lunes, 16 de julio de 2012

3. Karshia.


Aquella noche había vuelto a soñar con esa pesadilla tan repetitiva y angustiosa. Por poco, lograba abrir los ojos de aquella tortura. Tanteé la mesita para encender la luz y comprobar que todo estaba en orden. Busqué también mis  gafas, que debían estar cerca. En cuanto las encontré me las coloqué con un pulso incierto. Me incorporé sigilosa para no despertar a mis abuelos y fui hacia la gran ventana de mi habitación. Imperaba la luna llena, además, con un cielo totalmente despejado que dejaba brillar a la luna en todo su esplendor. Vacilé un poco antes de comprobar que aquella marca no era real,  de que otra vez mi imaginación me había jugado una mala pasada. Suspiré, mientras mi corazón seguía palpitando en mi pecho de forma incontrolada, yo temblaba del terror. Al fin me decidí. Acerqué la muñeca a la luz de la luna. Esbocé una sonrisa de alivio ante la ausencia de aquella marca misteriosa en mi piel. Pero no estaba tranquila aún. Miré atentamente la luna y comprendí que en la pesadilla la luna era igual. Respiré profundamente apoyando los dedos en el cristal frío de la ventana, tratando de mantener la calma y convencerme a mí misma que sólo era un sueño.

La luna llena… Podía sentir la llamada de su luz. Era tan blanca, tan pura, tan bella y tan mágica. Mis ojos quedaron hipnotizados por ella. Parecía como si me relajase, como si me alentase.
Fue Mimí la que me ayudó a salir del trance, ya que se arrimó a mis piernas para friccionar su pequeña cabecita peluda.

-Hola Mimí.

Ella maulló y contempló conmigo la luna. Pero entonces, pareció que algo le llamó más la atención. Intentó alcanzar mi bolsillo, dónde había guardado el cristal. Ante aquella insistencia, extraje el cristal y lo contemplé. Bueno, lo contemplamos juntas. Mimí se aproximó para olisquearlo. Lo cierto era que, aquel cristal parecía flotar en el aire con mucha más altura, sin necesidad de sostenerlo en la mano. También observé que el cristal, buscaba el encuentro con la luna. Se aproximó al cristal, chochando con éste levemente. Así una vez tras otra. También observé que al liberarme de la posesión del cristal, mi atracción por el esplendor de la luna había disminuido. Ya no estaba asumida en aquel extraño trance…
Traté de asimilarlo todo. Me parecía todo tan extraño. Habían pasado demasiadas cosas últimamente como para sentarse a pensar en ellas. Era todo como en mis sueños, sólo faltaban los seres mágicos volando por las nubes. Ahora que tenía tiempo, me puse a pensar en ello, a reflexionarlo. Realmente lo necesitaba si no quería acabar en un psicólogo.

-Veamos, he encontrado un cristal, de origen sospechoso, que flota en el aire y en su interior se pueden ver bonitos paisajes. Tiene luz propia. También, por lo que parece, tiene tendencia a ir hacia el encuentro con la luna. O con su luz. O con lo que sea. También tengo información sobre el bicho que me ataca por las noches. Pero me he sobresaltado bastante, he hecho ruido, y la abuela ha venido a ver qué había pasado. No me ha dado tiempo a cogerlo, así que estoy casi igual que antes. También está ese libro gigante que brilla con tocar su lomo…

Bostecé y me puse la mano en la boca. Estaba muy cansada. Tanto, que ni tan siquiera podía mantenerme en pie. Me senté frente a la ventana. Mimí me imitó.

-No hay quien entienda a la abuela. Si quiere que me quede en casa no sé para qué me envía a un internado.  
Mimí maulló y quiso subir a mi regazo. Yo la cogí con cariño. Comenzó a lamerme toda la cara con su lengua áspera, lo que me produjo un poco de repelús. Sin embargo, era el concepto de beso afectivo que más fácil me resultaba recordar. En efecto, en realidad sí que sabía por qué mi abuela quería que estuviese lo más lejos posible, aunque con el derecho de vivir sobre el mismo techo. Mi abuela era un modelo a seguir por muchas mujeres del pueblo en el que vivían. Al acogerme en su casa y educándome llevándome a los mejores internados al quedar huérfana, mi abuela quedó como una santa ante todas las demás. Tampoco tenía mucho por escoger. Sabría qué le tocaría igual cargar conmigo ya que mi otra abuela estaba ingresada por alzhéimer  en un centro no se encontraba tampoco en muy buenas condiciones. Que a pesar de muchas insistencias mías, nunca ha querido dejarme ir a verla. Decía deliraba y no desearía encontrarme con ella. Pero muchas veces, a mí se me había pasado por la cabeza que la que realmente deliraba era ella. 

A ella le encantaba ser valorada de ese modo por el resto de las mujeronas ricas de su ámbito social. Le hacía sentirse mucho más importante gracias a las numerosas visitas semanales que llenaban el hueco que dejaban las ausencias del abuelo. 

-Lo sé. Yo también te echaré muchísimo de menos cuando me vaya.-La abracé y la besé.- Pero antes de irme, debo encontrar información acerca esa bestia e investigar. Aún tenemos tiempo.
Entonces Mimí se dirigió hacia el armario y trató de abrirlo con sus patitas hirsutas. Maulló varias veces. Yo le indiqué que se callase con el índice del dedo puesto en mis labios, no quería que despertase a la abuela, mientras me guardaba el cristal en mi bolsillo. Abrí el armario y el doble fondo. Luego abrí la puerta con mucha precaución. Bajamos la oscura escalera de caracol, que estaba totalmente a oscuras y solo Mimí con sus ojos felinos no nos caímos de milagro. Era una buena guía, y me ayudaba hasta el final. Pero ignoraba por completo si esos comportamientos eran normales en todos los gatos. Tan solo conocía a Mimí.

Llegamos al sótano, no sin sustos y complicaciones. Allí esquivamos, con la poca luz que se filtraba de la luna, la oleada de libros que se habían caído de algunas estanterías o que simplemente no cabían. Al sortear el gran laberinto de estanterías apiñadas. Mimí ya no me acompañaba. Estaba cazando a un roedor que habíamos oído nada más entrar. Justo dónde había escondido la caja, la extraje con mucho cuidado. También busqué, palpando en la oscuridad, las hojas arrancadas. Conseguí recopilarlas todas. Extraje el cristal, en busca de algo de luz gracias a su resplandor azulado. Pero no parecía bastar con esa luz tan inocente e infanta. 

-Necesito más luz…-Comenté por lo bajo, cuando de pronto de aquel cristal emanó una gran fuente de luz blanca. Me cegó por sorpresa. Segundos después esa luz tan intensa se atenuó un poco y resultó un bálsamo para la vista. Acerqué el cristal al gran libro y sobre él, puse las hojas sobre las criaturas. No entendí nada. Seguía estando escrito en una lengua desconocida. Entonces me pregunté si…

-Quisiera poder entender este idioma…

Tal y como esperaba, esas letras parecieron modificarse a mi vista, y comencé a aprender a leer esas letras y sus significados. Esbocé una sonrisa. Ahora todo era legible para mí. Observé con especial prioridad la hoja sobre la criatura que me incordiaba en mis pesadillas. Así decía:
<<Homocrudelis, o como todo los habitantes de Kormun los conocen, Lakedos. Estos seres se alimentan de la magia pura, la magia más poderosa, de los seres que la poseen en busca de un remedio contra su angustia eterna. Estas bestias tienen su auge cuando sale la luna llena. No quiere decir que sean más poderosas. Éstos usan las noches de luna completa para buscar a presas de magia pura. La luna llena beneficia los poderes de los seres mágicos puros, pero los seres tenebrosos aprovechan para salir de cacería. Los Lakedos prefieren presas difíciles de encontrar, con mucho poder mágico. Aunque éstas, si no soportan tal poder de pureza en sus víctimas, pueden llegar a un  estado de locura máximo. Puede que incluso intenten transformar a sus víctimas a su propia semejanza para tenerlos en sus colonias. La sangre pura los altera, los confunde, los llena de ira, de dolor, de rabia. Ya que los Lakedos no pueden disfrutar de un alma pura, son pura pesadilla. Los tumores que hay por su cuerpo son antiguas extremidades. Se pudren vivas y se caen, o incluso, a causa de su deformidad y descompensación extrema las arrancan. No obstante, se quedan volcanes activos de viscosidades violetas  para el resto de su vida. La magia pura que buscan entre otras cosas en sus víctimas, la utilizan para calmar sus torturas. Pueden ser tales como los tumores, los colmillos que les salen por toda la faz, o quizás para liberarse de esa maldición que les concierne y que algunos llevan escrita al nacer. Aunque solo les alivia por días, dependiendo el poder mágico de la presa, les calma su ira inexplicable, su deseo de destrozar, les ameniza su llanto desconsolado por su cruel realidad…>>

Al leer estas descripciones y mirar esos dibujos que explicaban claramente la criatura, se me encogía el corazón. Casi habría preferido no saber nada de esas bestias. 

<<Una de las pocas cosas que se saben de los Lakedos para derrotarlos, es que son criaturas torpes. Aunque a pesar de su apariencia esquelética tengan fuerza sobrenatural, los Lakedos no ven bien en la oscuridad. Tampoco suelen tener un buen sentido del equilibrio, porque sus extremidades suelen estar deformes. Son sus marcas luminosas, sedientas de magia pura que consumir, las que permiten a los Lakedos perseguir a las presas sin importarles la oscuridad del lugar…>>

Recordé su torpeza al chocarse con los árboles. 
<<Hay una leyenda, que afirma que los Lakedos pueden ser derrotados con una sobrecargar de magia pura. Pero bien cierto es, que cuanto mayor sea tu poder para derrotarlos, mayor será su atracción por ese poder. Precaución con los cristales fragmentados de Karshia. Difíciles de encontrar, pero tienen mucho más poder mágico que cualquier otro objeto arcano. Puedes atraerlos con mucha más intensidad, en manadas, más aún bajo la luz de la luna. O también, posees los conocimientos, puedes derrotarlos. >>
-Este libro repite muchas cosas…-Mustié cuando empezaba a hacerme un lío.
Mi atención se mostró entonces en aquel mágico cristal que flotaba por el sótano, tenía la esperanza de que fuera un fragmento de Karshia, tal y como decía ese libro. De ser así, tendría posibilidades de salvar mi vida, o también posibilidades de atraer a una manada en vez de a uno y morir. Sin embargo no incluía información sobre esos fragmentos. Entonces entendí, que si quería conocer la forma de derrotar a esa diabólica bestia, debía primero, saberlo todo acerca de Karshia y esos cristales fragmentados. ¿Quién sería Karshia?
Quité el montón de hojas sueltas y las metí en un diario de anotaciones que había suelto por ahí seguramente con mapas fantásticos e irreales. Contemplé el título del libro. Karshia. ¿Y si se refería a un trozo del libro? El libro brillaba al pasar el dedo por encima de él. Incluso, se podía percibir un cosquilleo que fluía desde las llenas de mis dedos hasta mi columna. Como si el libro quisiera comunicarse conmigo. Definitivamente, aquel libro era mágico. Pero no parecía para nada ser un cristal.
Vacilé un poco antes de abrirlo. 

<<Esta es la magnífica historia que conocemos sobre nuestra querida Karshia. Rica y abundante, y lo que es mejor de ella; infinita. Cielos multicolores, con numerosas estrellas alumbrando día y noche. Vegetación exquisita, variedades inimaginables para cualquier ser de otro planeta. Bestias poderosas, mágicas, sobrenaturales. Sin embargo, todo asumido en la paz y armonía del equilibrio. Algunos, lo llaman el paraíso. Sin embargo, a otros les inquieta la idea de que este gran mundo sea infinito. Allá a dónde vayas, jamás encontrarás el límite. Ningún ser ha logrado demostrar que Karshia no es infinita, porque ningún ser ha llegado de su viaje para demostrarlo. >>

-Definitivamente es un planeta. O un mundo escondido. Pero… ¿No es un poco extraño que sea infinito?

Mimí volvió con un ratón en la boca y se sentó a mi lado, como si estuviese atraída por aquella historia. La felicité por su caza y continué la lectura:

<<Hace mucho tiempo, unos seres mágicos invadieron nuestro planeta Tierra. Eran unos seres procedentes de Kormun. Nuestro querido planeta se encontraba en la edad media, dónde los dragones y demás seres se instalaron. Aún no se sabe  la razón de este suceso, nadie ha sabido explicarlo, pero ocurrió. De pronto, un ser sobre todos los demás se alzó en medio de las guerras y masacres para establecer una paz. A estos seres invasores los llevó a una tierra paradisiaca, Karshia. Y aunque muchos seres humanos ignoraron su éxodo a Karshia, dándolos por muertos, algunos humanos sí que se percataron de su ausencia. No podía ser obra humana. Fue todo obra del legendario protector de Karshia, Vertuk. Aún así, no pudo evitar que los seres humanos evolucionaran y descubrieran nuevas herramientas y conocimientos. Entre otros, que les llevó a encontrar la forma de acceder a Karshia.
No todos estos seres mágicos se fueron a Karshia. Algunos, prefirieron quedarse en la Tierra. Éstos se ocultaron, o algunos que lograron camuflarse, pasaron desapercibidos de su verdadero origen.  Al ocurrir esto, se quedaron abiertos los puentes entre los mundos. La Tierra, Karshia y Kormun.
Además, algunos averiguaron que la luna llena era el momento clave para cruzar el puente entre la Tierra y Karshia, ya que potenciaba su poder mágico.
Y así, los humanos llegamos a Karshia.
Los humanos, siempre avariciosos, sedientos de recoger la mayor parte de los terrenos que eran infinitos. Al descubrir que éste mundo era infinito comenzaron una migración hacia Karshia. Los habitantes originales de ella al inicio lo soportaron con desgana. Fue Vertuk el que insistió en el equilibrio entre todas las razas, y que en ese territorio también podían ser admitidos los humanos. Pero no hubo paz, nunca la hubo realmente. Hubo revueltas y tensiones fuertes. Todo esto se acumuló hasta que los seres humanos trajeron de su tierra las “armas”. Eran potentes, y las utilizaron para someter a las bestias a su placer. Esto, desencadenó la guerra.
Algunos lograron con el revuelo escapar a Kormun y a la Tierra. Cuando la situación se convirtió en un auténtico infierno, en el que comenzaron a destruirlo todo en Karshia. Vertuk tomó la decisión, de que si ningún ser era capaz de compartir Karshia, ningún ser volvería a ella. Transformó a Karshia en una bola de cristal y la rompió. Sus fragmentos se desperdigaron por los dos mundos anexados; La tierra y Kormun. No se supo más de Vertuk. Al menos en Kormun no se le volvió a ver. Bueno, de hecho, los dos planetas quedaron totalmente separados por los millones y millones de galaxias. Solo con todos los fragmentos, y un poder mágico importante, se puede acceder de nuevo a Karshia. Se dice que con la ayuda de Vertuk, se podría reconstruir Karshia de nuevo…>>

Paré de leer, tenía que asimilarlo todo. Y no fue muy fácil. Todo aquello que había sido mencionado en ese libro me resultó incluso demasiado falso hasta para alguien como yo, a quien le fascinaba todo ese ámbito. Pero si miraba en el interior de aquel cristal, se mostraban imágenes de lo que podría ser Karshia. Al agarrar el cristal con todas mis fuerzas, sentía como si respirase, como si palpitase. Incluso podía escuchar el silbido del viento atravesando los ramajes de los árboles, los cantos de las aves de allí, el aroma del aire…
Ante todo aquello, me surgió de nuevo la duda. ¿Qué pasó después?


<<Vertuk se aseguró de que nadie en la tierra logaría encontrar nuevamente la forma de acceder a Karshia. Estos fragmentos quedaron repartidos por ambos planetas, por lo que se considera imposible encontrarlos todos. En la tierra, se dice que muchos han intentado convencer a sus habitantes, pero lo cierto era que no todos los humanos habían confiado y creído en la magia de Karshia. Incluso, la Iglesia lo consideró una aberración contra Dios. Decían que aquello eran realmente las puertas del infierno y todo aquel que entrase en la tentación del paraíso anticipado ardería más tarde en las llamas del subsuelo. Por otra parte, los habitantes que escaparon a Kormun, no superaron sus diferencias. Allí, aunque la magia es más abundante y presente que en la Tierra, no se saborea en todo su esplendor para las criaturas mágicas tanto como en Karshia. Los humanos, por su parte, enfadados por la ausencia de terreno en comparación con aquello que habían llegado a disfrutar en Karshia. En Kormun, existe una rivalidad permanente ligada al pasado que jamás han querido asumir. Los humanos, esos seres que se consideran superiores ya que en su planeta de origen lo eran. Los habitantes de Kormun, que intentan con sus medios evitar ser sometidos por los invasores. Aunque tiempo atrás todo Kormun les pertenecía, ahora se negaban a compartirlo con humanos. Ahora el planeta era dividido en dos y entre esos dos una franja importante de espacio. Ese espacio, devastado por las guerras, que cada vez se reduce por las conquistas, y que está destinado a la lucha.
Es imposible conseguir la conciliación de estas razas. >>

Sentía una profunda empatía con todo aquello que había pasado en Karshia. Tampoco podía evitar sentirse culpable por la razón de ser humana. Sin embargo, cada vez odiaba más su condición de raza. Y cada vez más, aumentaban sus ganas de ser un ser mágico y diferente. Ahora que tenía algo más claro qué era Karshia y esos fragmentos de los que hablaba el documento sobre las bestias de los Lakedos, sentí la necesidad de continuar mi lectura en aquel libro. Pero un ruido impidió que pudiese leer. 

Era mi abuelo. Había vuelto ebrio hasta las cejas. Había despertado a mi abuela y ahora estaban discutiendo en la cocina. Debían llevar un buen rato así, sin embargo ya no entendía lo que decían. Era un idioma que me sonaba, pero era como si no entendiese nada de nada. Miré el libro, y lo entendí. Pero seguía sin entender a mis abuelos discutiendo. Me maldije a mí misma.

-Cristal, quisiera entender el idioma de este libro y el mío materno.-Formulé sin reconocer ese acento y palabras que había usado. Era como si estuviese hablando otro idioma. Pero el cristal no hizo nada. Estaba perdiendo brillo a pesar de la luna llena. Supuse que en un lugar tan umbrío no se podía hacer gran cosa. Busqué rápidamente un hueco entre tanto libro que diese al pequeño ventanuco que había para iluminar por la noche. Justo cuando el cristal parecía cobrar brillo, la abuela abrió la puerta y bajó las escaleras. Como me había subido a un importante de libros y cajas apiladas para poder llegar, me pillo infraganti. Su expresión fue casi la de quedarse petrificada. Por suerte, sí que me dio tiempo a esconder el cristal en mi bolsillo. Giré la cabeza cuando escuché su voz.

-¿Qué haces ahí subida? ¡Baja inmediatamente señorita!

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