Aquella noche
había vuelto a soñar con esa pesadilla tan repetitiva y angustiosa. Por poco,
lograba abrir los ojos de aquella tortura. Tanteé la mesita para encender la
luz y comprobar que todo estaba en orden. Busqué también mis gafas, que
debían estar cerca. En cuanto las encontré me las coloqué con un pulso
incierto. Me incorporé sigilosa para no despertar a mis abuelos y fui hacia la
gran ventana de mi habitación. Imperaba la luna llena, además, con un cielo
totalmente despejado que dejaba brillar a la luna en todo su esplendor. Vacilé
un poco antes de comprobar que aquella marca no era real, de que otra vez
mi imaginación me había jugado una mala pasada. Suspiré, mientras mi corazón
seguía palpitando en mi pecho de forma incontrolada, yo temblaba del terror. Al
fin me decidí. Acerqué la muñeca a la luz de la luna. Esbocé una sonrisa de
alivio ante la ausencia de aquella marca misteriosa en mi piel. Pero no estaba
tranquila aún. Miré atentamente la luna y comprendí que en la pesadilla la luna
era igual. Respiré profundamente apoyando los dedos en el cristal frío de la
ventana, tratando de mantener la calma y convencerme a mí misma que sólo era un
sueño.
La luna llena…
Podía sentir la llamada de su luz. Era tan blanca, tan pura, tan bella y tan
mágica. Mis ojos quedaron hipnotizados por ella. Parecía como si me relajase,
como si me alentase.
Fue Mimí la que me
ayudó a salir del trance, ya que se arrimó a mis piernas para friccionar su
pequeña cabecita peluda.
-Hola Mimí.
Ella maulló y
contempló conmigo la luna. Pero entonces, pareció que algo le llamó más la
atención. Intentó alcanzar mi bolsillo, dónde había guardado el cristal. Ante
aquella insistencia, extraje el cristal y lo contemplé. Bueno, lo contemplamos
juntas. Mimí se aproximó para olisquearlo. Lo cierto era que, aquel cristal
parecía flotar en el aire con mucha más altura, sin necesidad de sostenerlo en
la mano. También observé que el cristal, buscaba el encuentro con la luna. Se
aproximó al cristal, chochando con éste levemente. Así una vez tras otra.
También observé que al liberarme de la posesión del cristal, mi atracción por
el esplendor de la luna había disminuido. Ya no estaba asumida en aquel extraño
trance…
Traté de
asimilarlo todo. Me parecía todo tan extraño. Habían pasado demasiadas cosas
últimamente como para sentarse a pensar en ellas. Era todo como en mis sueños,
sólo faltaban los seres mágicos volando por las nubes. Ahora que tenía tiempo,
me puse a pensar en ello, a reflexionarlo. Realmente lo necesitaba si no quería
acabar en un psicólogo.
-Veamos, he
encontrado un cristal, de origen sospechoso, que flota en el aire y en su
interior se pueden ver bonitos paisajes. Tiene luz propia. También, por lo que
parece, tiene tendencia a ir hacia el encuentro con la luna. O con su luz. O
con lo que sea. También tengo información sobre el bicho que me ataca por las
noches. Pero me he sobresaltado bastante, he hecho ruido, y la abuela ha venido
a ver qué había pasado. No me ha dado tiempo a cogerlo, así que estoy casi
igual que antes. También está ese libro gigante que brilla con tocar su lomo…
Bostecé y me puse
la mano en la boca. Estaba muy cansada. Tanto, que ni tan siquiera podía
mantenerme en pie. Me senté frente a la ventana. Mimí me imitó.
-No hay quien
entienda a la abuela. Si quiere que me quede en casa no sé para qué me envía a
un internado.
Mimí maulló y
quiso subir a mi regazo. Yo la cogí con cariño. Comenzó a lamerme toda la cara
con su lengua áspera, lo que me produjo un poco de repelús. Sin embargo, era el
concepto de beso afectivo que más fácil me resultaba recordar. En efecto, en
realidad sí que sabía por qué mi abuela quería que estuviese lo más lejos
posible, aunque con el derecho de vivir sobre el mismo techo. Mi abuela era un
modelo a seguir por muchas mujeres del pueblo en el que vivían. Al acogerme en
su casa y educándome llevándome a los mejores internados al quedar huérfana, mi
abuela quedó como una santa ante todas las demás. Tampoco tenía mucho por
escoger. Sabría qué le tocaría igual cargar conmigo ya que mi otra abuela
estaba ingresada por alzhéimer en un centro no se encontraba tampoco en
muy buenas condiciones. Que a pesar de muchas insistencias mías, nunca ha
querido dejarme ir a verla. Decía deliraba y no desearía encontrarme con ella.
Pero muchas veces, a mí se me había pasado por la cabeza que la que realmente
deliraba era ella.
A ella le
encantaba ser valorada de ese modo por el resto de las mujeronas ricas de su
ámbito social. Le hacía sentirse mucho más importante gracias a las numerosas
visitas semanales que llenaban el hueco que dejaban las ausencias del
abuelo.
-Lo sé. Yo también
te echaré muchísimo de menos cuando me vaya.-La abracé y la besé.- Pero antes
de irme, debo encontrar información acerca esa bestia e investigar. Aún tenemos
tiempo.
Entonces Mimí se
dirigió hacia el armario y trató de abrirlo con sus patitas hirsutas. Maulló
varias veces. Yo le indiqué que se callase con el índice del dedo puesto en mis
labios, no quería que despertase a la abuela, mientras me guardaba el cristal
en mi bolsillo. Abrí el armario y el doble fondo. Luego abrí la puerta con
mucha precaución. Bajamos la oscura escalera de caracol, que estaba totalmente
a oscuras y solo Mimí con sus ojos felinos no nos caímos de milagro. Era una
buena guía, y me ayudaba hasta el final. Pero ignoraba por completo si esos
comportamientos eran normales en todos los gatos. Tan solo conocía a Mimí.
Llegamos al
sótano, no sin sustos y complicaciones. Allí esquivamos, con la poca luz que se
filtraba de la luna, la oleada de libros que se habían caído de algunas
estanterías o que simplemente no cabían. Al sortear el gran laberinto de
estanterías apiñadas. Mimí ya no me acompañaba. Estaba cazando a un roedor que
habíamos oído nada más entrar. Justo dónde había escondido la caja, la extraje
con mucho cuidado. También busqué, palpando en la oscuridad, las hojas
arrancadas. Conseguí recopilarlas todas. Extraje el cristal, en busca de algo
de luz gracias a su resplandor azulado. Pero no parecía bastar con esa luz tan
inocente e infanta.
-Necesito más
luz…-Comenté por lo bajo, cuando de pronto de aquel cristal emanó una gran
fuente de luz blanca. Me cegó por sorpresa. Segundos después esa luz tan
intensa se atenuó un poco y resultó un bálsamo para la vista. Acerqué el
cristal al gran libro y sobre él, puse las hojas sobre las criaturas. No
entendí nada. Seguía estando escrito en una lengua desconocida. Entonces me
pregunté si…
-Quisiera poder
entender este idioma…
Tal y como
esperaba, esas letras parecieron modificarse a mi vista, y comencé a aprender a
leer esas letras y sus significados. Esbocé una sonrisa. Ahora todo era legible
para mí. Observé con especial prioridad la hoja sobre la criatura que me
incordiaba en mis pesadillas. Así decía:
<<Homocrudelis, o como todo los habitantes de Kormun los conocen, Lakedos.
Estos seres se alimentan de la magia pura, la magia más poderosa, de los seres
que la poseen en busca de un remedio contra su angustia eterna. Estas bestias
tienen su auge cuando sale la luna llena. No quiere decir que sean más
poderosas. Éstos usan las noches de luna completa para buscar a presas de magia
pura. La luna llena beneficia los poderes de los seres mágicos puros, pero los
seres tenebrosos aprovechan para salir de cacería. Los Lakedos prefieren presas
difíciles de encontrar, con mucho poder mágico. Aunque éstas, si no soportan
tal poder de pureza en sus víctimas, pueden llegar a un estado de locura
máximo. Puede que incluso intenten transformar a sus víctimas a su propia
semejanza para tenerlos en sus colonias. La sangre pura los altera, los
confunde, los llena de ira, de dolor, de rabia. Ya que los Lakedos no pueden
disfrutar de un alma pura, son pura pesadilla. Los tumores que hay por su
cuerpo son antiguas extremidades. Se pudren vivas y se caen, o incluso, a causa
de su deformidad y descompensación extrema las arrancan. No obstante, se quedan
volcanes activos de viscosidades violetas para el resto de su vida. La
magia pura que buscan entre otras cosas en sus víctimas, la utilizan para
calmar sus torturas. Pueden ser tales como los tumores, los colmillos que les
salen por toda la faz, o quizás para liberarse de esa maldición que les
concierne y que algunos llevan escrita al nacer. Aunque solo les alivia por
días, dependiendo el poder mágico de la presa, les calma su ira inexplicable,
su deseo de destrozar, les ameniza su llanto desconsolado por su cruel
realidad…>>
Al leer estas
descripciones y mirar esos dibujos que explicaban claramente la criatura, se me
encogía el corazón. Casi habría preferido no saber nada de esas bestias.
<<Una de las
pocas cosas que se saben de los Lakedos para derrotarlos, es que son criaturas
torpes. Aunque a pesar de su apariencia esquelética tengan fuerza sobrenatural,
los Lakedos no ven bien en la oscuridad. Tampoco suelen tener un buen sentido
del equilibrio, porque sus extremidades suelen estar deformes. Son sus marcas
luminosas, sedientas de magia pura que consumir, las que permiten a los Lakedos
perseguir a las presas sin importarles la oscuridad del lugar…>>
Recordé su torpeza
al chocarse con los árboles.
<<Hay una
leyenda, que afirma que los Lakedos pueden ser derrotados con una sobrecargar
de magia pura. Pero bien cierto es, que cuanto mayor sea tu poder para
derrotarlos, mayor será su atracción por ese poder. Precaución con los
cristales fragmentados de Karshia. Difíciles de encontrar, pero tienen mucho más
poder mágico que cualquier otro objeto arcano. Puedes atraerlos con mucha más
intensidad, en manadas, más aún bajo la luz de la luna. O también, posees los
conocimientos, puedes derrotarlos. >>
-Este libro repite
muchas cosas…-Mustié cuando empezaba a hacerme un lío.
Mi atención se
mostró entonces en aquel mágico cristal que flotaba por el sótano, tenía la
esperanza de que fuera un fragmento de Karshia, tal y como decía ese libro. De
ser así, tendría posibilidades de salvar mi vida, o también posibilidades de
atraer a una manada en vez de a uno y morir. Sin embargo no incluía información
sobre esos fragmentos. Entonces entendí, que si quería conocer la forma de
derrotar a esa diabólica bestia, debía primero, saberlo todo acerca de Karshia
y esos cristales fragmentados. ¿Quién sería Karshia?
Quité el montón de
hojas sueltas y las metí en un diario de anotaciones que había suelto por ahí
seguramente con mapas fantásticos e irreales. Contemplé el título del libro.
Karshia. ¿Y si se refería a un trozo del libro? El libro brillaba al pasar el
dedo por encima de él. Incluso, se podía percibir un cosquilleo que fluía desde
las llenas de mis dedos hasta mi columna. Como si el libro quisiera comunicarse
conmigo. Definitivamente, aquel libro era mágico. Pero no parecía para nada ser
un cristal.
Vacilé un poco
antes de abrirlo.
<<Esta es la
magnífica historia que conocemos sobre nuestra querida Karshia. Rica y
abundante, y lo que es mejor de ella; infinita. Cielos multicolores, con
numerosas estrellas alumbrando día y noche. Vegetación exquisita, variedades
inimaginables para cualquier ser de otro planeta. Bestias poderosas, mágicas,
sobrenaturales. Sin embargo, todo asumido en la paz y armonía del equilibrio.
Algunos, lo llaman el paraíso. Sin embargo, a otros les inquieta la idea de que
este gran mundo sea infinito. Allá a dónde vayas, jamás encontrarás el límite.
Ningún ser ha logrado demostrar que Karshia no es infinita, porque ningún ser
ha llegado de su viaje para demostrarlo. >>
-Definitivamente
es un planeta. O un mundo escondido. Pero… ¿No es un poco extraño que sea
infinito?
Mimí volvió con un
ratón en la boca y se sentó a mi lado, como si estuviese atraída por aquella
historia. La felicité por su caza y continué la lectura:
<<Hace mucho
tiempo, unos seres mágicos invadieron nuestro planeta Tierra. Eran unos seres
procedentes de Kormun. Nuestro querido planeta se encontraba en la edad media,
dónde los dragones y demás seres se instalaron. Aún no se sabe la razón
de este suceso, nadie ha sabido explicarlo, pero ocurrió. De pronto, un ser
sobre todos los demás se alzó en medio de las guerras y masacres para
establecer una paz. A estos seres invasores los llevó a una tierra paradisiaca,
Karshia. Y aunque muchos seres humanos ignoraron su éxodo a Karshia, dándolos
por muertos, algunos humanos sí que se percataron de su ausencia. No podía ser
obra humana. Fue todo obra del legendario protector de Karshia, Vertuk. Aún
así, no pudo evitar que los seres humanos evolucionaran y descubrieran nuevas
herramientas y conocimientos. Entre otros, que les llevó a encontrar la forma
de acceder a Karshia.
No todos estos
seres mágicos se fueron a Karshia. Algunos, prefirieron quedarse en la Tierra.
Éstos se ocultaron, o algunos que lograron camuflarse, pasaron desapercibidos de
su verdadero origen. Al ocurrir esto, se quedaron abiertos los puentes
entre los mundos. La Tierra, Karshia y Kormun.
Además, algunos
averiguaron que la luna llena era el momento clave para cruzar el puente entre
la Tierra y Karshia, ya que potenciaba su poder mágico.
Y así, los humanos
llegamos a Karshia.
Los humanos,
siempre avariciosos, sedientos de recoger la mayor parte de los terrenos que
eran infinitos. Al descubrir que éste mundo era infinito comenzaron una
migración hacia Karshia. Los habitantes originales de ella al inicio lo
soportaron con desgana. Fue Vertuk el que insistió en el equilibrio entre todas
las razas, y que en ese territorio también podían ser admitidos los humanos.
Pero no hubo paz, nunca la hubo realmente. Hubo revueltas y tensiones fuertes.
Todo esto se acumuló hasta que los seres humanos trajeron de su tierra las
“armas”. Eran potentes, y las utilizaron para someter a las bestias a su
placer. Esto, desencadenó la guerra.
Algunos lograron
con el revuelo escapar a Kormun y a la Tierra. Cuando la situación se convirtió
en un auténtico infierno, en el que comenzaron a destruirlo todo en Karshia.
Vertuk tomó la decisión, de que si ningún ser era capaz de compartir Karshia,
ningún ser volvería a ella. Transformó a Karshia en una bola de cristal y la
rompió. Sus fragmentos se desperdigaron por los dos mundos anexados; La tierra
y Kormun. No se supo más de Vertuk. Al menos en Kormun no se le volvió a ver.
Bueno, de hecho, los dos planetas quedaron totalmente separados por los
millones y millones de galaxias. Solo con todos los fragmentos, y un poder
mágico importante, se puede acceder de nuevo a Karshia. Se dice que con la
ayuda de Vertuk, se podría reconstruir Karshia de nuevo…>>
Paré de leer,
tenía que asimilarlo todo. Y no fue muy fácil. Todo aquello que había sido
mencionado en ese libro me resultó incluso demasiado falso hasta para alguien
como yo, a quien le fascinaba todo ese ámbito. Pero si miraba en el interior de
aquel cristal, se mostraban imágenes de lo que podría ser Karshia. Al agarrar
el cristal con todas mis fuerzas, sentía como si respirase, como si palpitase.
Incluso podía escuchar el silbido del viento atravesando los ramajes de los
árboles, los cantos de las aves de allí, el aroma del aire…
Ante todo aquello,
me surgió de nuevo la duda. ¿Qué pasó después?
<<Vertuk se
aseguró de que nadie en la tierra logaría encontrar nuevamente la forma de
acceder a Karshia. Estos fragmentos quedaron repartidos por ambos planetas, por
lo que se considera imposible encontrarlos todos. En la tierra, se dice que
muchos han intentado convencer a sus habitantes, pero lo cierto era que no
todos los humanos habían confiado y creído en la magia de Karshia. Incluso, la
Iglesia lo consideró una aberración contra Dios. Decían que aquello eran
realmente las puertas del infierno y todo aquel que entrase en la tentación del
paraíso anticipado ardería más tarde en las llamas del subsuelo. Por otra
parte, los habitantes que escaparon a Kormun, no superaron sus diferencias.
Allí, aunque la magia es más abundante y presente que en la Tierra, no se
saborea en todo su esplendor para las criaturas mágicas tanto como en Karshia.
Los humanos, por su parte, enfadados por la ausencia de terreno en comparación
con aquello que habían llegado a disfrutar en Karshia. En Kormun, existe una
rivalidad permanente ligada al pasado que jamás han querido asumir. Los
humanos, esos seres que se consideran superiores ya que en su planeta de origen
lo eran. Los habitantes de Kormun, que intentan con sus medios evitar ser
sometidos por los invasores. Aunque tiempo atrás todo Kormun les pertenecía,
ahora se negaban a compartirlo con humanos. Ahora el planeta era dividido en
dos y entre esos dos una franja importante de espacio. Ese espacio, devastado
por las guerras, que cada vez se reduce por las conquistas, y que está
destinado a la lucha.
Es imposible
conseguir la conciliación de estas razas. >>
Sentía una
profunda empatía con todo aquello que había pasado en Karshia. Tampoco podía
evitar sentirse culpable por la razón de ser humana. Sin embargo, cada vez
odiaba más su condición de raza. Y cada vez más, aumentaban sus ganas de ser un
ser mágico y diferente. Ahora que tenía algo más claro qué era Karshia y esos
fragmentos de los que hablaba el documento sobre las bestias de los Lakedos,
sentí la necesidad de continuar mi lectura en aquel libro. Pero un ruido
impidió que pudiese leer.
Era mi abuelo.
Había vuelto ebrio hasta las cejas. Había despertado a mi abuela y ahora estaban
discutiendo en la cocina. Debían llevar un buen rato así, sin embargo ya no
entendía lo que decían. Era un idioma que me sonaba, pero era como si no
entendiese nada de nada. Miré el libro, y lo entendí. Pero seguía sin entender
a mis abuelos discutiendo. Me maldije a mí misma.
-Cristal, quisiera
entender el idioma de este libro y el mío materno.-Formulé sin reconocer ese
acento y palabras que había usado. Era como si estuviese hablando otro idioma.
Pero el cristal no hizo nada. Estaba perdiendo brillo a pesar de la luna llena.
Supuse que en un lugar tan umbrío no se podía hacer gran cosa. Busqué
rápidamente un hueco entre tanto libro que diese al pequeño ventanuco que había
para iluminar por la noche. Justo cuando el cristal parecía cobrar brillo, la
abuela abrió la puerta y bajó las escaleras. Como me había subido a un
importante de libros y cajas apiladas para poder llegar, me pillo infraganti.
Su expresión fue casi la de quedarse petrificada. Por suerte, sí que me dio
tiempo a esconder el cristal en mi bolsillo. Giré la cabeza cuando escuché su
voz.
-¿Qué haces ahí
subida? ¡Baja inmediatamente señorita!
Huuy se la va a cargar >.<
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