martes, 2 de abril de 2013

8. La esperada llegada.



Recostado en su gran trono, rodeado de los más sabios del reino. En el centro de aquella gran sala a contraluz se debatía el siguiente ataque. La raza humana perdía  la batalla, después de años y años luchando y llevando la ventaja, ahora su imperio parecía que empezaba a decaer. El monarca se empezaba a preguntar hasta dónde habían llegado, cuántos territorios ya eran inservibles y carecían del valor que tenían antes.
-Tan solo han sido dos guerras perdidas, en dos pueblos cercanos a las colinas pardas de Lucafest. Majestad, permítame darle consejo. No centre su atención en aldeas y preocúpese de las grandes ciudades que aún sostienen su reino.
-Toda aldea cuenta, porque una ciudad sea grande no quiere decir que no pueda corromperse.
-Más razón para protegerla con más atención.
- También, acuérdese de que avanzando un poco más hacia el sur, podemos invadir una ciudad muy importante para esas criaturas.
Los consejeros seguían debatiendo, lo mismo cada día. Esta aplastante rutina estratégica se repetía cada vez con más frecuencia. La idea de recuperar Karshia se hacía imposible. Hacía muchísimo que los humanos habían perdido el poder de los pocos cristales que habían encontrado. Sin embargo, parecía que aquellos que se hacían llamar “los defensores de Karshia” los conservaban y los mantenían en secreto. Seguramente, iban recogiendo todo pequeño fragmento. De ser así, aún tenían oportunidades para apoderarse de los cristales. Aunque su visión iba mucho más allá. Imaginaba que aquellos seres encontraban el portal que los transportaría a Karshia. Entonces atacarían, a esos seres los destinarían a vivir en Kormun y los humanos invadirían esas extensas tierras. Algo llamó la atención del monarca. Un joven había entrado a la sala. De pronto se hizo el silencio entre los sabios, y con un gesto de desaprobación lo miraron.
-Lord Urgeon, pensaba que los espías no eran bien recibidos en estas reuniones.
El rey lanzó una mirada a su consejero, éste calló. Los consejeros taparon sus estrategias expuestas con un gran mantel del color de la sangre.
-Adelante.-Otorgó permiso al joven para hablar.
-Perdonad el atrevimiento majestad, pero hemos registrado altas frecuencias de poder mágico cerca de las fronteras.
-¿Frecuencias de poder mágico?-Intervino otro consejero.- ¡Eso es imposible!
-La última vez fue hace diez años…No es tan imposible.
-Eso quiere decir que…-Comentó otro consejero con un gesto muy preocupado.
-Se ha vuelto a abrir un portal.-Concluyó el joven.
Se produjo un revuelo de comentarios por lo bajo hasta que Urgeon con un gesto hizo el silencio. Todos esperaban las palabras de su monarca tras aquella noticia que había sobresaltado hasta al consejero más incrédulo.
-Habrá que mandar a un grupo especializado para que inspeccionen la franja donde ha sucedido.
-Pero majestad, las aldeas…
-Las aldeas pueden esperar. Si lográsemos encontrar el portal que nos comunica con la Tierra, podríamos traer un ejército legendario. Tú niño, envía la orden al general Fisner. Ah…
Hizo una pausa, mientras hizo un gesto para que un sirviente de confianza se aproximase para servirle una copa de vino.
-Esta vez, nos haremos pasar por ese “Frente Celeste”. De ese modo, los traeremos de forma pacífica. Cuando los tenga, quiero noticias.
El niño asintió con la cabeza y desapareció pidiendo disculpas por la molesta entrada. Urgeon tomó su suculenta copa y después de sonreír satisfecho bebió de su copa celebrando aquel hallazgo.


*


Un gran palacio en lo alto de un terreno montañoso, abrazado y protegido por árboles milenarios de tamaños vertiginosos. Los hipogrifos sobrevolaban las tierras inaccesibles por humanos. Mirase por dónde se mirase, era un reino decorado por unos paisajes de ensueño. Sus habitantes extraordinarios, eran muy variados y distintos, y sin embargo se unían con fuerza para mantener el poco equilibrio que quedaba sobre Kormun. Allá en el gran castillo blanquecino, una elfa alta de cabellos azulados finos, cuidadosamente peinados, rezaba por la prosperidad de su reino. Sin embargo, para ello, había sido necesarias muchas batallas contra aquellos usurpadores que llegaron a Karshia y más tarde a Kormun. Su tez blanca y delicada mostraba inseguridad y desolación. Cuando miraba por su pequeña bola de cristal los terrenos que antaño eran fértiles y bellos. Ya no eran así, ahora, eran cenizas de batallas por la codicia. Aunque los defensores de Karshia no buscaban la codicia. Tan solo una paz que jamás llegaría con los humanos aún en vida. Un mensajero que entró por la puerta con una gran noticia.

-¡Majestad! ¡Majestad!-Exclamó el ser alado del tamaño de un guisante.

-¿Qué sucede?-Quiso saber con una voz pausada y elegante.

-¡Se ha vuelto a abrir un portal desde la tierra!

Los ojos de la elfa se abrieron, una pizca de ilusión se podía apreciar en el brillo que desprendían.

-Imposible…-Comentó una de las ninfas que estaban peinándola cautelosamente.

-La última vez fue hace diez años…Y todos sabemos lo que pasó.-Añadió otra ninfa con gesto de preocupación.

-Mantened la calma ninfas.-Tranquilizó con voz celestial.-Dime pequeño mensajero, ¿Dónde ha sido esta vez? ¿Ha sido más intensa?

-Muchísimo más mi señora. Esta vez la potencia ha sido mayor, quien abriese el portal sabía lo que hacía y manejaba bien los fragmentos. Esta vez, se han registrado a lo lejos de la frontera con los humanos.

-¿Y si son más humanos? ¿Habrán descubierto los humanos el modo de abrir los portales?-Intervino una ninfa.
-Puede que sean de los nuestros.-Propuso otra ninfa con un hilo de esperanza.

La elfa mantuvo la compostura. Se mantuvo pensativa. Los cristales de Karshia eran muy valiosos, y por el momento no había otra forma de viajar hasta Kormun desde la tierra. Necesitaban todos los cristales, por suerte, al ser seres mágicos les resultaba mucho más fácil encontrarlos. Sin embargo, los humanos tenían una aliada muy valiosa; la tecnología. Era destructiva, y no tenía corazón. Pero a la vez útil y con funciones inimaginables. Era un gran obstáculo, pero aún mantenían ventajas con los humanos. Tenían muchos fragmentos de Karshia, bien guardados. Quizás dentro de unos años lograsen encontrar la forma de llegar a la tierra y encontrar el resto. De ser así, ya tendrían la esfera completa.

-No podemos arriesgarnos, enviaremos un equipo de exploradores. Los mejores. Que no se acerquen a ellos. La orden es ver, escuchar e informar. Si necesitáramos actuar, serán informados.-Concluyó con gran sabiduría en sus palabras.-Esta vez tendremos más cautela.

-Si así lo deseáis, así se hará.-Hizo una pausa.- Lady Saenerys.

Hizo una leve reverencia y se marchó por dónde había entrado.

-¿Cree que esta vez nos sonreirá la suerte?-Preguntó una de las ninfas. Las demás callaron esperando la misma respuesta.

-Paciencia pequeñas ninfas, las guerras no se ganan en un día. Tenemos un gran equipo de exploradores, preparados para cualquier cosa. No debemos temer de nada.

Las ninfas sonrieron y continuaron su labor de peinar sus largos hilos azulados, de decorarlo con flores y hojas de los bosques más bonitos y de perfumarlo con selectos aromas.




 *



Protegiendo el último tramo de terreno que les pertenece, el frente Celeste examina sus últimas reservas de comida. De pronto, un gran pitido insoportable resuena en aquella destartalada base.

-Hey, he detectado algo.-Dijo sosteniendo un gran artilugio pesado en las manos.

-Deja ese trasto ya Max, no nos llevará a ninguna parte.-Seguidamente pegó un bufido.

-De verdad que esta vez sí, ¡y está cerca!-Exclamó emocionado.-¡Mira Rea!

-Hazle caso, o estará así todo el día.-Mustió un ser voluminosamente musculoso.

-¿Quieres parar ya eso?-Protestó otro ser muy peludo, que estaba tumbado descansando.

Rea aceptó resignada, miró la pantalla destartalada con las coordenadas y las indicaciones. De pronto su mirada cambió.

-Joder pues es verdad…Eh chicos, que hemos pillado carnaza. Esta vez la energía es fuerte que te cagas.-Afirmó.-Lucas, Meff, deberíais verlo.

Ambos seres se aproximaron y observaron detenidamente la pantalla.

-Deben de haberlos detectado ya en ambos reinos. Olvidaros.-Mustió Lucas tumbándose de nuevo en la cama improvisada.

-¿Estás majara? ¡Les llevamos mucha más ventaja a los dos bandos juntos!

-Lucas, tienen razón. Vamos a ver aunque sea, el frente Celeste necesita reclutas…-admitió Meff.

-Y comida. Anda, vamos a ver qué hay.-Concluyó Max.

-¿De verdad me voy a quitar horas de cama por unos cristalitos que han abierto un portal de mier…?

Rea le lanzó una lata vacía a la cabeza. Lucas se quejó de dolor y se levantó de un salto.

-Menos gandulear, y más ayudar. Venga, no nos interesa perder ventaja.-Replicó Rea.

-Sí capitana.-Dijeron todos los demás al unísono.



*


Abrí lentamente los ojos esperando encontrarme en un gran paisaje, y lo que era más importante, en el frente Celeste. A mi lado estaba la lechuza, ladeando la cabeza. Parecía que estaba oculta en algún sitio oscuro e inhóspito. Busqué a Alice con la mirada, pero no la encontré. Definitivamente estaba en una cueva, y arriba, había una grieta que me permitiría mirar hacia el exterior.  Subiéndome a un par de rocas alcancé la grieta. No me atreví a salir de ahí, solo a mirar desde el interior. Había mucho ruido a fuera. Sentía pisadas. Y ahí la vi. Un grupo de humanos en grupo tenían a Alice.
-Con que una sirena…Pensaba que estabais desaparecidas.-Dijo un hombre musculoso y con una armadura pesada.-Siempre había soñado con encontrarme con una.
Soltaron unas risotadas y la agarraron.
-¿Sois del frente celeste, verdad?-Preguntó preocupada.
-Claro, te llevaremos a nuestra base secreta. Estás débil, y no puedes andar con esa cola. Déjanos llevarte en nuestros caballos. Luego te pondremos a salvo.
-Pero, ¿y Alex?-Preguntó preocupada. Sentí como una punzada en el corazón.
-¿Vienes acompañada? ¿Dónde está tu acompañante?
-No sé…al despertar no estaba conmigo, yo…
-Entonces no llegó viva del viaje, lo sentimos mucho.-Entonces a Alice se le llenaron los ojos de lágrimas. Quise salir de allí, acudir a su encuentro. Sin embargo una fuerza tiró de mí hacia atrás. Y cuando intenté gritar, era como si me hubiese quedado muda. Miré a la lechuza y asintió con la cabeza. Volví a dirigir la mirada hacia fuera.
Se la estaban llevando muy lejos. Demasiado lejos. Decían ser del frente celeste, yo quería ir con ellos. Pero por alguna razón aquella lechuza, al parecer con poderes mágicos, no quería que fuese con ella. Me pregunté si llevaría su cristal. Hubo un momento en el que ya no la veía.
No tardó mucho en aparecer otro grupo, esta vez eran seres totalmente de ficción. Mis ojos maravillaron ante ese hallazgo. Parecieron decir algo en un idioma que, gracias al cristal, podía entender.
-Demasiado tarde, era una sirena.
-Intentaremos emboscar antes de que lleguen a la frontera. Órdenes directas de nuestra señora.
-De acuerdo, sigámosla.
Estaba segura de que eran defensores de Karshia. ¿Iban a emboscar para rescatar a Alice de los del frente celeste? Sin darme cuenta se marcharon. Ya estaban muy lejos.
Por fin, recobré el habla.
-Oye Piquito, ¿Qué diablos te pasaba?-Exclamé enfadada.-Se han llevado a Alice, ¿Ahora cómo la rescatamos? Van a emboscarla y no tenemos ni idea de donde están.
Entonces salimos de la cueva, y pude ver mejor el terreno que pisaba. Era rocoso, hostil y triste. No era como me habría imaginado. Quizás esperaba un poco más de verde, árboles con formas extrañas y animales correteando en total libertad. Pero no era así.
Me preocupaba Alice, pero no sabía qué hacer. Rebusqué en mis bolsillos y encontré su cristal, ahora sí que estaba alarmada. Y la mochila con todo lo que nos hacía falta la tenía yo. Ella era una sirena, estaba por tierra y no por mar. Me maldije por no haberla defendido o haber podido hacer algo. Justo cuando iba a maldecir a Piquito, un ser peludo se abalanzó sobre mí, chafándome contra el suelo.
-¡La tengo! ¡La tengo!
-Buen trabajo Lucas.-Dijo una voz femenina.-Pero no queremos matarla, solo que se una a nosotros. La necesitamos viva.
La gran bestia se apartó y me ofreció ayuda para levantarme. Era peluda, andaba a dos patas. Era delgada. Tenía un cuerno en la frente y motas alrededor de la cara. La faz no era peluda, incluso parecía muy humana. Era un cuerpo muy alargado y estilizado.
La mujer era humana, tendría unos treinta y muchos pero se cuidaba bien. Tenía el pelo corto y liso. Los acompañaban otros dos. Un humano más panzudo y viejo, y otra criatura más musculosa. Esa criatura parecía tener mucho entrecejo, andaba un encorvado, casi a cuatro patas. Su piel era de un tono grisáceo. Tenía unos ojos muy verdes.
-Somos el frente Celeste. Bienvenida a Kormun.


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