sábado, 21 de julio de 2012

5.La despedida.




Los primeros rayos de sol se filtraron por la ventana, acariciando mi tez blanca y dando brillo a mi melena negra como la pluma de un cuervo. Mis labios estaban cortados por el frio y me dolía todo el cuerpo. Si ya tenía suficiente con las magulladuras que me recorrían el cuerpo, ahora debía añadirle una molestia más; Al pasar la noche en aquel sillón viejo, tuve que dormir retorcida, encogida y de mala manera. Me incorporé, me estiré y sentí un buen dolor en la zona de la lumbar. 

Me había despertado antes de que el sol abandonase la línea de tierra en el horizonte. Los pájaros apresuraban su vuelo en busca de comida y un cielo raso teñido precioso me daban los buenos días en aquella mañana. 
Aquella noche había nevado fuerte. Ahora el bosque, el internado y sus jardines tenían un gran manto blanco. Las copas de los árboles, parecían espolvoreados con azúcar y sus troncos parecían mucho más oscuros.
En una mesa cercana estaba Alice. Se había quedado dormida sentada en una silla y apoyada en aquella mesa. Sobre la mesa había una montaña de libros viejos y una lupa que ella misma sostenía. Al final le presté uno de los cristales para que pudiese leerse aquellos libros por mí. Le hacía mucha más ilusión. Y a mí, se me hacían eternos.
Realmente dudaba de que fueran una sirena. Y solo había una manera de comprobarlo…
Abrí una de las ventanas, por lo que el aire fresco azotó en mi rostro de lleno. Reuní un poco de nieve de la que había allí acumulada con las manos y me aproximé a ella. Busqué su mano y deposité allí la nieve, que no tardó en descongelarse. Dio un respingo y en seguida despertó. Alarmada se quitó la nieve de encima y se secó la mano con la manta que la abrigaba.

-¡¿Qué has hecho?!-Quiso saber totalmente enfadada.
-Comprobar que no mentías.

-¡No puedo mojarme ahora! ¡Hoy es noche de luna llena!-Replicó.-Ahora me transformaré hasta que pase la noche…

-No comprendo…Tú dijiste que al nacer te habían hechizado para poder pasar desapercibida ¿No?

-Sí.-Aclaró insistiendo en secarse la superficie de su mano muchas veces.-Pero no es tan fácil como crees. Las noches de luna llena todos los seres mágicos sentimos un incremento de nuestra magia, que es un gran beneficio después de la escasez que hay por la tierra…Pero también debemos tener cautela, porque nuestros hechizos de protección o camuflaje se hacen vulnerables al verse con mayor fuerza nuestras características mágicas.

-Entiendo…

-¡Yo sí que debería sospechar de ti! Tienes un cristal de Karshia y aún no me has dicho nada. ¿Qué se supone que eres realmente? ¿Cómo encontraste el gran libro? ¿Y cómo es que…? ¡AAAAH!-Exclamó al resbalar al suelo.

-¿Qué es eso?-Exclamé al ver que sus piernas estaban desprendiendo una mucosidad espesa que se solidificaba. Pronto sus piernas habían quedado unidas e inmóviles. Aquella viscosidad se tornó brillante y escamosa. No pasó mucho tiempo hasta que aquello tomó color coral y comenzó a prolongarse la cola y con esto, se le rompió la ropa de la parte inferior. La cola transparentaba un poco en sus extremidades alargadas. Durante todo este proceso, ella escandalizaba de dolor y sufría. Yo había presenciado algo inédito. Siempre había pensado que las sirenas, se transformaban desprendiendo una gran luz que luego se prolongaba en una gran cola. Me había decepcionado con mis expectativas, aunque así tenía más sentido. La contemplé con admiración y envidia. Era la primera vez que mis ojos presenciaban un acto así. 

-Eso soy yo.-Concluyó tratando de coger aire, después de tal esfuerzo.- ¿Contenta? Hoy no podré ir a clase…Tendrás que inventarte alguna excusa… ¡Oh, no! ¡La directora vendrá a verme y querrá saber algo de mí! ¡Ayúdame por favor! ¡Busca un hechizo momentáneo! ¡Haz lo que sea! ¡Te lo ruego!

-¡Vale, vale! No te alteres… –Corté tajantemente.-Veré lo que puedo hacer.

Me quedé pensativa, mientras tanto, ella estaba en el suelo, incapaz de desplazarse con fluidez.
-Está bien, haremos lo siguiente: Te hechizo, vamos rápido hasta la habitación, te dejo allí tumbada, informo a la directora, ella pasa a verte, te dice que te recuperes, tú te esperas allí a que yo termine con las cuentas pendien…

-¿Qué?-Me interrumpió.-Creo que no lo has entendido…Los hechizos momentáneos duran mucho menos cuando hay luna llena. No lo lograremos. Además…Cuando llegue a la habitación y esté sola e indefensa, transformada en sirena ¿Qué piensas hacer? ¿Irte a por ellas? ¿Y si me descubren?…O peor, ¿y si te pasas un poco con tu venganza?

-Te ayudaré si me dices para qué quieres ir a Kormun. ¿No vivías con tus padres? ¿Con ellos no eres feliz?

-Sí pero, esta vida que llevo es asquerosa. Siempre estoy con hechizos, no puedo bañarme en las piscinas ni en la playa sin causar espanto en los ciudadanos de alrededor… ¡Quiero poder ser quién soy! Yo no quiero comprarme un piso y estar oculta toda mi vida a que casualmente encuentre a alguien de mi especie… ¡Quiero vivir bajo el agua! Junto a los míos, ni preocuparme que me vean…Quiero vivir aventuras, descubrir otro planeta totalmente distinto. Pero sobretodo, quiero descubrir algo más sobre Kormun, ¿no te parece?

 
De aquella sirena, me sorprendía su actitud. No era la típica sirena atrapada en el mar que quiere llevar una vida humana. Si no que ella deseaba lo contrario. Escapar y llevar una vida sin obligaciones, ni responsabilidades.

-Bueno…Yo soy humana. O eso creo.-Comenté.- aunque no me gusta serlo. Odio a los demás humanos, sabía que si me llevaba bien contigo era muy raro. Después de lo que les pasó a mis padres, me fui a vivir con mi abuela materna.  A partir de ahí nadie más me ha querido, no tanto como lo hicieron mis padres. 
>Luego estaba el cariño que me daba Mimí. Pero no se parecía en nada a lo que añoraba de mis padres. Ningún ser humano me ha vuelto a tratar bien desde entonces. Me convertí en una persona huraña y solitaria. Hasta que decidí cambiar, y eso fue hace poco, cuando me invitasteis a ver aquella película. Pero, creo que esa decisión me ha traído más problemas de los que habría tenido manteniendo mi curiosidad y mi soledad a raya. Yo no debería haber nacido humana, tengo toda la certeza de que no he sido bendecida con aquello que siempre he deseado; la magia. Si hubiese nacido hada, sirena, elfa, ¡o cualquier otra raza mágica! Habría sido mucho más feliz.

-Lo siento. Siento que no lo hayas pasado tan bien como yo aquí en la tierra…Habría sido un lujo habernos encontrado antes. ¿Has pensado en ir a Kormun?

-Sí, por supuesto. 

-Entonces podríamos ir juntas. Aunque siendo humana, más vale que recemos para que las guerras hayan acabado, a no ser que vayamos juntas a los territorios del frente Celeste.

-No te preocupes, podemos intentarlo. ¿Qué es el frente Celeste? 

-Lo he leído en el libro, dice que es la resistencia de seres mágicos y humanos. Allí son neutrales, solo buscan su supervivencia y se mantienen al margen de las guerras.

-Interesante…-Comenté imaginándome en mi cabeza un gran castillo con murallas que protegen las casitas de los campesinos y los comercios, como una próspera ciudad antigua.-También he pensado en ir a Karshia.

-Eso es imposible. Vertuk rompió aquel cristal y se formaron muchos fragmentos como para encontrarlos todos. 

-O no. Mira, Vertuk es el único que puede reconstruir Karshia. Si damos con él, podremos reconstruirla con ayuda de los cristales. ¿Quién dice que haga falta encontrar todos y cada uno de los cristales? Son infinitos, como Karshia. O eso he deducido yo. Y si no cogemos todos, saldrá un planeta limitado, pero al fin de al cabo sería Karshia. Con un territorio limitado, pero sería casi lo mismo.

-Buen razonamiento, chica lista.-Hizo una pausa.- Oye, sé que eres humana, pero… ¿Tienes algún poder?

-No.-Contesté tajantemente.-Solo con ayuda del cristal. Aunque, si que he tenido muchos sueños premonitorios.

-¡Entonces sí que tienes poderes!-Exclamó entusiasmada.

-Si tú lo dices...

-Vale, y ahora, si eres tan buena persona… ¿Me ayudas?

-¿Para ir a Kormun? ¡Ya te he dicho que sí!

-¡Que no petarda! Me refiero a que no nos pongan faltas injustificadas. 

-Ah, vale. Un momento, por favor.

Extraje el cristal de Karshia de mi bolsillo. No hizo falta pronunciar ni una sola palabra. Pensé en lo que quería, y el cristal le devolvió a Alice su aspecto humano, que estaba acostumbrada a ver. 

-¿Y bien?-Le ofrecí la mano que tenía libre para ayudarla a incorporarse.

-¡Guau! Qué rápida…No has consultado ningún libro, y tampoco has pronunciado palabras mágicas en arcano... ¡Gracias! Pero…Necesito parte inferior nueva…-Dijo tapándose y tiritando del frío.- ¿Me prestas las tuyas de ayer? Ahora estarán secas…

-Sí, pero rápido. Tenemos que ir al internado antes de que suban de desayunar.-Le dije mirando la hora en mi reloj de muñeca.

Echamos a correr, subimos las escaleras, pero antes de llegar a la parte de dormitorios se empezó a transformar de nuevo.

-Alex, tenemos un problema muy gordo.-Dijo bajito cuando sus piernas empezaban a desprender la viscosidad de antes.  

-Oh dios…

 
Entramos a la clase de biología. Allí había un esqueleto y un hombre con los músculos y la piel. Al hombre lo utilizábamos para ver los tejidos internos y los externos, de plástico obviamente. Pero eran muy realistas.

-¡Se me ha ocurrido una idea, vamos!

-¿Qué?

¡Tú hazme caso! -Le repliqué empujándola rápidamente a aquella aula. Entramos, cogimos a aquel muñeco y le arranqué las piernas con ayuda del cristal, que hizo un corte perfecto.
-Pobre señor Billy…-Dijo por lo bajo Alice, que se refería al muñeco al que le habíamos amputado las dos piernas.- ¿Qué te ha hecho él?

La mandé a callar con un bufido. Luego echamos a correr por el pasillo, y por desgracia, nos pilló la alumna encargada de vigilarlo.

-¡Hola, buenos días! ¿Sabéis que no se puede correr por el pasillo, verdad?-Dijo con una sonrisa artificial y un parpadeo de ojos que resultaba repelente y quisquilloso. 

-Si bueno, pero esto…es que no se encuentra muy bien y…

-Las normas son las normas. ¡¿ENTENDIDO?!¡No se puede corretear por aquí ni por allá! ¡Ni por allá ni por allí! ¡Sois unas damas! ¡Comportaos!

-Oye no tengo tiempo para esto.-Quise avanzar con ella pero la alumna insistió.

-No me obligue a llamar a la directora, señorita Alexandra. ¡Ha cometido una falta grave! No se puede correr por el pasillo, ¡vamos! ¡Repite conmigo! ¡No…Se…Puede…!

No me quedaba más opción, agarré el cristal desde mi bolsillo. La alumna de pronto se le puso los ojos en blanco y cayó al suelo de espaldas.

-Vaya…Eso debe de doler…-Comentó Alice, que acabó aquella frase con una risita.

-¡Vamos, no tenemos tiempo!-Observé el estado avanzado de Alice.

Llegamos a la habitación, por suerte, no había ni rastro de nuestras compañeras de piso. Aunque por precaución, revisé en todos los posibles escondrijos.

-¿Qué hacemos con estas piernas? No entiendo por qué se las has arrancado al pobre señor Billy. 

-¡Cállate y túmbate en la cama!-Rebusqué en su armario y le saqué el pijama.-Toma, póntelo.
Se puso la parte superior, pero no le dio tiempo a ponerse la inferior porque se había transformado en sirena. En ese momento, tocaron a la puerta.

-¿Qué hacemos? ¡Seguro que es la directora! ¡Me va a pillar!

-No, tranquila, confía en mí.

No era la directora, sino la encargada de las habitaciones la que pedía acceso a la habitación número 13. Se encargaba de hacer recuento de alumnos y si había alguno enfermo lo notificaba. 

-¿Se puede?

-Sí, se puede.

-¡Pero bueno!-Exclamó.- ¿Qué hacéis aún así gandulas? ¡Daros prisa, o no quedará desayuno que tomar!

-Bueno em…Es que ella no se encuentra muy bien.-Expliqué, y la encargada se aproximó a ella con una mirada de indiferencia y indignación. Pasó la mano por su cabeza para repeinarse el mono y asegurarse de que no se le sobresalía ningún mechón color negro. La etnia de aquella mujer era peculiar en el centro, era la única mujer de piel negra. Y a diferencia de todas las que había trabajando allí, era la que mejor caía. Ya tenía una edad, y su figura se había deteriorado. Ahora estaba un poco más gorda, pero seguía manteniendo su buen humor. Cosa, que agradecíamos todos.

-Veamos…Ya no estoy para esto trotes. Más os vale que esté enferma.

Alice estornudó y puso una cara tan realista de sufrimiento que hasta a mi me convenció. Se sentó a su lado y Alice exclamó de dolor, pero por alguna razón, aquel grito se quedó casi afónico. Yo tan solo esperaba que no se fijara en todo lo que había organizado. 

-Veamos.-Le quitó las sábanas y mantas con las que se cubría casi entera y la examinó.-Vale, no parece que tengas manchas ni nada parecido. Creo que es un catarro.

-¿Manchas?

-Sí querida, Petunia se ha puesto enfermísima. Ha cogido unas manchas de color verde, tendremos que llevarla al Hospital.

Alice y yo nos miramos por un instante, Petunia era la encargada del pasillo, quizás el hechizo no había sido del todo acertado. Tragué saliva.

La volvió a tapar sin encontrar nada raro, por lo que yo respiré tranquila. Pero de pronto, comenzó a olisquear.

-¿Qué es ese olor?-Quiso saber arrugando el morro.

-¿Qué olor?-Quise saber.

-¡Qué desagradable…! Oye monas, airead esta habitación cuando no estéis, ¿De acuerdo?...Huele como a…Pescado.-Aquella última palabra me puso alerta.-Yo me voy ya, ¿Le puedes traer tú el desayuno, cielo? A mí aún me quedan unas cuantas habitaciones.

Cuando la señora se incorporó Alice volvió a ahogar un grito de dolor que de nuevo acabó en un hilo afónico como antes.

-Pobrecilla…Cuídala Alex, está fatal. Y no os preocupéis, os excusaré a ambas ante la directora.

Continuó avanzando y cerró la puerta.

-¡Me ha pisado dos veces la cola! Mira, sobresalía un poco de la cama. ¡Qué dolor! –Exclamó dolorida, a lo que después acabó con un estornudo.

-A ver si te has constipado de verdad. Tendremos que arreglar lo de tu cola. Por si viene alguien más.

Por suerte, habíamos logrado camuflar la cola de Alice, aunque su olor era delatador.  A las piernas de Billy le habíamos puesto la parte inferior del pijama de Alice. Justo cuando aún había viscosidad, unimos las dos piernas a ella y lo utilizamos de pegamento, aunque ahora parecía desmoronarse y separarse. Ahora su cola estaba terminando de formar todas sus escamas. Por abajo, agujereamos la cama lo justo y necesario para que ella escondiera su cola por debajo de ésta, al menos a la vista. 

-Tenemos que desayunar Alice. 

-Lo sé. Después, en el ocaso… ¿Podemos ir a Kormun?

-¿Tan pronto?

-Alex, hoy es día de luna llena. Justo hoy, hace años y años y años y años…Se destruyó Karshia en miles de pedazos. Es el momento en el que los cristales tienen más atracción por la luna aquí en la tierra. Es el momento, en el que más magia hay para viajar hacia Kormun. Además, los planetas estarán alineados con la luna. Así se puede canalizar mucho mejor la magia. Es el momento.

-Ya pero, es muy pronto… ¿no crees?

-Hoy, o nada. Tendrás que esperar diez años más tarde para poder viajar otra vez. Si no, te arriesgar a viajar y que el viaje salga fallido. Y que nos pase como a la enana que conocí…
-Bueno, ya veremos… ¿Sabes? Tomémonos mejor el desayuno aquí. Me parece que aún debemos hablar y aclarar algunas cosas…

Chasqueé los dedos y apareció nuestro desayuno. El mío sobre la mesa y el suyo sobre su cama.

-¿No se habrán dado cuenta?

-No, tranquila. Dime, ¿A qué viene tanta prisa?

-Oye, que eras tú la que decía que odiaba a los humanos de aquí. Piénsalo. Puede que no vuelvas a tener la oportunidad de viajar a Kormun. Y siendo así de joven, podrías volver a casa tan solo diez años después.

-Diez años son muchos. 

-Por eso mismo, ¿Crees que diez años después vas a tener la misma oportunidad de volver? ¡No lo sabemos! ¿Y si no tenemos más oportunidad de ir a Kormun? Diez años después tendremos piso, seguramente pareja y casadas o prometidas. Una vez ancladas aquí, no podremos irnos. 

-Pero…Tendría que despedirme.

-Pues, no te queda mucho tiempo.

-Vale… ¿sabrás cuidarte tú sola?

-Si me dices como va este cachivache…-Dijo sacando el cristal de Karshia.

-Ahora mismo.-Le sonreí agradecida.

-Gracias por hacerlo. Te necesito en este viaje.-Añadió con una sonrisa.
Terminamos nuestros desayunos y escondimos las bandejas y los restos por los armarios de las chicas. Alice dijo que se enfadarían pero yo no le di importancia. Me pareció justo después de lo que me hicieron, y no era ni la mitad de lo que tenía pensado. Vino la directora también a comprobar el estado de Alice. Conseguimos engañarla, aunque yo empezaba a sospechar que Alice estaba enfermando de verdad. Y aquello me preocupaba bastante por si influía en el viaje a Kormun. Le enseñé como utilizar el cristal de Karshia, y la vi muy insegura de él. Realmente dudaba de que lo usara en caso de necesitarlo.

Por fin. Me iba. Para siempre. O al menos, hasta dentro de otros diez años. En realidad, tenía todas las ganas del mundo. Deseaba aquello. Era como vivir mi propia fantasía. Pero después de haber conocido a todos lo que vivían en este planeta, me resultó casi imposible de desprenderme de aquella vida. Sí, la odiaba. Pero era mi vida, al fin del al cabo. Mi abuela estaría muy triste y se sentiría muy sola y aburrida solo con la compañía de Mimí. Ella se pasaba todo el día corrigiéndome. Y quizás, había sido muy dura con ella desde pequeña al no comprender su actitud. Ninguna de las dos sabía cómo mostrar algo de afecto por la otra. Quizás, al ser tan arisca, se sentía frustrada. Y quizás, se enfadaba tanto conmigo, porque en el fondo me quería mucho. Agité la cabeza y me quité aquella idea de la cabeza. Se me estaba reblandeciendo demasiado el corazón. No debía dejar que aquellas ideas invadieran ahora mi cabeza, no era buen momento. Necesitaba pensar que allí, en Kormun, cumpliría mi sueño. Por fin vería a las criaturas que habitaban allí. A cada una de ellas. Y posiblemente, lograría mi propósito de encontrar a Vertuk y devolverle a Karshia todo el esplendor del que presumía antaño. Con todo esto, cerré a Alice en la habitación, le presté uno de los cristales para protegerse de cualquier ataque del grupo de Ashley. Ella no quiso despedirse de sus padres. En cambio yo,  necesité volver a mi querido hogar de siempre. Allí, desde el suelo contemplé la magnitud de la gran mansión de mi abuela. Me teletransporté a mi habitación. Allí encontré a Mimí tumbada en mi cama. Cuando me vio aparecer de pronto se asustó. Pero reconoció mi olor.

-¡Oh! ¡Mimí!-La abracé con fuerza y ella me envolvió a lametones en la cara. Los mismos que siempre me daban repelús por su tacto áspero.-Lo sé, yo también te he echado de menos.
Me quedé a jugar con ella y le di un trozo de magdalena que había guardado del desayuno. Busqué una mochila que solía tener por mi habitación para subirme los libros del sótano y me preparé para cargarme de reservas de comida y objetos de supervivencia por si le ocurriese algo a los cristales.

Miré a Mimí, ella me contemplaba con la cabeza levemente ladeada. 

-Sí, me marcho. He venido para despedirme de ti.

Ella reaccionó con un maullido y agachó la cabeza para agarrarme la mochila y esconderla debajo de la cama.

-¡Oye, ven aquí ladronzuela! ¡Que me tengo que ir!-Dije entre risas cogiendo la mochila. Ella se arrimó a mí y puso sus patitas peludas en mi pecho para propulsarse y subirse a mi hombro.-Oh no…Mimí. No puedo llevarte conmigo. La abuela me va a echar de menos y necesitará compañía. Si te llevo a ti también lo pasará muy mal.

-¿Ir a dónde?-Dijo una voz, que pensé que provenía de Mimí, pero tenía un carácter regio inconfundible. Abrió un poco más la puerta y me encontró allí.- ¡Qué haces tú aquí señorita!

-Yo…lo siento abuela. 

-¡No me vengas con tonterías! ¡Siempre igual! ¿Quieres abochornarme? ¿Quieres mi ruina? ¡No sé para qué te paso un colegio caro si…!-Acudí a su encuentro y la rodeé con mis brazos con fuerza. Se quedó muda, sin saber qué hacer porque aquella reacción mía le había pillado por sorpresa. Pero acabó rodeándome con los brazos. 

-Pensé que te alegrarías de verme, te echaba muchísimo de menos.-concluí.

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