí.
De pronto, el cristalito se iluminó. También lo hizo el contorno del libro que estaba tocando con los dedos. Miró el efecto que producía el tacto de sus dedos en el libro y disfrutó como si fuese una niña otra vez. 


Todo esto debe ser una alucinación… o un sueño.”Quiso justificarse, intentando mantener la cordura.
De pronto, se percató de que todo aquello que había escrito en la portada, lo entendía. El libro hablaba de una leyenda sobre…Karshia.


-Karshia, Karshia, Karshia…Esto lo he oído antes.-Hizo una mueca de rabia, porque la memoria empezaba a fallarle. Conocía esa palabra de hacía tiempo. Pero no daba con aquello de lo que quería acordarse.
Guardó aquel libro, junto con el cristal, a buen recaudo. Lo escondió en un lugar en el que no se les ocurriría buscar. Cuando amainase aquella marea de periodistas, policías, detectives, vecinas murmurando…Lo volvería a sacar de su escondite para poder leerlo con tranquilidad. A pesar de no poder efectuar su lectura, tal y como deseaba, se sintió llena de satisfacción. Aquello era el principio de una victoria. Una victoria contra el tiempo en el que había sido burlada por su hija y su nieta. 

El gran secreto familiar dejaría de ser un secreto. Y más ahora que ella poseía la llave para llegar al corazón de Kormun. Aunque, aún desconocía todo aquel mundo, y la forma de llegar.


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