Nadie daba
crédito a lo que había pasado. Era una desaparición muy extraña, que había
dejado a todos atónitos y alerta. Fue todo un escándalo que obligó a que el
centro echase el cierre. En Westforest, el nombre que daba honor y prestigio a
uno de los internados más famosos del país, las cosas habían dejado de ser
normales. Dos alumnas desaparecidas, unas alumnas enfermas con piel moteada
verde, otras con habitaciones infestadas de plagas de todo tipo…De ser un
centro respetable, pasó a ser un centro deplorable. Vino prensa de todo el país
solo para emitir imágenes de lo que algunos padres comenzaron a denunciar.
Nadie supo explicar con certeza todo aquello. Petunia, la primera alumna que
había padecido todo aquello, fue la única que expuso lo que ella había visto.
Decía que había sido testigo de algo increíble, pero nadie la creía.
-¡Es cierto, de
verdad!-Se excusó.
-Cielo, es
posible que tu enfermedad te haya provocado esas alucinaciones, que tú estés
muy convencida de ello pero…
-¡Qué no! ¡No
me habéis dejado ni acabar!-Protestó.
-A ver, aparte
de todo eso que has dicho de que las dos desaparecidas, que ellas te hechizaron
en el pasillo…-Se escucharon unas risas de unos periodistas.- ¿Qué más viste
cielo?
Su madre la
apoyaba, aunque sabía que todo aquello no podía ser cierto. Ni mucho menos.
Acariciaba su melena de color rubio apagado, por culpa de la enfermedad, para
darle toda la comprensión posible.
-Vi que
entraron al bosque, por la noche. Una de ellas se transformó en sirena. Como
pasó todo aquello, yo decidí bajar. Tras caminar mucho, llegué al bosque y
encontré a Alex matando a una bestia. No sé cómo lo hizo si no tenía cuchillo,
bueno, pues eso. Esa bestia no era normal. Cuando avanzó con una lechuza en
brazos, parecía herida, no sé, me acerqué al monstruo. Era deforme, muy grande,
con varios ojos destrozados. Tenía como seis o así. Y la sangre era de color
lila. Tenía muchos dientes desiguales y sobresalían… Daba mucho repelús. Bueno,
yo seguí a Alex. Estaba totalmente herida. Sangraba por el brazo un montón, y
puso la mano en un río muy raro…brillaba y tenía como gotitas flotando. Y
cuando la sacó la tenía sin nada de nada. Apareció Alice, con su cola de
sirena, se fueron corriendo. Me costó seguirlas pero…llegué. Y justo cuando
llego, estaban flotando en una burbuja que explotó y despareció con ellas dos.
En la
habitación del hospital reinó el silencio.
-Bueno, ya está
bien de preguntas para la presa por hoy, dejen a la chiquilla descansar.
¡Vamos, largo!-Exclamó el feje de policía, que había acudido allí en persona
para escuchar la versión de la niña. Algunos periodistas al salir le dieron el
pésame a la familia, otros se marcharon riéndose a carcajadas sin dar a crédito
que trabajan para escuchar a una niña que sufría de alucinaciones.
-¿Cree que dice
la verdad?-Quiso saber el padre de Petunia, que hablaba bajo para que no los
escuchasen su madre y sobretodo, Petunia.
-No es fácil
afirmarlo cuando está pasando por una enfermedad que desconocemos.-Hizo una
pausa.-Pero, le diré una cosa, ya vivimos aquí hace diez años algo muy similar.
El hombre sacó
su paquete de tabaco y salió de la habitación para fumarse su cigarrillo en el
parking de coches. El padre de petunia dudó por un instante, pero luego lo
siguió hasta allí para seguir hablando del caso.
-¿Qué quiere
decir con eso?
-Los padres de
esa chiquilla desaparecieron hace diez años. Una vecina de aquella mujer empezó
a padecer de esa enfermedad. Aunque, no hubieron plagas. Eso sí que es
nuevo…-Se llevó el cigarrillo a la boca, y respiró por el cigarrillo. El padre
tuvo que toser, porque se tragó el humo de golpe.
-Perdone señor
Tom, intentaré fumar hacia un lado.-Gruñó algo molesto por la reacción.
-¿Van a
archivar el caso?-Quiso saber con urgencia, reponiéndose de la nube de humo que
la había atacado antes.
-No creo, es la
segunda vez que se repite algo parecido. Pero si no encontramos las pruebas que
verifiquen la versión de su hija...
-Comprendo.-Agachó
la cabeza preocupado.
-No se
preocupe, esta vez seré yo quien revise el caso en persona. No se me escapará
ni una.-Quiso alentarlo, echando otra bocanada de humo de tabaco. Puso su mano
en su hombro.-Haré todo lo que esté en mis manos para saber qué le ha pasado a
tu hija, Tom.
-Gracias.-Agradeció,
aguantándose la tos por culpa del cigarrillo. Observó como el feje de policía
se marchaba de allí con su coche. Se rascó la cabeza inquieto, si era la
segunda vez, no podía ser coincidencia. Pero, ¿por qué cada diez años?
Mientras tanto,
en la sala de interrogatorios estaba la abuela de Alexandra, dispuesta a
contestar cada una de las preguntas que necesitasen para encontrarla. Necesitó
pedir varias veces un pañuelo, porque los llenaba todos a lágrimas.
-Veamos,
cuénteme todo lo que sepa.
-Ya les he
contado todo lo que sé. Miren, desapareció sin más…Como mi hija.
-¿Está segura
de que nos contó todo? ¿No se olvida de nada?-Presionó el policía.
-¡Ten un poco
más de corazón Joel, ha perdido a su nieta!-Le replicó Melody, la encargada de
que Joel no destrozase a las familias en los interrogatorios, y entonces la
mujer echó a llorar sin consuelo otra vez. Se acercó a ella y la abrazó, y por
fin la señora se tranquilizó un poco. Joel dejó escapar un bufido, al que
Melody respondió con una mirada asesina.
-Estamos
haciendo lo posible por encontrarlas a ambas, pero necesitamos información.
Ahora que se ha repetido el caso, podemos encontrar más pistas que destapen al
culpable de todo esto. Dígame, ¿vino a visitarla unas horas antes?-Dijo con
dulzura y comprensión.-cualquier detalle, lo que sea…Puede ser crucial para la
investigación.
La mujer
respiró y se mantuvo pensativa durante unos instantes.
-Sí, vino a
verme unas horas antes. Tal y como hizo mi hija con su marido, antes de ir a
recoger a Alexandra hace diez años.-Los dos policías notaron que poco a poco se le quebraba la voz.-vino diciéndome que me echaba de menos, Alexandra me
prometió que no volvería a escaparse de allí…
-Usted y ella
entonces mantenían un vínculo muy fuerte, ¿verdad?-Quiso saber para ir
comprendiendo la situación.
-No…Desgraciadamente
fui muy dura con ella. La inculqué desde que la tuve en mis manos para que no
se le metieran tonterías en la cabeza. Pero no lo conseguí. Como no lo conseguí
con mi hija.
-¿Cómo era el
ambiente en el hogar?
-Su abuelo…Mi
marido. Siempre llegaba tarde. Casi nunca estaba por casa. Temo que sea por la
bebida o…-de pronto bajó la mirada.-Me temo que ella nos habrá escuchado más de
una vez discutiendo.
-¿Y el ambiente
en clase?
-Ella siempre
traía unas notas excelentes. Nunca tuvieron problemas de desobediencia con
ella, siempre iba bien y llevaba todo al día…
-No ese
ambiente, me refería a sus amigas. ¿Ha mantenido con tacto con niños y niñas de
su edad durante su crecimiento?
La mujer no
sabía que contestar, se quedó mirando con la boca abierta pero la cerró y la
mirada se le perdió.
-Yo…yo…ella
sacaba buenas notas.
-Le han
preguntado, haga el favor de contestar.-Se entrometió Joel.
-No me dijo
nunca nada. Era una niña muy tímida y callada…
-¿Y qué me dice
de Alice? ¿La conocía?-Preguntó de nuevo Melody, volviendo a tomar las riendas
el interrogatorio.
-No, no lo sé.
Se produjo un
silencio.
-¿A qué hora
fue a visitarla su nieta?-Preguntó de nuevo Joel.
-Sobre las…cinco.-Contestó
dubitativa.
-Vale, muchas
gracias. Puede marcharse.-Le permitió Melody.
Una vez la
mujer se incorporó, con su inconfundible estilo regio, y cogió su bolso se
encaminó hacia la puerta.
-Hagan lo que
puedan por encontrarlas. Se lo ruego.
-Lo
haremos.-Afirmó Melody con una media sonrisa.
La señora se
marchó y la puerta se cerró tras ella.
-Es
sospechosa.-Atacó Joel.
-¡Es inocente! -Defendió
Melody.
-Todos en esta
investigación son sospechosos, hasta que se demuestre lo contrario, ¿Ha quedado
claro?-Intervino en la sala el feje de comisaría. Todo quedó en completo
silencio con su presencia y sus aires victoriosos de superioridad.-Quiero que
salgáis al bosque para investigar todo lo que podáis. Necesitamos todas las
pruebas posibles. No me falléis.
-Pero, George…
Aún faltan los padres de la otra muchacha por interrogar…-Mencionó la agente
perpleja.
-Yo mismo me
encargaré de ellos. ¡Vamos, andando!-Ordenó echándolos de la sala de
interrogatorios.
Una vez estaban
lejos, George aprovechó para acomodarse en la silla y bostezar. Abrió una
pequeña libreta, en ella tenía apuntadas millones y millones de cosas. Estaba
tan llena que casi no le quedaban páginas libres, y cada una de ellas las
aprovechaba al máximo. Al abrirla, cayó una foto deslizándose en zigzag hasta
caer por el suelo. Se agachó para poder recuperarla y le dio la vuelta. Sus
ojos se llenaron de brillo y melancolía. Tragó saliva. Le costaba mantener el
corazón en su sitio y con su pulso correcto. Se apoyó en la mesa, propinándose
un masaje en las cuencas cerradas de sus ojos. Suspiró con fuerza. Quiso llenar
con aire todo aquello que en su interior había sido saqueado por el paso del
tiempo y por delincuentes. Aún, con el corazón en un puño, se armó de valor
para ver de nuevo la fotografía. Sus manos temblorosas le dificultaron aún más
la tarea, que llegó a acabar. Allí estaba, su mujer. Con una sonrisa de mejilla
a mejilla. Con sus cabellos rubios rizados, sus ojos esmeraldas y sus curvas
bendecidas por la juventud del momento en el que fue tomada la fotografía. Pasó
su dedo índice por las mejillas de la joven, con mucha ternura y melancolía.
-Oh, Jane…Jane.-Sus
lágrimas, que por mucho que intentara apaciguar, asomaban por las cuencas de
sus ojos lagañosos y arrugados.- ¿Dónde estás Jane?
Hizo un
esfuerzo, sacó su paquete de pañuelos para secarse las lágrimas y sonarse su
sonora nariz y detuvo su llanto. Odiaba que esta pesadilla se estuviera repitiendo con dos niñas, tal y como sucedió hace diez años con su esposa.
Entre tanto,
los dos agentes de comisaría, acudían al bosque. Estaban sorprendidos, jamás
les habían encargado una misión de investigación real en un entorno tan
complicado de rastrear. No tenían ni idea de por dónde buscar, pero, como esa
noche había hecho mucho frío tuvieron que darse prisa en su tarea. Al menos, si
aún tenían la esperanza de encontrarlas con vida.
-Oye, ¿crees
que…?-Quiso preguntar Joel.
-¿Qué eres
idiota? Sí, sí que lo creo.-Respondió Melody, a lo que Joel le devolvió una
mirada severa.
-No decía eso.
Decía que si crees que seguirán vivas.
-Pues no lo sé.
Seguro que están bien. Se habrán escapado como hacen las niñas de su edad. Si
yo estuviese en un internado como ese, con los escándalos que ha habido, yo
también lo habría hecho. Aunque, si se trata de un secuestro…
-Las familias
son muy adineradas.-Añadió.
-Sí. Mucho. Si
son secuestradores saben lo que hacen. Pero seamos optimistas, por favor.
Anduvieron un
buen rato, siguiendo lo poco de pisadas que quedaban por el bosque. No
encontraron nada interesante hasta que las pisadas de una de las dos chicas
habían desaparecido. Parecía que la arrastraba. Sin embargo, la forma era muy
singular, como si la hubiesen amordazado.
-Hey, mira
esto.-Señaló Joel, sacando una lupa para ver con mejor detalle el rastro.
-Casi parece el
rastro de una serpiente…Mira, se dirige hacia allí. Vamos.
Después de tomar
unas fotografías de la metamorfosis de las huellas, las siguieron con cautela,
pero cuando chocaron con el río perdieron aquellas que se habían transformado.
Tampoco había marcas de las otras huellas, al menos, hasta mucho más adelante,
como pudo comprobar Joel.
-Esto no me
cuadra. ¿Y si eran las huellas de las dos niñas metidas en un saco?-Melody se
incorporó y resbaló con el hielo que había en la orilla del río helada. Joel
dejó escapar unas risas, a lo que su compañera reaccionó con un buen cabreo con
lo que le envió una bola de nieve estampada en su cara. Ella tenía buena
puntería. El chico se acercó para ofrecerle ayuda para incorporarse.
-¿Estás
bien?-Quiso saber apartando las risas.
-Sí…Estoy
bien.- Ambos se quedaron mirándose el uno al otro, cuando de pronto resbalaron
al suelo los dos, uno encima del otro.-Bueno, ahora ya no. Me estás chafando…
¿Te importaría quitarte de encima?
-Puede.
-¿Puede, cómo
que quizás? ¡Aparta!.-Replicó intentando levantarse, pero se encontró con la
mirada juguetona de su compañero. Sus mechones rubios colgaban y se posaban con
delicadez en su frente. Rozó con su nariz la de su compañera.
-Déjame
invitarte a algo. Esta tarde.-Esbozó una sonrisa perfecta, que hizo que sus
fracciones masculinas se viesen aún más favorecidas.
-Ni…Lo…Sueñes.-Dijo
Melody, que trataba de disimular su rubor con la bufanda. Ella estaba fijándose
en sus ojos grises claros. En ellos, se reflejaban sus ojos totalmente oscuros
y su melena negra. Joel, ante la respuesta
negativa, puso morritos, abrió sus ojos un poco para parpadear varias
veces.
-Por fa.-Insistió.
-¡Eh,
tortolitos, iros a un hotel! ¡Que nosotros que estamos trabajando!-Replicó otro
de los compañeros del cuerpo policial.
Ambos esbozaron
una sonrisa.
-Anda,
súbeme.-Le pidió con una sonrisa.
Él hizo lo
propio y la ayudó a incorporarse, después de que él lo consiguiera. Se
encaminaron hacia las huellas solitarias al parecer, de una de las chiquillas.
De pronto, se toparon con otras huellas, que bien parecían las de dos pies que
iban hacia al lado contrario. Pero eran pisadas un poco deformes.
-Por la
inclinación de la nieve en la huella, pensamos que estaba andando al revés.
-¿Para qué iba
a hacer semejante estupidez?-Quiso saber Melody escandalizada.
-Quizás era fan
de Michael Jackson, o tenía los pies deformes, o quería despistarnos.
-O quizás era
un monstruo.-Puntualizó ella con un tono irónico destacable.
-No seas mañaca...-Comentó el compañero siguiéndole la broma.-Fuera lo que
fuera...Tenemos más trabajo allí arriba.
-No sé si
quiero verlo. Siempre que lo dices con esa cara…
Avanzaron con
el gesto serio, observaron los árboles de alrededor, que parecían rasgados con fuerza.
Todo aquello nos llevó a un claro del bosque, y allí…
-Lo hemos
encontrado tapado con capas de nieve. Por desgracia, no quedan tejidos de carne
muy identificables…Habrán sido los lobos o los osos…
Melody se tapó
hasta la nariz con la bufanda. Joel en cambio, aguantó el hedor para poder
aproximarse a los restos e identificarlos.
-¿Cómo pueden
haber lobos y osos por aquí?-Quiso saber Melody, que tuvo que elevar un poco la
voz para que se le entendiese.
-Estamos en un
espacio natural, cerca de un lago y un río, rodeados por montañas,
Melody.-Contestó el agente.
-Estos huesos
no son normales…-Intervino.-tienen cuernos, y sobresalientes anormales…No había
visto nunca nada así. Dudo mucho que sea humano, ni de un oso.
-¿Qué quieres
decir?
-Quizás una
especie nueva o…No lo sé, vamos a necesitar ayuda de expertos. Pero antes
tomaremos unas fotografías y avisaremos al jefe.-Retiró un poco más de nieve y
encontró un color tono violeta. Tomó un frasco e introdujo algo de nieve teñida en el frasco
para llevarlo a analizar.
Unos pasos más
atrás, había nieve teñida de sangre, de la que también tomaron muestra en un
frasco diferente.
-Que caso más
raro…No me gusta nada.-Mustió Melody.
-Ni a
mi.-Confesó Joel.
Nada sirvió
para aclarar las cosas en esos instantes, con cada prueba, se desconcertaban
más y más. La inquietud de saber la procedencia de aquel líquido violeta, llevó
a Joel a investigarlo por su propia cuenta. Encontró signos parecidos de sangre,
como la que habían encontrado más apartada. Sin embargo, este líquido era muy
extraño. Parecía sangre, y no había nada, ningún otro caso o muestra que lo
confirmase. Pero sí que tenían la certeza de que la sangre roja que habían
hallado era de Alexandra Violet. Algo que le cayó como un plomo a su abuela,
encargada de cuidar de ella. Todos temían lo peor cuando salió a la luz. Había
un goteo de sangre que llevaba al río de nuevo. Nada concordaba. Era un popurrí
de pruebas sin sentido que no llevaban a ningún lado. Aquel caso cogió fama, y
produjo que uso pocos periodistas extendiesen la noticia por todo el país.
Desafiaban a cualquier genio a que lograse descubrir el origen de los huesos,
del tinte violeta, y que supiese explicar que había sucedido. El caso caló por
todo el mundo, algo que también repercutió en el internado donde estudiaban,
aquella mala reputación los llevó a la ruina, y eso que trataron de convencer
al público que aquella estancia ya era totalmente segura y confortable, tal y
como era antes.
La señora
Hudson, abuela de Alexandra, había sufrido esta desaparición dos veces. La primera
vez fue la pérdida de su hija Laurens.
Laurens era una
niña muy callada, pero muy cariñosa. Era tímida. Le encantaba jugar con la que
había sido la madre de Mimí. Tenía las mismas inquietudes que Alexandra;
Criaturas fantásticas, monstruos, súper poderes, historias de libros de
caballería…Solo que Alexandra no dejó que su abuela viese fácilmente sus
similitudes. Aunque a la abuela no se le escapaba detalle. Ambas, hacían
visitas al sótano.
El sótano…
Iban a
registrar la casa, estaba segura completamente, tanto, que esperaba sentada en
su sillón viejo a que llegara el día. Lo deseaba de ese modo, para que la marea
de rumores cesase. Aunque, si ambas habían ido al sótano, quizá ella podría
encontrar lo que ellas encontraron útil allí. No tenía anda que perder, así que
le pidió a Mimí, que era su única compañía en esos arduos momentos, que la
acompañase hasta abajo.
Sentía una gran
curiosidad acerca de lo que había allí acumulado tras generaciones de herencia
familiar de la gran mansión. Al principio, necesitó habituarse a su ambiente
polvoriento y oscuro. También, al agobio que le daba todo aquel desorden y
descontrol en aquellas estanterías y baúles. Aquello la ponía realmente
enferma, tanto, que llegó a plantearse contratar una chacha que pusiera un poco
de orden y limpieza entre tanto caos.
Se quitó esa
idea de la cabeza para poder entrar sin prejuicios entre la marea de cosas
inútiles y viejas. Mimí mostró interés por algo que estaba escondido detrás de
un montón de cosas. La ayudó encontrarlo, y allí estaba lo que quería encontrar.
-Bien hecho, Mimí.-La
felicitó con una caricia.
Lo contempló
bien, y tras varios segundos dándole vueltas, lo único legible en toda aquella
portada era Karshia.
Parpadeó
perpleja, sin dar crédito a lo que había en el interior de aquellas hojas.
Dibujos, palabrerías extrañas, más dibujos, más Karshia por aquí y por allá…
Cerró el libro
de golpe y algo cayó algo de su interior, provocando que Mimí acudiese a capturarlo
con sus zarpas.
-Déjame ver,
Mimí.-Le pidió retirando sus suaves patitas. Era un cristal de color azulado,
pero era muy pequeño. Pensó que era un simple trozo de cristal y lo tiró. Pero
Mimí insistió y se quedó contemplándolo, como esperando algún acontecimiento.
Eso le renovó el interés a la señora Hudson para recuperar el diminuto objeto.
Se fijó bien en su interior. Creyó haber visto una ciudad reflejarse en su
interior y se sobresaltó.
-No creo que
esto me ayude a leerme este libro…Mimí.
De pronto, el
cristalito se iluminó. También lo hizo el contorno del libro que estaba tocando
con los dedos. Miró el efecto que producía el tacto de sus dedos en el libro y
disfrutó como si fuese una niña otra vez.
“Todo esto debe ser una alucinación… o un
sueño.”Quiso justificarse, intentando mantener la cordura.
De pronto, se
percató de que todo aquello que había escrito en la portada, lo entendía. El
libro hablaba de una leyenda sobre…Karshia.
-Karshia,
Karshia, Karshia…Esto lo he oído antes.-Hizo una mueca de rabia, porque la
memoria empezaba a fallarle. Conocía esa palabra de hacía tiempo. Pero no daba
con aquello de lo que quería acordarse.
Guardó aquel
libro, junto con el cristal, a buen recaudo. Lo escondió en un lugar en el que
no se les ocurriría buscar. Cuando amainase aquella marea de periodistas,
policías, detectives, vecinas murmurando…Lo volvería a sacar de su escondite
para poder leerlo con tranquilidad. A pesar de no poder efectuar su lectura,
tal y como deseaba, se sintió llena de satisfacción. Aquello era el principio
de una victoria. Una victoria contra el tiempo en el que había sido burlada por
su hija y su nieta.
El gran secreto
familiar dejaría de ser un secreto. Y más ahora que ella poseía la llave para
llegar al corazón de Kormun. Aunque, aún desconocía todo aquel mundo, y la
forma de llegar.