sábado, 28 de julio de 2012

7.La desaparición.


Nadie daba crédito a lo que había pasado. Era una desaparición muy extraña, que había dejado a todos atónitos y alerta. Fue todo un escándalo que obligó a que el centro echase el cierre. En Westforest, el nombre que daba honor y prestigio a uno de los internados más famosos del país, las cosas habían dejado de ser normales. Dos alumnas desaparecidas, unas alumnas enfermas con piel moteada verde, otras con habitaciones infestadas de plagas de todo tipo…De ser un centro respetable, pasó a ser un centro deplorable. Vino prensa de todo el país solo para emitir imágenes de lo que algunos padres comenzaron a denunciar. Nadie supo explicar con certeza todo aquello. Petunia, la primera alumna que había padecido todo aquello, fue la única que expuso lo que ella había visto. Decía que había sido testigo de algo increíble, pero nadie la creía.

-¡Es cierto, de verdad!-Se excusó.

-Cielo, es posible que tu enfermedad te haya provocado esas alucinaciones, que tú estés muy convencida de ello pero…

-¡Qué no! ¡No me habéis dejado ni acabar!-Protestó.

-A ver, aparte de todo eso que has dicho de que las dos desaparecidas, que ellas te hechizaron en el pasillo…-Se escucharon unas risas de unos periodistas.- ¿Qué más viste cielo?
Su madre la apoyaba, aunque sabía que todo aquello no podía ser cierto. Ni mucho menos. Acariciaba su melena de color rubio apagado, por culpa de la enfermedad, para darle toda la comprensión posible.

-Vi que entraron al bosque, por la noche. Una de ellas se transformó en sirena. Como pasó todo aquello, yo decidí bajar. Tras caminar mucho, llegué al bosque y encontré a Alex matando a una bestia. No sé cómo lo hizo si no tenía cuchillo, bueno, pues eso. Esa bestia no era normal. Cuando avanzó con una lechuza en brazos, parecía herida, no sé, me acerqué al monstruo. Era deforme, muy grande, con varios ojos destrozados. Tenía como seis o así. Y la sangre era de color lila. Tenía muchos dientes desiguales y sobresalían… Daba mucho repelús. Bueno, yo seguí a Alex. Estaba totalmente herida. Sangraba por el brazo un montón, y puso la mano en un río muy raro…brillaba y tenía como gotitas flotando. Y cuando la sacó la tenía sin nada de nada. Apareció Alice, con su cola de sirena, se fueron corriendo. Me costó seguirlas pero…llegué. Y justo cuando llego, estaban flotando en una burbuja que explotó y despareció con ellas dos.
En la habitación del hospital reinó el silencio. 

-Bueno, ya está bien de preguntas para la presa por hoy, dejen a la chiquilla descansar. ¡Vamos, largo!-Exclamó el feje de policía, que había acudido allí en persona para escuchar la versión de la niña. Algunos periodistas al salir le dieron el pésame a la familia, otros se marcharon riéndose a carcajadas sin dar a crédito que trabajan para escuchar a una niña que sufría de alucinaciones. 

-¿Cree que dice la verdad?-Quiso saber el padre de Petunia, que hablaba bajo para que no los escuchasen su madre y sobretodo, Petunia. 

-No es fácil afirmarlo cuando está pasando por una enfermedad que desconocemos.-Hizo una pausa.-Pero, le diré una cosa, ya vivimos aquí hace diez años algo muy similar.

El hombre sacó su paquete de tabaco y salió de la habitación para fumarse su cigarrillo en el parking de coches. El padre de petunia dudó por un instante, pero luego lo siguió hasta allí para seguir hablando del caso.

-¿Qué quiere decir con eso?

-Los padres de esa chiquilla desaparecieron hace diez años. Una vecina de aquella mujer empezó a padecer de esa enfermedad. Aunque, no hubieron plagas. Eso sí que es nuevo…-Se llevó el cigarrillo a la boca, y respiró por el cigarrillo. El padre tuvo que toser, porque se tragó el humo de golpe.

-Perdone señor Tom, intentaré fumar hacia un lado.-Gruñó algo molesto por la reacción.

-¿Van a archivar el caso?-Quiso saber con urgencia, reponiéndose de la nube de humo que la había atacado antes.

-No creo, es la segunda vez que se repite algo parecido. Pero si no encontramos las pruebas que verifiquen la versión de su hija...

-Comprendo.-Agachó la cabeza preocupado.

-No se preocupe, esta vez seré yo quien revise el caso en persona. No se me escapará ni una.-Quiso alentarlo, echando otra bocanada de humo de tabaco. Puso su mano en su hombro.-Haré todo lo que esté en mis manos para saber qué le ha pasado a tu hija, Tom.

-Gracias.-Agradeció, aguantándose la tos por culpa del cigarrillo. Observó como el feje de policía se marchaba de allí con su coche. Se rascó la cabeza inquieto, si era la segunda vez, no podía ser coincidencia. Pero, ¿por qué cada diez años?

Mientras tanto, en la sala de interrogatorios estaba la abuela de Alexandra, dispuesta a contestar cada una de las preguntas que necesitasen para encontrarla. Necesitó pedir varias veces un pañuelo, porque los llenaba todos a lágrimas. 

-Veamos, cuénteme todo lo que sepa.

-Ya les he contado todo lo que sé. Miren, desapareció sin más…Como mi hija. 

-¿Está segura de que nos contó todo? ¿No se olvida de nada?-Presionó el policía.

-¡Ten un poco más de corazón Joel, ha perdido a su nieta!-Le replicó Melody, la encargada de que Joel no destrozase a las familias en los interrogatorios, y entonces la mujer echó a llorar sin consuelo otra vez. Se acercó a ella y la abrazó, y por fin la señora se tranquilizó un poco. Joel dejó escapar un bufido, al que Melody respondió con una mirada asesina. 

-Estamos haciendo lo posible por encontrarlas a ambas, pero necesitamos información. Ahora que se ha repetido el caso, podemos encontrar más pistas que destapen al culpable de todo esto. Dígame, ¿vino a visitarla unas horas antes?-Dijo con dulzura y comprensión.-cualquier detalle, lo que sea…Puede ser crucial para la investigación.

La mujer respiró y se mantuvo pensativa durante unos instantes.

-Sí, vino a verme unas horas antes. Tal y como hizo mi hija con su marido, antes de ir a recoger a Alexandra hace diez años.-Los dos policías notaron que poco a poco se le quebraba la voz.-vino diciéndome que me echaba de menos, Alexandra me prometió que no volvería a escaparse de allí…

-Usted y ella entonces mantenían un vínculo muy fuerte, ¿verdad?-Quiso saber para ir comprendiendo la situación.

-No…Desgraciadamente fui muy dura con ella. La inculqué desde que la tuve en mis manos para que no se le metieran tonterías en la cabeza. Pero no lo conseguí. Como no lo conseguí con mi hija. 

-¿Cómo era el ambiente en el hogar?

-Su abuelo…Mi marido. Siempre llegaba tarde. Casi nunca estaba por casa. Temo que sea por la bebida o…-de pronto bajó la mirada.-Me temo que ella nos habrá escuchado más de una vez discutiendo.

-¿Y el ambiente en clase?

-Ella siempre traía unas notas excelentes. Nunca tuvieron problemas de desobediencia con ella, siempre iba bien y llevaba todo al día…

-No ese ambiente, me refería a sus amigas. ¿Ha mantenido con tacto con niños y niñas de su edad durante su crecimiento?

La mujer no sabía que contestar, se quedó mirando con la boca abierta pero la cerró y la mirada se le perdió.

-Yo…yo…ella sacaba buenas notas.

-Le han preguntado, haga el favor de contestar.-Se entrometió Joel.

-No me dijo nunca nada. Era una niña muy tímida y callada…

-¿Y qué me dice de Alice? ¿La conocía?-Preguntó de nuevo Melody, volviendo a tomar las riendas el interrogatorio.

-No, no lo sé.

Se produjo un silencio. 

-¿A qué hora fue a visitarla su nieta?-Preguntó de nuevo Joel.

-Sobre las…cinco.-Contestó dubitativa. 

-Vale, muchas gracias. Puede marcharse.-Le permitió Melody.

Una vez la mujer se incorporó, con su inconfundible estilo regio, y cogió su bolso se encaminó hacia la puerta.

-Hagan lo que puedan por encontrarlas. Se lo ruego.

-Lo haremos.-Afirmó Melody con una media sonrisa.

La señora se marchó y la puerta se cerró tras ella.

-Es sospechosa.-Atacó Joel.

-¡Es inocente! -Defendió Melody.

-Todos en esta investigación son sospechosos, hasta que se demuestre lo contrario, ¿Ha quedado claro?-Intervino en la sala el feje de comisaría. Todo quedó en completo silencio con su presencia y sus aires victoriosos de superioridad.-Quiero que salgáis al bosque para investigar todo lo que podáis. Necesitamos todas las pruebas posibles. No me falléis.

-Pero, George… Aún faltan los padres de la otra muchacha por interrogar…-Mencionó la agente perpleja. 

-Yo mismo me encargaré de ellos. ¡Vamos, andando!-Ordenó echándolos de la sala de interrogatorios.

Una vez estaban lejos, George aprovechó para acomodarse en la silla y bostezar. Abrió una pequeña libreta, en ella tenía apuntadas millones y millones de cosas. Estaba tan llena que casi no le quedaban páginas libres, y cada una de ellas las aprovechaba al máximo. Al abrirla, cayó una foto deslizándose en zigzag hasta caer por el suelo. Se agachó para poder recuperarla y le dio la vuelta. Sus ojos se llenaron de brillo y melancolía. Tragó saliva. Le costaba mantener el corazón en su sitio y con su pulso correcto. Se apoyó en la mesa, propinándose un masaje en las cuencas cerradas de sus ojos. Suspiró con fuerza. Quiso llenar con aire todo aquello que en su interior había sido saqueado por el paso del tiempo y por delincuentes. Aún, con el corazón en un puño, se armó de valor para ver de nuevo la fotografía. Sus manos temblorosas le dificultaron aún más la tarea, que llegó a acabar. Allí estaba, su mujer. Con una sonrisa de mejilla a mejilla. Con sus cabellos rubios rizados, sus ojos esmeraldas y sus curvas bendecidas por la juventud del momento en el que fue tomada la fotografía. Pasó su dedo índice por las mejillas de la joven, con mucha ternura y melancolía.

-Oh, Jane…Jane.-Sus lágrimas, que por mucho que intentara apaciguar, asomaban por las cuencas de sus ojos lagañosos y arrugados.- ¿Dónde estás Jane?

Hizo un esfuerzo, sacó su paquete de pañuelos para secarse las lágrimas y sonarse su sonora nariz y detuvo su llanto. Odiaba que esta pesadilla se estuviera repitiendo con dos niñas, tal y como sucedió hace diez años con su esposa.

Entre tanto, los dos agentes de comisaría, acudían al bosque. Estaban sorprendidos, jamás les habían encargado una misión de investigación real en un entorno tan complicado de rastrear. No tenían ni idea de por dónde buscar, pero, como esa noche había hecho mucho frío tuvieron que darse prisa en su tarea. Al menos, si aún tenían la esperanza de encontrarlas con vida. 

-Oye, ¿crees que…?-Quiso preguntar Joel.

-¿Qué eres idiota? Sí, sí que lo creo.-Respondió Melody, a lo que Joel le devolvió una mirada severa.

-No decía eso. Decía que si crees que seguirán vivas. 

-Pues no lo sé. Seguro que están bien. Se habrán escapado como hacen las niñas de su edad. Si yo estuviese en un internado como ese, con los escándalos que ha habido, yo también lo habría hecho. Aunque, si se trata de un secuestro…

-Las familias son muy adineradas.-Añadió.

-Sí. Mucho. Si son secuestradores saben lo que hacen. Pero seamos optimistas, por favor.
Anduvieron un buen rato, siguiendo lo poco de pisadas que quedaban por el bosque. No encontraron nada interesante hasta que las pisadas de una de las dos chicas habían desaparecido. Parecía que la arrastraba. Sin embargo, la forma era muy singular, como si la hubiesen amordazado. 

-Hey, mira esto.-Señaló Joel, sacando una lupa para ver con mejor detalle el rastro.

-Casi parece el rastro de una serpiente…Mira, se dirige hacia allí. Vamos.

Después de tomar unas fotografías de la metamorfosis de las huellas, las siguieron con cautela, pero cuando chocaron con el río perdieron aquellas que se habían transformado. Tampoco había marcas de las otras huellas, al menos, hasta mucho más adelante, como pudo comprobar Joel.
-Esto no me cuadra. ¿Y si eran las huellas de las dos niñas metidas en un saco?-Melody se incorporó y resbaló con el hielo que había en la orilla del río helada. Joel dejó escapar unas risas, a lo que su compañera reaccionó con un buen cabreo con lo que le envió una bola de nieve estampada en su cara. Ella tenía buena puntería. El chico se acercó para ofrecerle ayuda para incorporarse.

-¿Estás bien?-Quiso saber apartando las risas.

-Sí…Estoy bien.- Ambos se quedaron mirándose el uno al otro, cuando de pronto resbalaron al suelo los dos, uno encima del otro.-Bueno, ahora ya no. Me estás chafando… ¿Te importaría quitarte de encima?

-Puede.

-¿Puede, cómo que quizás? ¡Aparta!.-Replicó intentando levantarse, pero se encontró con la mirada juguetona de su compañero. Sus mechones rubios colgaban y se posaban con delicadez en su frente. Rozó con su nariz la de su compañera.

-Déjame invitarte a algo. Esta tarde.-Esbozó una sonrisa perfecta, que hizo que sus fracciones masculinas se viesen aún más favorecidas.

-Ni…Lo…Sueñes.-Dijo Melody, que trataba de disimular su rubor con la bufanda. Ella estaba fijándose en sus ojos grises claros. En ellos, se reflejaban sus ojos totalmente oscuros y su melena negra. Joel, ante la respuesta  negativa, puso morritos, abrió sus ojos un poco para parpadear varias veces. 

-Por fa.-Insistió.

-¡Eh, tortolitos, iros a un hotel! ¡Que nosotros que estamos trabajando!-Replicó otro de los compañeros del cuerpo policial. 

Ambos esbozaron una sonrisa.

-Anda, súbeme.-Le pidió con una sonrisa.

Él hizo lo propio y la ayudó a incorporarse, después de que él lo consiguiera. Se encaminaron hacia las huellas solitarias al parecer, de una de las chiquillas. De pronto, se toparon con otras huellas, que bien parecían las de dos pies que iban hacia al lado contrario. Pero eran pisadas un poco deformes.

-Por la inclinación de la nieve en la huella, pensamos que estaba andando al revés. 

-¿Para qué iba a hacer semejante estupidez?-Quiso saber Melody escandalizada.

-Quizás era fan de Michael Jackson, o tenía los pies deformes, o quería despistarnos. 

-O quizás era un monstruo.-Puntualizó ella con un tono irónico destacable. 

-No seas mañaca...-Comentó el compañero siguiéndole la broma.-Fuera lo que fuera...Tenemos más trabajo allí arriba.

-No sé si quiero verlo. Siempre que lo dices con esa cara…

Avanzaron con el gesto serio, observaron los árboles de alrededor, que parecían rasgados con fuerza. Todo aquello nos llevó a un claro del bosque, y allí…

-Lo hemos encontrado tapado con capas de nieve. Por desgracia, no quedan tejidos de carne muy identificables…Habrán sido los lobos o los osos…

Melody se tapó hasta la nariz con la bufanda. Joel en cambio, aguantó el hedor para poder aproximarse a los restos e identificarlos.

-¿Cómo pueden haber lobos y osos por aquí?-Quiso saber Melody, que tuvo que elevar un poco la voz para que se le entendiese.

-Estamos en un espacio natural, cerca de un lago y un río, rodeados por montañas, Melody.-Contestó el agente. 

-Estos huesos no son normales…-Intervino.-tienen cuernos, y sobresalientes anormales…No había visto nunca nada así. Dudo mucho que sea humano, ni de un oso.

-¿Qué quieres decir?

-Quizás una especie nueva o…No lo sé, vamos a necesitar ayuda de expertos. Pero antes tomaremos unas fotografías y avisaremos al jefe.-Retiró un poco más de nieve y encontró un color tono violeta. Tomó un frasco e  introdujo algo de nieve teñida en el frasco para llevarlo a analizar.

Unos pasos más atrás, había nieve teñida de sangre, de la que también tomaron muestra en un frasco diferente.

-Que caso más raro…No me gusta nada.-Mustió Melody.

-Ni a mi.-Confesó Joel.

Nada sirvió para aclarar las cosas en esos instantes, con cada prueba, se desconcertaban más y más. La inquietud de saber la procedencia de aquel líquido violeta, llevó a Joel a investigarlo por su propia cuenta. Encontró signos parecidos de sangre, como la que habían encontrado más apartada. Sin embargo, este líquido era muy extraño. Parecía sangre, y no había nada, ningún otro caso o muestra que lo confirmase. Pero sí que tenían la certeza de que la sangre roja que habían hallado era de Alexandra Violet. Algo que le cayó como un plomo a su abuela, encargada de cuidar de ella. Todos temían lo peor cuando salió a la luz. Había un goteo de sangre que llevaba al río de nuevo. Nada concordaba. Era un popurrí de pruebas sin sentido que no llevaban a ningún lado. Aquel caso cogió fama, y produjo que uso pocos periodistas extendiesen la noticia por todo el país. Desafiaban a cualquier genio a que lograse descubrir el origen de los huesos, del tinte violeta, y que supiese explicar que había sucedido. El caso caló por todo el mundo, algo que también repercutió en el internado donde estudiaban, aquella mala reputación los llevó a la ruina, y eso que trataron de convencer al público que aquella estancia ya era totalmente segura y confortable, tal y como era antes.


La señora Hudson, abuela de Alexandra, había sufrido esta desaparición dos veces. La primera vez fue la pérdida de su hija Laurens.
Laurens era una niña muy callada, pero muy cariñosa. Era tímida. Le encantaba jugar con la que había sido la madre de Mimí. Tenía las mismas inquietudes que Alexandra; Criaturas fantásticas, monstruos, súper poderes, historias de libros de caballería…Solo que Alexandra no dejó que su abuela viese fácilmente sus similitudes. Aunque a la abuela no se le escapaba detalle. Ambas, hacían visitas al sótano. 

El sótano…
Iban a registrar la casa, estaba segura completamente, tanto, que esperaba sentada en su sillón viejo a que llegara el día. Lo deseaba de ese modo, para que la marea de rumores cesase. Aunque, si ambas habían ido al sótano, quizá ella podría encontrar lo que ellas encontraron útil allí. No tenía anda que perder, así que le pidió a Mimí, que era su única compañía en esos arduos momentos, que la acompañase hasta abajo.
Sentía una gran curiosidad acerca de lo que había allí acumulado tras generaciones de herencia familiar de la gran mansión. Al principio, necesitó habituarse a su ambiente polvoriento y oscuro. También, al agobio que le daba todo aquel desorden y descontrol en aquellas estanterías y baúles. Aquello la ponía realmente enferma, tanto, que llegó a plantearse contratar una chacha que pusiera un poco de orden y limpieza entre tanto caos. 


Se quitó esa idea de la cabeza para poder entrar sin prejuicios entre la marea de cosas inútiles y viejas. Mimí mostró interés por algo que estaba escondido detrás de un montón de cosas. La ayudó encontrarlo, y allí estaba lo que quería encontrar.
-Bien hecho, Mimí.-La felicitó con una caricia.
Lo contempló bien, y tras varios segundos dándole vueltas, lo único legible en toda aquella portada era Karshia


Parpadeó perpleja, sin dar crédito a lo que había en el interior de aquellas hojas. Dibujos, palabrerías extrañas, más dibujos, más Karshia por aquí y por allá…
Cerró el libro de golpe y algo cayó algo de su interior, provocando que Mimí acudiese a capturarlo con sus zarpas.
-Déjame ver, Mimí.-Le pidió retirando sus suaves patitas. Era un cristal de color azulado, pero era muy pequeño. Pensó que era un simple trozo de cristal y lo tiró. Pero Mimí insistió y se quedó contemplándolo, como esperando algún acontecimiento. Eso le renovó el interés a la señora Hudson para recuperar el diminuto objeto. Se fijó bien en su interior. Creyó haber visto una ciudad reflejarse en su interior y se sobresaltó. 


-No creo que esto me ayude a leerme este libro…Mimí.
De pronto, el cristalito se iluminó. También lo hizo el contorno del libro que estaba tocando con los dedos. Miró el efecto que producía el tacto de sus dedos en el libro y disfrutó como si fuese una niña otra vez. 


Todo esto debe ser una alucinación… o un sueño.”Quiso justificarse, intentando mantener la cordura.
De pronto, se percató de que todo aquello que había escrito en la portada, lo entendía. El libro hablaba de una leyenda sobre…Karshia.


-Karshia, Karshia, Karshia…Esto lo he oído antes.-Hizo una mueca de rabia, porque la memoria empezaba a fallarle. Conocía esa palabra de hacía tiempo. Pero no daba con aquello de lo que quería acordarse.
Guardó aquel libro, junto con el cristal, a buen recaudo. Lo escondió en un lugar en el que no se les ocurriría buscar. Cuando amainase aquella marea de periodistas, policías, detectives, vecinas murmurando…Lo volvería a sacar de su escondite para poder leerlo con tranquilidad. A pesar de no poder efectuar su lectura, tal y como deseaba, se sintió llena de satisfacción. Aquello era el principio de una victoria. Una victoria contra el tiempo en el que había sido burlada por su hija y su nieta. 

El gran secreto familiar dejaría de ser un secreto. Y más ahora que ella poseía la llave para llegar al corazón de Kormun. Aunque, aún desconocía todo aquel mundo, y la forma de llegar.


6.El bosque.





Al terminar de convencer a mi abuela de que me quedaría en el internado, sin desobedecerla más, cumplí aquello que le dije con mis palabras. Aunque me dejó irme con recelo. Al final mandó a mi abuelo a que me devolviese al internado en coche. Sin embargo no ante los ojos de la directora, cosa que agradecí profundamente. Esperé a entrar cuando mi abuelo se fue con aquel coche destartalado. No mantuvimos ningún tipo de conversación. Ni tan siquiera visual. Fueron unos largos minutos de tensión e incomodidad que ni la música de la vieja radio lo remediaba. Él siempre tenía su música country sonando. Hasta yo me sabía cada una de las canciones que ponían. Sin darme cuenta había empezado a tararear alguna una de aquellas canciones. Mi abuelo me acompañó. Fue uno de los momentos más raros de mi vida. No me atreví a decirle nada. Ni tan siquiera  a comentar de cómo estaba el tiempo. Nada de nada. Pero si que le di un beso en la frente antes de bajar del coche. De algún modo tendría que despedirme. No le iba a ver en diez años.
Una vez bajé de aquel coche le miré por última vez, marchándose por aquella carretera abrazada por una extensa arbolada. Respiré profundamente, y desaparecí de aquel lugar, como si fuese ceniza, para aparecer en la biblioteca. Allí sorprendentemente estaba Alice. Me preguntaba que haría allí si debía estar en cama reposando.


-¡Qué susto Alex, avisa cuando llegues!-Exclamó cuando se dio la vuelta y me encontró allí plantada.


-Em… ¿He llegado?


-Muy graciosa…-Y se volvió a dar la vuelta para continuar su lectura. Al parecer ya sólo le quedaba por leer ese libro. Me sorprendió la rapidez con la que lo hizo. La vi con su cola de sirena allí sentada, como si nada, por lo que no pude aguantar aquella tentación de saber cómo habría llegado hasta allí. 


-¿Cómo has...?


-¿…Leído todo esto?-Me interrumpió.-Estoy acostumbrada a sacar notas de alumna magnífica. 


-No me refería a eso... Digo que si estabas en la cama con una cola de sirena, ¿Cómo has llegado hasta aquí?


-Ah, eso.-Dijo con una sonrisa. Extrajo el cristal y me lo enseñó.- Me desplacé en segundos.
Me guiñó un ojo, entonces yo comprendí que se trataba de aquello que yo acababa de utilizar para llegar directamente a la biblioteca. Tomé asiento y cogí a ojo uno de los libros que había sobre la mesa.


-Está pasando todo tan rápido… Necesito rumiar todo esto, y esta misma noche nos vamos a Kormun.-Comenté mientras pasaba esas hojas polvorientas.


-Tendrás tiempo de asimilarlo y creértelo allí. 


-O no. ¿No somos muy jóvenes para hacer esto?


-Puede que sí, o puede que no. ¡Quién sabe! Yo me muero de ganas por ir. 


-Pero… ¿Volverás? Esa es la pregunta que me hago yo, entre otras, porque a ti te veo muy entusiasmada, pero aún no te he visto con intenciones de volver. 


Paró un momento su lectura y alzó la cabeza para mirarme. 

-Claro que volveré.-Finalmente contestó.- Ofreceré a mis padres regresar, junto al resto de seres mágicos que conozco. Allí vivirán mejor. 


-Puede que los humanos aún estén en guerra con los seres mágicos Alice.


-En el mar no haremos nada de malo a nadie.


-¿Y si ellos no quieren?


-¡Es mi vida Alex, por dios, no trates de controlarla!-Exigió elevando la voz. 


Entonces agaché la cabeza. Contemplé aquellos libros. Parecían mucho más completos que los que tenía en el sótano. Éstos se extendían más en sus costumbres, diferencias entre las mismas razas, las razas, los edificios, los territorios, las primeras guerras…Pero era información bastante obsoleta echándole un vistazo a la fecha en la que se escribieron esos documentos, y eso me hizo dudar en si hoy en día Kormun tendría el mismo aspecto, las mismas costumbres…


-Bueno, algo tendremos que hacer para que no sospechen nuestras familias. No podemos desaparecer sin más durante diez años. ¿No?


-Se me ocurre algo perfecto, Alice. Fingiremos que Ashley nos mata, así tendrán su merecido.-Dije con una gran sonrisa.


-Creo que es una venganza un poco fuerte.-Replicó.- Además,  ¿cómo lo hacemos? ¿Y cuándo volvamos? No tenemos tanto tiempo para organizar todo eso.


-Tienes razón…-Tuve que admitir a mala gana.-Pues, podríamos fingir un secuestro.
-No, no es buena idea.-comentó pensativa.-cuando volvamos tendremos que culpar a algún inocente y al investigar de darán cuenta de que no hay prueba alguna…Nos podemos meter en un buen lio. 


-Entonces mejor desaparecer sin más. Ya nos inventaremos algo cuando volvamos. ¿Te leíste todos los libros?


-Sí, ya estoy mucho mejor informada. Creo que gracias al cristal podremos hablar sus idiomas. Allí los humanos escriben y hablan el Harske, y los seres mágicos en Arcano. Aunque no nos vendría mal un mapa de allí.

 
-No te preocupes, me encargué de conseguir uno. Y munición, no sabemos aún lo que nos encontraremos allí para comer.-Extraje el mapa de la mochila.


-¡Perfecto! Me pregunto de dónde sacarás tantas cosas…-Contempló el mapa.-Vaya…Así es Kormun…En estos libros faltaba esto.


-O eso esperamos, si no, estaremos perdidas.


-Mira, aquí debe estar el frente celeste, y aquí.-Señaló una isla que había en el centro de un lago.-Y aquí arriba señaliza que es territorio de humanos. Allí abajo, donde abundan más los árboles y los terrenos montañosos los seres mágicos. Por cierto, ellos se hacen llaman los “defensores de Karshia.” ¿Suena bien el nombre, eh? Y…esta pequeñita franja, debe de ser el límite entre ambos territorios. Vamos, la frontera.


-¿Dónde crees que apareceremos?


-Pues eso no lo sé, pero suponiendo que éste sea el dichoso mapa, podremos llegar justo en la isla del frente celeste. He leído como son, y creo que nos encantará.- Afirmó con entusiasmo.
Preparamos pues, todo lo que nos haría falta. Una brújula, linterna a manivela, cerillas, nos hicimos unos collares para poner el cristal siempre cercano a nosotras, preparamos abrigo, prismáticos, dos cuchillos…


Con tanto ajetreo, había olvidado vengarme.
Les dejé un regalito en la habitación para que lo disfrutasen. Atraje a ratones, arañas, cuervos y cucarachas a aquella habitación y cerramos la puerta. Ella mientras tato, terminó su lectura.
Al fin, se hizo de noche. Entonces, nos encaminamos por el bosque. La luna se lucía en aquel cielo raso completamente estrellado. Tuve que hechizarla de nuevo, y no tardó en volver a transformarse. Alice no podía desplazarse bien por la nieve. Arrastrase a través de ella como una serpiente le suponía helarse.
 Ella decidió emprender el camino por un rio cercano, por fortuna aún tenía suficiente caudal para que ella lo cruzase sin dificultad aunque estaba levemente cubierto de cortezas heladas de vez en cuando tenía que pasar rozándolas. Y, como llevaba tanto tiempo sin nadar, se embaló como una bala.  Tanto, que no pude seguirle el ritmo. Por la vera del rio se me hacía difícil pasar. Llegué a resbalar en dos ocasiones, por culpa de las placas de hielo que se formaban entre las rocas. Aquello me recordó las magulladuras que aún tenía después de la paliza.
 
No tuve más remedio que seguir el caudal del río desde el interior del bosque. Pronto, comencé a arrepentirme de la ausencia de Alice y me adentré demasiado en el espesor del bosque. Ya no sabía por dónde quedaba el río, me había perdido. Maldije que ella se hubiese quedado con la mochila, porque si necesitaba la chaqueta no la iba a tener. Por suerte, aquella mochila era totalmente impermeable y su interior no se mojaría.  
Había que llegar a un lugar que nos resultaría mucho más fácil llegar a una zona óptima para viajar a Kormun. Pero estaba en desventaja porque no tenía ni idea de qué sitio podría resultar buena para un viaje de ese calibre. Alice sí, y la había perdido de vista.
Empezaba a hacer mucho frío. Me empecé a arrepentir de haber dejado mi chaqueta en aquella mochila. El bosque tenía hoy un aspecto diferente. Hoy no se oía nada. Y la oscuridad en el bosque se hacía notar más, la luna llena estaba tapada por dos nubes inoportunas. Yo comencé a tiritar. En aquella zona, parecía que los árboles eran mucho más grandes y frondosos. Todos ellos, bañados en una capa blanquecina, siendo privados de su color original. Sentía como los árboles se comunicaban conmigo y como los seres nocturnos dueños de ese bosque, me observaban desde las penumbras en el más absoluto de los silencios. 

Había algo que me llamaba en mi interior hacia el corazón del bosque…
Parpadeé perpleja, tenía la sensación de todo aquello ya lo había vivido antes. Miré angustiada, sentía una mirada fijada en mí desde la oscuridad. No pude ver nada por culpa de la oscuridad. Mi cristal brillaba demasiado, y lo agradecí porque de ese modo tendría algo más de claridad, pero también me maldije porque con esa oscuridad atraería aún más a cualquiera de los seres que me estuviesen espiando. En especial en ese, que no apartaba su vista de mi. 

Se me congeló el aliento, cuando escuché algo que rompió el silencio perturbador del bosque. Un ruido de cadenas chirriantes. Noté perfectamente su presencia. Examiné de nuevo el bosque, un poco más alterada. Cada vez, ese ruido, era mucho más perceptible y cercano. A ese chirrido se le sumaban unas pisadas en la nieve que me desconcertaban. Mis latidos se aceleraron, apresuré mis pasos de golpe hacia ninguna parte. Empecé a escuchar sus gruñidos y su respiración profunda. De pronto, un grito desgarrador hizo eco por todo el bosque. Ladeé mi cabeza por un momento, sin aflojar mi paso en ningún momento. Unos ojos brillantes entre las sombras me atravesaron como una flecha. Allí estaba, la criatura que atormentaba mis sueños. Mi grito de terror debió retumbar por todo el bosque, porque lo hice con todas mis fuerzas. Mucho más aterrador, mucho más grande, y algo más rellenito de lo que imaginaba. Quise pensar que era otra horrible pesadilla, pero no tuve suerte, porque era del todo real. Comenzó aquella persecución, y cada vez le tenía más cerca.
A lo lejos, visualicé el claro del bosque. Escuché, como en el sueño, cómo se chocaba con los arboles. Pude agradecer al fin que la luna dejara de brillar en esos instantes. Y también que fuese deforme, y se moviese con dificultad. Presté mucha atención al suelo. Porque no quería cometer el mismo error que se repetía en mis pesadillas. Salté justo en la parte dónde debía estar aquella raíz. Evité tropezar con ella. Esperé a la criatura en medio del claro del bosque. Quise tranquilizarme y armarme de valor para deshacerme de aquella bestia. Pero me quedé en blanco.

La criatura me alcanzó y se abalanzó sobre mí. Al haber cambiado el destino, ya no sabía que iba a ocurrir. Quizás lo debía haber seguido al pie de la letra. Me maldije, porque ahora tendría que improvisar, y no tenía más vidas que ésta. Activé un escudo de protección, que no le resultó difícil romper cuando su marca violeta se iluminó. Aquello me pilló de sorpresa. ¿Cómo era posible?


-¡Déjame!-Exclamé tratando de evitar que me hiriera. Forcejeé con él, pero estaba muy débil como para plantarle cara físicamente. Sus garras se clavaron en mi mano. Yo voceé del sufrimiento. Dolía mucho más de lo que mis pesadillas relataban con pelos y señales. Me era imposible aguantar, y al ver la sangre que iba derramando lentamente casi me desmayaba. Nuevamente, maldije que fuese Alice quien llevase la mochila. Si hubiese tenido un cuchillo a mano...
Tenía tan cerca al monstruo, que podía diferencias perfectamente como arrugaba sus fracciones para emitir gritos desagradables. Podía apreciar un leve color rojizo en sus ojos, sus dientes amarillentos, y su fétido aliento,…Me resultaron tan repugnantes, que traté de nuevo deshacerme de él. Pero fue en vano. Descubrió mi sangre y me lamió con frenesí. Pareció ser de su agrado. Comenzó entonces el proceso, para transformarme en una de su especie. Pero resultó que el sueño era mucho más llevadero que en la realidad. La criatura perdió mucho el control. Debió gustarle demasiado mi sangre, porque me lamió por todo el cuerpo, llenándome de babas. Recodé el repelús que me hacía la lengua de Mimí en mis  mejillas y la añoré. Le vi demasiado excitado y mucho más agresivo que en el sueño. Intentó desprenderme de mi ropa para poder disfrutar mejor de su banquete, o eso creía que quería, porque sus intenciones eran tan inciertas como confusas. Me hería, me saboreaba, frotaba su cabeza poco peluda con la mía… El Lakedo me aplastaba contra el suelo con su sorprendente peso, casi me dejaba sin respiración. De pronto, me armé de valor. Y utilicé mi uñas para apartarlo de mi, hundí mis dedos en las cuencas de sus ojos con todas mis fuerzas. Lo que me salpicó sangre de color púrpura y provocó que el animal se alterase de nuevo y con mayor fuerza. Aquella sensación me resultó extraña, jamás había herido a nada ni a nadie de aquella manera tan bruta y basta. Sin embargo, ante mi ataque improvisado, regeneró unos ojos nuevos. Me pareció verlo sonreír. Procedió a olerme y lamerme en mi vientre. No había visto nada más repugnante en mi vida. Lo hizo con paciencia, mostrando totalmente su lengua bípeda. Parecía que incluso lo hiciese con cariño. De pronto, tomó impulso y se dispuso a morder mi barriga con la boca bien abierta. 

Por fin, escuché el ave. Se aproximó como un rayo y se lanzó contra la bestia. Por fin, noté algo de espacio cuando la criatura retrocedió con torpeza.
Allí los vi a los dos. Forcejeando, aunque el ave, que resultó ser aquella lechuza que me salvaba el pescuezo en todas mis pesadillas, era mucho más hábil y astuto que la bestia. Ésta perdió sus otros dos ojos que había regenerado. Pero algo salió mal, el Lakedo le propinó un golpe que el ave no vio a tiempo para reaccionar. Fue golpeada y cayó al suelo en picado. Trató de incorporarse pero no lo logró. Cuando la bestia regeneró de nuevo otros dos ojos, y fue a rematar al ave, sentí un impulso de empatía.


“Pueden morir, por sobrecarga de magia puraMe repetí a sí misma.


Arranqué el collar que colgaba de mi cuello con ira y me lancé contra la bestia. Ésta se dio cuenta de que iba a atacarla y se lanzó contra mí en modo de defensa. Su marca violeta se iluminó. Ahí estaba. Emití un grito de guerra para atacar al Lakedo. Una vez estaba lo suficientemente cerca, hundí el cristal en aquella marca, y mi brazo con él.
El cristal de Karshia se iluminó, y la marca violeta también. Aquella bestia reprimió un grito de tortura.  Me propinó un golpe fuerte, que me obligó a caer al suelo, con el cristal en mis manos. Pero ya era tarde para el animal. Pronto, se vio obligado a retroceder, totalmente aturdido. Entre gritos de desesperación,  cayó rendido al suelo.
Al fin, lo había derrotado, y podía presumir que lo había hecho con mis propias manos. Respiré aceleradamente y me acerqué desde el suelo para comprobar que la bestia estaba muerta. No hizo falta, porque la sangre de aquel ser se había extendido por la nieve, tiñéndola totalmente de un tono violeta. 

Le lacé una mirada a la lechuza. Era mucho más blanca que en el sueño. Tenía unos ojos negros que me examinaron y me juzgaron con atención. Después de incorporarme, me acerqué a ella, parecía asustada y confusa.


-No temas, no voy a herirte, estás a salvo.


Me agaché y la abracé en mis brazos. Ésta, emitió un ruido de queja. Parecía que su ala estaba rota. Yo tampoco olvidé mi brazo, que pronto acabaría desangrada si no me curaba.


-Vamos a curarnos.-Le dije mientras recordaba en el sueño que era el ave quién me guiaba. Al no ser posible esta vez, me guié por mi instinto y los sueños que tan repetidas veces había tenido. Tras un rato de camino, llegamos al río. Con cuidado de no caer, dejé al ave en el suelo.
El agua de aquel río parecía de de cualquiera normal. Me pregunté si era aquella parte del río la que debía usar. De pronto la luna se dejó ver entre el ramaje de los árboles y el cristal reaccionó iluminándose más. Sin embargo al estar manchado de sangre de Lakedo, su brillo era violeta. El ave se asustó e intentó alzarse en el aire, por lo que volvió a emitir un sonido de queja. Ante la reacción del ave, hundí el cristal en el agua helada del río. Limpié la superficie del cristal, devolviéndole su brillo original. 

De pronto, el río también comenzó a desprender un brillo especial. Del río, se desprendían pequeñas gotitas que flotaban en el aire. La respiración del bosque se intensificó, y los que estaban más próximos al río, desprendieron ese color característico azulado del cristal. El ave me miró atónito, confuso, alterado.
Cogí un poco de agua con mis manos y la derramé sobre el ala que tenía mal. Ésta se iluminó y volvió a su estado original. Al comprender lo que acababa de hacer, hundí mi mano herida en el río. La mantuve un buen rato allí. La marca que el Lakedo tenía en su pecho se había marcado en mi muñeca, y se iluminó con fuerza. Aunque poco a poco fue menguando su intensidad. Dolía, pero logré que toda aquella sangre del Lakedo, despareciese. La marca ya no estaba, y las heridas sanaron. Cuando saqué la mano del caudal helado, la observé bien bajo la luz de la luna, que ahora era intensa.  No había ni rastro de aquella marca, lo cual me sorprendió. El cristal aún brillaba con más fuerza que antes. Recordé que había roto el nudo que utilizaba para colgármelo del cuello. Lo volví a hacer con paciencia. Al acabar lo colgué en mi cuello. El animal mostró interés por el fragmento, tal y como solía hacer Mimí. 


-Veo que te gusta, ¿eh amigo?...o amiga. ¿Qué eres?-Quise saber ofreciéndole la mano para que se subiese a ella. El ave entendió perfectamente mi movimiento.- ¿Cómo te llamas pequeñín?


Alzó las alas y emitió un sonido que retumbó por todo el bosque.


-Siento no entender tu idioma… ¿Puedo ponerte un mote?-Entonces el ave me miró y asintió con la cabeza con unos movimientos muy graciosos.-Veamos… ¿Plumitas?


Negó con la cabeza. 


-¿Blanquita?


Negó con la cabeza mucho más fuerte.


-De acuerdo… ¿Qué tal, Piquito de oro?-Esta vez, ladeo la cabeza.-Bueno, hasta que aprenda tu idioma de lechuza, tendremos que conformarnos con ese nombre. ¿Verdad, Piquito?


Asintió con la cabeza conforme. Aquel magnífico ejemplar de lechuza debía ser macho. Una vez leí que las lechuzas hembras eran más pequeñas. Aunque no sabía realmente, me conformé con pensar que era un macho. Era bastante mono, y me resultaron graciosas sus formas de actuar. Parecía entrenado, pero no tenía tiempo de llevarlo a su casa.


-¿Te has escapado? Creo que te estarán echando de menos. Ya puedes irte amiguito, estás curado-el ave negó con la cabeza. Se aproximó al hombro y entornó los ojos al friccionar su cabeza con la mía. Aquello me recordó tanto a lo que solía hacer Mimí…


-¿Quieres quedarte conmigo entonces?-Le pregunté esbozando una sonrisa ante el acontecimiento. Asintió con la cabeza con energía.- Vale piquito, pero yo me voy a Kormun, no sé si te gustará ir…Mi nombre es Alexandra.


-¿Qué haces hablando con una lechuza?-Quiso saber Alice, que estaba cruzada de brazos en el río.


-¡Anda! No te encontraba.-Le contesté.


-no me hace gracia, vamos a perdernos el lugar clave, cuando la luna está totalmente en el centro del cielo.-Piquito reaccionó echando a volar hacia abajo.


-¡Espera!-Lo llamé.


-¡No hay tiempo para…!


-¡Sígueme Alice, creo que nos está guiando!-Eché a correr detrás de la lechuza. Recordando que piquito se hundió en el lago desapareciendo cuando entró en contacto con el reflejo de la luna. 


-¡Pero!... ¡Espera Alex!-Dijo desde atrás Alice que parecía muy malhumorada.


Pronto mis dudas se confirmaron. Llegamos al lago, y allí el ave nos esperaba pacientes. La luna se reflejaba con total claridad sobre ese lago, que tenía las mismas características que el río, solo que mucho más potenciadas. Casi se podía escuchar una melodía, creada por la magia y armonía del bosque. Ante aquel preciso instante, el ave repitió lo que ya había visto en sueños. Alice se quedó sin habla.


-No…es…posible…


-¡Es un portal a Kormun!-Exclamé por ella entusiasmada. La miré y compartimos una sonrisa de emoción y alegría. Nos abrazamos en al agua. Nos cogimos de la mano y nadamos juntas hasta el centro del lago. Justo en el reflejo nos paramos. Nos miramos una vez más, llenas de inquietud. 


-¿Preparada?-Vaciló mirándome una vez más.


-Sin duda.-Contesté.


Sonreímos una vez más. Echamos un último vistazo al bosque, que en esta parte parecía rebosar de vida y esplendor hasta en la noche.


-¿Al frente Celeste?-Pregunté cogiendo fuertemente el cristal y visualizando el mapa en mi mente.


-Al frente Celeste.-Afirmó ella repitiendo mi gesto. 
 

Al fin, nos armamos de valor, y nos pusimos justo en el centro del lago, donde el reflejo de la luna era intenso. En aquel momento, el agua comenzó a iluminarse aún más. En un abrir y cerrar los ojos, mientras manteníamos la vista en la luna. Habíamos sido envueltas por una burbuja de agua. Ésta se elevó, hasta flotar en el aire. Cuando explotó, desparecimos de aquel bosque, de aquel planeta, para abrirnos paso en nuestra propia aventura. Una expedición inolvidable, que enmarcaría nuestras vidas, como la de nuestras generaciones futuras.
En Kormun, nos aguardaban cosas inimaginables. Al fin, habíamos cumplido nuestro sueño.  


sábado, 21 de julio de 2012

5.La despedida.




Los primeros rayos de sol se filtraron por la ventana, acariciando mi tez blanca y dando brillo a mi melena negra como la pluma de un cuervo. Mis labios estaban cortados por el frio y me dolía todo el cuerpo. Si ya tenía suficiente con las magulladuras que me recorrían el cuerpo, ahora debía añadirle una molestia más; Al pasar la noche en aquel sillón viejo, tuve que dormir retorcida, encogida y de mala manera. Me incorporé, me estiré y sentí un buen dolor en la zona de la lumbar. 

Me había despertado antes de que el sol abandonase la línea de tierra en el horizonte. Los pájaros apresuraban su vuelo en busca de comida y un cielo raso teñido precioso me daban los buenos días en aquella mañana. 
Aquella noche había nevado fuerte. Ahora el bosque, el internado y sus jardines tenían un gran manto blanco. Las copas de los árboles, parecían espolvoreados con azúcar y sus troncos parecían mucho más oscuros.
En una mesa cercana estaba Alice. Se había quedado dormida sentada en una silla y apoyada en aquella mesa. Sobre la mesa había una montaña de libros viejos y una lupa que ella misma sostenía. Al final le presté uno de los cristales para que pudiese leerse aquellos libros por mí. Le hacía mucha más ilusión. Y a mí, se me hacían eternos.
Realmente dudaba de que fueran una sirena. Y solo había una manera de comprobarlo…
Abrí una de las ventanas, por lo que el aire fresco azotó en mi rostro de lleno. Reuní un poco de nieve de la que había allí acumulada con las manos y me aproximé a ella. Busqué su mano y deposité allí la nieve, que no tardó en descongelarse. Dio un respingo y en seguida despertó. Alarmada se quitó la nieve de encima y se secó la mano con la manta que la abrigaba.

-¡¿Qué has hecho?!-Quiso saber totalmente enfadada.
-Comprobar que no mentías.

-¡No puedo mojarme ahora! ¡Hoy es noche de luna llena!-Replicó.-Ahora me transformaré hasta que pase la noche…

-No comprendo…Tú dijiste que al nacer te habían hechizado para poder pasar desapercibida ¿No?

-Sí.-Aclaró insistiendo en secarse la superficie de su mano muchas veces.-Pero no es tan fácil como crees. Las noches de luna llena todos los seres mágicos sentimos un incremento de nuestra magia, que es un gran beneficio después de la escasez que hay por la tierra…Pero también debemos tener cautela, porque nuestros hechizos de protección o camuflaje se hacen vulnerables al verse con mayor fuerza nuestras características mágicas.

-Entiendo…

-¡Yo sí que debería sospechar de ti! Tienes un cristal de Karshia y aún no me has dicho nada. ¿Qué se supone que eres realmente? ¿Cómo encontraste el gran libro? ¿Y cómo es que…? ¡AAAAH!-Exclamó al resbalar al suelo.

-¿Qué es eso?-Exclamé al ver que sus piernas estaban desprendiendo una mucosidad espesa que se solidificaba. Pronto sus piernas habían quedado unidas e inmóviles. Aquella viscosidad se tornó brillante y escamosa. No pasó mucho tiempo hasta que aquello tomó color coral y comenzó a prolongarse la cola y con esto, se le rompió la ropa de la parte inferior. La cola transparentaba un poco en sus extremidades alargadas. Durante todo este proceso, ella escandalizaba de dolor y sufría. Yo había presenciado algo inédito. Siempre había pensado que las sirenas, se transformaban desprendiendo una gran luz que luego se prolongaba en una gran cola. Me había decepcionado con mis expectativas, aunque así tenía más sentido. La contemplé con admiración y envidia. Era la primera vez que mis ojos presenciaban un acto así. 

-Eso soy yo.-Concluyó tratando de coger aire, después de tal esfuerzo.- ¿Contenta? Hoy no podré ir a clase…Tendrás que inventarte alguna excusa… ¡Oh, no! ¡La directora vendrá a verme y querrá saber algo de mí! ¡Ayúdame por favor! ¡Busca un hechizo momentáneo! ¡Haz lo que sea! ¡Te lo ruego!

-¡Vale, vale! No te alteres… –Corté tajantemente.-Veré lo que puedo hacer.

Me quedé pensativa, mientras tanto, ella estaba en el suelo, incapaz de desplazarse con fluidez.
-Está bien, haremos lo siguiente: Te hechizo, vamos rápido hasta la habitación, te dejo allí tumbada, informo a la directora, ella pasa a verte, te dice que te recuperes, tú te esperas allí a que yo termine con las cuentas pendien…

-¿Qué?-Me interrumpió.-Creo que no lo has entendido…Los hechizos momentáneos duran mucho menos cuando hay luna llena. No lo lograremos. Además…Cuando llegue a la habitación y esté sola e indefensa, transformada en sirena ¿Qué piensas hacer? ¿Irte a por ellas? ¿Y si me descubren?…O peor, ¿y si te pasas un poco con tu venganza?

-Te ayudaré si me dices para qué quieres ir a Kormun. ¿No vivías con tus padres? ¿Con ellos no eres feliz?

-Sí pero, esta vida que llevo es asquerosa. Siempre estoy con hechizos, no puedo bañarme en las piscinas ni en la playa sin causar espanto en los ciudadanos de alrededor… ¡Quiero poder ser quién soy! Yo no quiero comprarme un piso y estar oculta toda mi vida a que casualmente encuentre a alguien de mi especie… ¡Quiero vivir bajo el agua! Junto a los míos, ni preocuparme que me vean…Quiero vivir aventuras, descubrir otro planeta totalmente distinto. Pero sobretodo, quiero descubrir algo más sobre Kormun, ¿no te parece?

 
De aquella sirena, me sorprendía su actitud. No era la típica sirena atrapada en el mar que quiere llevar una vida humana. Si no que ella deseaba lo contrario. Escapar y llevar una vida sin obligaciones, ni responsabilidades.

-Bueno…Yo soy humana. O eso creo.-Comenté.- aunque no me gusta serlo. Odio a los demás humanos, sabía que si me llevaba bien contigo era muy raro. Después de lo que les pasó a mis padres, me fui a vivir con mi abuela materna.  A partir de ahí nadie más me ha querido, no tanto como lo hicieron mis padres. 
>Luego estaba el cariño que me daba Mimí. Pero no se parecía en nada a lo que añoraba de mis padres. Ningún ser humano me ha vuelto a tratar bien desde entonces. Me convertí en una persona huraña y solitaria. Hasta que decidí cambiar, y eso fue hace poco, cuando me invitasteis a ver aquella película. Pero, creo que esa decisión me ha traído más problemas de los que habría tenido manteniendo mi curiosidad y mi soledad a raya. Yo no debería haber nacido humana, tengo toda la certeza de que no he sido bendecida con aquello que siempre he deseado; la magia. Si hubiese nacido hada, sirena, elfa, ¡o cualquier otra raza mágica! Habría sido mucho más feliz.

-Lo siento. Siento que no lo hayas pasado tan bien como yo aquí en la tierra…Habría sido un lujo habernos encontrado antes. ¿Has pensado en ir a Kormun?

-Sí, por supuesto. 

-Entonces podríamos ir juntas. Aunque siendo humana, más vale que recemos para que las guerras hayan acabado, a no ser que vayamos juntas a los territorios del frente Celeste.

-No te preocupes, podemos intentarlo. ¿Qué es el frente Celeste? 

-Lo he leído en el libro, dice que es la resistencia de seres mágicos y humanos. Allí son neutrales, solo buscan su supervivencia y se mantienen al margen de las guerras.

-Interesante…-Comenté imaginándome en mi cabeza un gran castillo con murallas que protegen las casitas de los campesinos y los comercios, como una próspera ciudad antigua.-También he pensado en ir a Karshia.

-Eso es imposible. Vertuk rompió aquel cristal y se formaron muchos fragmentos como para encontrarlos todos. 

-O no. Mira, Vertuk es el único que puede reconstruir Karshia. Si damos con él, podremos reconstruirla con ayuda de los cristales. ¿Quién dice que haga falta encontrar todos y cada uno de los cristales? Son infinitos, como Karshia. O eso he deducido yo. Y si no cogemos todos, saldrá un planeta limitado, pero al fin de al cabo sería Karshia. Con un territorio limitado, pero sería casi lo mismo.

-Buen razonamiento, chica lista.-Hizo una pausa.- Oye, sé que eres humana, pero… ¿Tienes algún poder?

-No.-Contesté tajantemente.-Solo con ayuda del cristal. Aunque, si que he tenido muchos sueños premonitorios.

-¡Entonces sí que tienes poderes!-Exclamó entusiasmada.

-Si tú lo dices...

-Vale, y ahora, si eres tan buena persona… ¿Me ayudas?

-¿Para ir a Kormun? ¡Ya te he dicho que sí!

-¡Que no petarda! Me refiero a que no nos pongan faltas injustificadas. 

-Ah, vale. Un momento, por favor.

Extraje el cristal de Karshia de mi bolsillo. No hizo falta pronunciar ni una sola palabra. Pensé en lo que quería, y el cristal le devolvió a Alice su aspecto humano, que estaba acostumbrada a ver. 

-¿Y bien?-Le ofrecí la mano que tenía libre para ayudarla a incorporarse.

-¡Guau! Qué rápida…No has consultado ningún libro, y tampoco has pronunciado palabras mágicas en arcano... ¡Gracias! Pero…Necesito parte inferior nueva…-Dijo tapándose y tiritando del frío.- ¿Me prestas las tuyas de ayer? Ahora estarán secas…

-Sí, pero rápido. Tenemos que ir al internado antes de que suban de desayunar.-Le dije mirando la hora en mi reloj de muñeca.

Echamos a correr, subimos las escaleras, pero antes de llegar a la parte de dormitorios se empezó a transformar de nuevo.

-Alex, tenemos un problema muy gordo.-Dijo bajito cuando sus piernas empezaban a desprender la viscosidad de antes.  

-Oh dios…

 
Entramos a la clase de biología. Allí había un esqueleto y un hombre con los músculos y la piel. Al hombre lo utilizábamos para ver los tejidos internos y los externos, de plástico obviamente. Pero eran muy realistas.

-¡Se me ha ocurrido una idea, vamos!

-¿Qué?

¡Tú hazme caso! -Le repliqué empujándola rápidamente a aquella aula. Entramos, cogimos a aquel muñeco y le arranqué las piernas con ayuda del cristal, que hizo un corte perfecto.
-Pobre señor Billy…-Dijo por lo bajo Alice, que se refería al muñeco al que le habíamos amputado las dos piernas.- ¿Qué te ha hecho él?

La mandé a callar con un bufido. Luego echamos a correr por el pasillo, y por desgracia, nos pilló la alumna encargada de vigilarlo.

-¡Hola, buenos días! ¿Sabéis que no se puede correr por el pasillo, verdad?-Dijo con una sonrisa artificial y un parpadeo de ojos que resultaba repelente y quisquilloso. 

-Si bueno, pero esto…es que no se encuentra muy bien y…

-Las normas son las normas. ¡¿ENTENDIDO?!¡No se puede corretear por aquí ni por allá! ¡Ni por allá ni por allí! ¡Sois unas damas! ¡Comportaos!

-Oye no tengo tiempo para esto.-Quise avanzar con ella pero la alumna insistió.

-No me obligue a llamar a la directora, señorita Alexandra. ¡Ha cometido una falta grave! No se puede correr por el pasillo, ¡vamos! ¡Repite conmigo! ¡No…Se…Puede…!

No me quedaba más opción, agarré el cristal desde mi bolsillo. La alumna de pronto se le puso los ojos en blanco y cayó al suelo de espaldas.

-Vaya…Eso debe de doler…-Comentó Alice, que acabó aquella frase con una risita.

-¡Vamos, no tenemos tiempo!-Observé el estado avanzado de Alice.

Llegamos a la habitación, por suerte, no había ni rastro de nuestras compañeras de piso. Aunque por precaución, revisé en todos los posibles escondrijos.

-¿Qué hacemos con estas piernas? No entiendo por qué se las has arrancado al pobre señor Billy. 

-¡Cállate y túmbate en la cama!-Rebusqué en su armario y le saqué el pijama.-Toma, póntelo.
Se puso la parte superior, pero no le dio tiempo a ponerse la inferior porque se había transformado en sirena. En ese momento, tocaron a la puerta.

-¿Qué hacemos? ¡Seguro que es la directora! ¡Me va a pillar!

-No, tranquila, confía en mí.

No era la directora, sino la encargada de las habitaciones la que pedía acceso a la habitación número 13. Se encargaba de hacer recuento de alumnos y si había alguno enfermo lo notificaba. 

-¿Se puede?

-Sí, se puede.

-¡Pero bueno!-Exclamó.- ¿Qué hacéis aún así gandulas? ¡Daros prisa, o no quedará desayuno que tomar!

-Bueno em…Es que ella no se encuentra muy bien.-Expliqué, y la encargada se aproximó a ella con una mirada de indiferencia y indignación. Pasó la mano por su cabeza para repeinarse el mono y asegurarse de que no se le sobresalía ningún mechón color negro. La etnia de aquella mujer era peculiar en el centro, era la única mujer de piel negra. Y a diferencia de todas las que había trabajando allí, era la que mejor caía. Ya tenía una edad, y su figura se había deteriorado. Ahora estaba un poco más gorda, pero seguía manteniendo su buen humor. Cosa, que agradecíamos todos.

-Veamos…Ya no estoy para esto trotes. Más os vale que esté enferma.

Alice estornudó y puso una cara tan realista de sufrimiento que hasta a mi me convenció. Se sentó a su lado y Alice exclamó de dolor, pero por alguna razón, aquel grito se quedó casi afónico. Yo tan solo esperaba que no se fijara en todo lo que había organizado. 

-Veamos.-Le quitó las sábanas y mantas con las que se cubría casi entera y la examinó.-Vale, no parece que tengas manchas ni nada parecido. Creo que es un catarro.

-¿Manchas?

-Sí querida, Petunia se ha puesto enfermísima. Ha cogido unas manchas de color verde, tendremos que llevarla al Hospital.

Alice y yo nos miramos por un instante, Petunia era la encargada del pasillo, quizás el hechizo no había sido del todo acertado. Tragué saliva.

La volvió a tapar sin encontrar nada raro, por lo que yo respiré tranquila. Pero de pronto, comenzó a olisquear.

-¿Qué es ese olor?-Quiso saber arrugando el morro.

-¿Qué olor?-Quise saber.

-¡Qué desagradable…! Oye monas, airead esta habitación cuando no estéis, ¿De acuerdo?...Huele como a…Pescado.-Aquella última palabra me puso alerta.-Yo me voy ya, ¿Le puedes traer tú el desayuno, cielo? A mí aún me quedan unas cuantas habitaciones.

Cuando la señora se incorporó Alice volvió a ahogar un grito de dolor que de nuevo acabó en un hilo afónico como antes.

-Pobrecilla…Cuídala Alex, está fatal. Y no os preocupéis, os excusaré a ambas ante la directora.

Continuó avanzando y cerró la puerta.

-¡Me ha pisado dos veces la cola! Mira, sobresalía un poco de la cama. ¡Qué dolor! –Exclamó dolorida, a lo que después acabó con un estornudo.

-A ver si te has constipado de verdad. Tendremos que arreglar lo de tu cola. Por si viene alguien más.

Por suerte, habíamos logrado camuflar la cola de Alice, aunque su olor era delatador.  A las piernas de Billy le habíamos puesto la parte inferior del pijama de Alice. Justo cuando aún había viscosidad, unimos las dos piernas a ella y lo utilizamos de pegamento, aunque ahora parecía desmoronarse y separarse. Ahora su cola estaba terminando de formar todas sus escamas. Por abajo, agujereamos la cama lo justo y necesario para que ella escondiera su cola por debajo de ésta, al menos a la vista. 

-Tenemos que desayunar Alice. 

-Lo sé. Después, en el ocaso… ¿Podemos ir a Kormun?

-¿Tan pronto?

-Alex, hoy es día de luna llena. Justo hoy, hace años y años y años y años…Se destruyó Karshia en miles de pedazos. Es el momento en el que los cristales tienen más atracción por la luna aquí en la tierra. Es el momento, en el que más magia hay para viajar hacia Kormun. Además, los planetas estarán alineados con la luna. Así se puede canalizar mucho mejor la magia. Es el momento.

-Ya pero, es muy pronto… ¿no crees?

-Hoy, o nada. Tendrás que esperar diez años más tarde para poder viajar otra vez. Si no, te arriesgar a viajar y que el viaje salga fallido. Y que nos pase como a la enana que conocí…
-Bueno, ya veremos… ¿Sabes? Tomémonos mejor el desayuno aquí. Me parece que aún debemos hablar y aclarar algunas cosas…

Chasqueé los dedos y apareció nuestro desayuno. El mío sobre la mesa y el suyo sobre su cama.

-¿No se habrán dado cuenta?

-No, tranquila. Dime, ¿A qué viene tanta prisa?

-Oye, que eras tú la que decía que odiaba a los humanos de aquí. Piénsalo. Puede que no vuelvas a tener la oportunidad de viajar a Kormun. Y siendo así de joven, podrías volver a casa tan solo diez años después.

-Diez años son muchos. 

-Por eso mismo, ¿Crees que diez años después vas a tener la misma oportunidad de volver? ¡No lo sabemos! ¿Y si no tenemos más oportunidad de ir a Kormun? Diez años después tendremos piso, seguramente pareja y casadas o prometidas. Una vez ancladas aquí, no podremos irnos. 

-Pero…Tendría que despedirme.

-Pues, no te queda mucho tiempo.

-Vale… ¿sabrás cuidarte tú sola?

-Si me dices como va este cachivache…-Dijo sacando el cristal de Karshia.

-Ahora mismo.-Le sonreí agradecida.

-Gracias por hacerlo. Te necesito en este viaje.-Añadió con una sonrisa.
Terminamos nuestros desayunos y escondimos las bandejas y los restos por los armarios de las chicas. Alice dijo que se enfadarían pero yo no le di importancia. Me pareció justo después de lo que me hicieron, y no era ni la mitad de lo que tenía pensado. Vino la directora también a comprobar el estado de Alice. Conseguimos engañarla, aunque yo empezaba a sospechar que Alice estaba enfermando de verdad. Y aquello me preocupaba bastante por si influía en el viaje a Kormun. Le enseñé como utilizar el cristal de Karshia, y la vi muy insegura de él. Realmente dudaba de que lo usara en caso de necesitarlo.

Por fin. Me iba. Para siempre. O al menos, hasta dentro de otros diez años. En realidad, tenía todas las ganas del mundo. Deseaba aquello. Era como vivir mi propia fantasía. Pero después de haber conocido a todos lo que vivían en este planeta, me resultó casi imposible de desprenderme de aquella vida. Sí, la odiaba. Pero era mi vida, al fin del al cabo. Mi abuela estaría muy triste y se sentiría muy sola y aburrida solo con la compañía de Mimí. Ella se pasaba todo el día corrigiéndome. Y quizás, había sido muy dura con ella desde pequeña al no comprender su actitud. Ninguna de las dos sabía cómo mostrar algo de afecto por la otra. Quizás, al ser tan arisca, se sentía frustrada. Y quizás, se enfadaba tanto conmigo, porque en el fondo me quería mucho. Agité la cabeza y me quité aquella idea de la cabeza. Se me estaba reblandeciendo demasiado el corazón. No debía dejar que aquellas ideas invadieran ahora mi cabeza, no era buen momento. Necesitaba pensar que allí, en Kormun, cumpliría mi sueño. Por fin vería a las criaturas que habitaban allí. A cada una de ellas. Y posiblemente, lograría mi propósito de encontrar a Vertuk y devolverle a Karshia todo el esplendor del que presumía antaño. Con todo esto, cerré a Alice en la habitación, le presté uno de los cristales para protegerse de cualquier ataque del grupo de Ashley. Ella no quiso despedirse de sus padres. En cambio yo,  necesité volver a mi querido hogar de siempre. Allí, desde el suelo contemplé la magnitud de la gran mansión de mi abuela. Me teletransporté a mi habitación. Allí encontré a Mimí tumbada en mi cama. Cuando me vio aparecer de pronto se asustó. Pero reconoció mi olor.

-¡Oh! ¡Mimí!-La abracé con fuerza y ella me envolvió a lametones en la cara. Los mismos que siempre me daban repelús por su tacto áspero.-Lo sé, yo también te he echado de menos.
Me quedé a jugar con ella y le di un trozo de magdalena que había guardado del desayuno. Busqué una mochila que solía tener por mi habitación para subirme los libros del sótano y me preparé para cargarme de reservas de comida y objetos de supervivencia por si le ocurriese algo a los cristales.

Miré a Mimí, ella me contemplaba con la cabeza levemente ladeada. 

-Sí, me marcho. He venido para despedirme de ti.

Ella reaccionó con un maullido y agachó la cabeza para agarrarme la mochila y esconderla debajo de la cama.

-¡Oye, ven aquí ladronzuela! ¡Que me tengo que ir!-Dije entre risas cogiendo la mochila. Ella se arrimó a mí y puso sus patitas peludas en mi pecho para propulsarse y subirse a mi hombro.-Oh no…Mimí. No puedo llevarte conmigo. La abuela me va a echar de menos y necesitará compañía. Si te llevo a ti también lo pasará muy mal.

-¿Ir a dónde?-Dijo una voz, que pensé que provenía de Mimí, pero tenía un carácter regio inconfundible. Abrió un poco más la puerta y me encontró allí.- ¡Qué haces tú aquí señorita!

-Yo…lo siento abuela. 

-¡No me vengas con tonterías! ¡Siempre igual! ¿Quieres abochornarme? ¿Quieres mi ruina? ¡No sé para qué te paso un colegio caro si…!-Acudí a su encuentro y la rodeé con mis brazos con fuerza. Se quedó muda, sin saber qué hacer porque aquella reacción mía le había pillado por sorpresa. Pero acabó rodeándome con los brazos. 

-Pensé que te alegrarías de verme, te echaba muchísimo de menos.-concluí.