Los primeros rayos de sol se filtraron por la ventana, acariciando mi tez
blanca y dando brillo a mi melena negra como la pluma de un cuervo. Mis labios
estaban cortados por el frio y me dolía todo el cuerpo. Si ya tenía suficiente
con las magulladuras que me recorrían el cuerpo, ahora debía añadirle una
molestia más; Al pasar la noche en aquel sillón viejo, tuve que dormir
retorcida, encogida y de mala manera. Me incorporé, me estiré y sentí un buen
dolor en la zona de la lumbar.
Me había despertado antes de que el sol abandonase la línea de tierra en el
horizonte. Los pájaros apresuraban su vuelo en busca de comida y un cielo raso
teñido precioso me daban los buenos días en aquella mañana.
Aquella noche había nevado fuerte. Ahora el bosque, el internado y sus
jardines tenían un gran manto blanco. Las copas de los árboles, parecían
espolvoreados con azúcar y sus troncos parecían mucho más oscuros.
En una mesa cercana estaba Alice. Se había quedado dormida sentada en una
silla y apoyada en aquella mesa. Sobre la mesa había una montaña de libros
viejos y una lupa que ella misma sostenía. Al final le presté uno de los
cristales para que pudiese leerse aquellos libros por mí. Le hacía mucha más
ilusión. Y a mí, se me hacían eternos.
Realmente dudaba de que fueran una sirena. Y solo había una manera de
comprobarlo…
Abrí una de las ventanas, por lo que el aire fresco azotó en mi rostro de
lleno. Reuní un poco de nieve de la que había allí acumulada con las manos y me
aproximé a ella. Busqué su mano y deposité allí la nieve, que no tardó en
descongelarse. Dio un respingo y en seguida despertó. Alarmada se quitó la
nieve de encima y se secó la mano con la manta que la abrigaba.
-¡¿Qué has hecho?!-Quiso saber totalmente enfadada.
-Comprobar que no mentías.
-¡No puedo mojarme ahora! ¡Hoy es noche de luna llena!-Replicó.-Ahora me
transformaré hasta que pase la noche…
-No comprendo…Tú dijiste que al nacer te habían hechizado para poder pasar
desapercibida ¿No?
-Sí.-Aclaró insistiendo en secarse la superficie de su mano muchas
veces.-Pero no es tan fácil como crees. Las noches de luna llena todos los
seres mágicos sentimos un incremento de nuestra magia, que es un gran beneficio
después de la escasez que hay por la tierra…Pero también debemos tener cautela,
porque nuestros hechizos de protección o camuflaje se hacen vulnerables al
verse con mayor fuerza nuestras características mágicas.
-Entiendo…
-¡Yo sí que debería sospechar de ti! Tienes un cristal de Karshia y aún no
me has dicho nada. ¿Qué se supone que eres realmente? ¿Cómo encontraste el gran
libro? ¿Y cómo es que…? ¡AAAAH!-Exclamó al resbalar al suelo.
-¿Qué es eso?-Exclamé al ver que sus piernas estaban desprendiendo una
mucosidad espesa que se solidificaba. Pronto sus piernas habían quedado unidas
e inmóviles. Aquella viscosidad se tornó brillante y escamosa. No pasó mucho
tiempo hasta que aquello tomó color coral y comenzó a prolongarse la cola y con
esto, se le rompió la ropa de la parte inferior. La cola transparentaba un poco
en sus extremidades alargadas. Durante todo este proceso, ella escandalizaba de
dolor y sufría. Yo había presenciado algo inédito. Siempre había pensado que
las sirenas, se transformaban desprendiendo una gran luz que luego se
prolongaba en una gran cola. Me había decepcionado con mis expectativas, aunque
así tenía más sentido. La contemplé con admiración y envidia. Era la primera
vez que mis ojos presenciaban un acto así.
-Eso soy yo.-Concluyó tratando de coger aire, después de tal esfuerzo.-
¿Contenta? Hoy no podré ir a clase…Tendrás que inventarte alguna excusa… ¡Oh,
no! ¡La directora vendrá a verme y querrá saber algo de mí! ¡Ayúdame por favor!
¡Busca un hechizo momentáneo! ¡Haz lo que sea! ¡Te lo ruego!
-¡Vale, vale! No te alteres… –Corté tajantemente.-Veré lo que puedo hacer.
Me quedé pensativa, mientras tanto, ella estaba en el suelo, incapaz de
desplazarse con fluidez.
-Está bien, haremos lo siguiente: Te hechizo, vamos rápido hasta la
habitación, te dejo allí tumbada, informo a la directora, ella pasa a verte, te
dice que te recuperes, tú te esperas allí a que yo termine con las cuentas
pendien…
-¿Qué?-Me interrumpió.-Creo que no lo has entendido…Los hechizos
momentáneos duran mucho menos cuando hay luna llena. No lo lograremos.
Además…Cuando llegue a la habitación y esté sola e indefensa, transformada en
sirena ¿Qué piensas hacer? ¿Irte a por ellas? ¿Y si me descubren?…O peor, ¿y si
te pasas un poco con tu venganza?
-Te ayudaré si me dices para qué quieres ir a Kormun. ¿No vivías con tus
padres? ¿Con ellos no eres feliz?
-Sí pero, esta vida que llevo es asquerosa. Siempre estoy con hechizos, no
puedo bañarme en las piscinas ni en la playa sin causar espanto en los
ciudadanos de alrededor… ¡Quiero poder ser quién soy! Yo no quiero comprarme un
piso y estar oculta toda mi vida a que casualmente encuentre a alguien de mi
especie… ¡Quiero vivir bajo el agua! Junto a los míos, ni preocuparme que me
vean…Quiero vivir aventuras, descubrir otro planeta totalmente distinto. Pero
sobretodo, quiero descubrir algo más sobre Kormun, ¿no te parece?
De aquella sirena, me sorprendía su actitud. No era la típica sirena
atrapada en el mar que quiere llevar una vida humana. Si no que ella deseaba lo
contrario. Escapar y llevar una vida sin obligaciones, ni responsabilidades.
-Bueno…Yo soy humana. O eso creo.-Comenté.- aunque no me gusta serlo. Odio
a los demás humanos, sabía que si me llevaba bien contigo era muy raro. Después
de lo que les pasó a mis padres, me fui a vivir con mi abuela materna. A partir de ahí nadie más me ha querido, no
tanto como lo hicieron mis padres.
>Luego estaba el cariño que me daba Mimí. Pero no se parecía en nada a
lo que añoraba de mis padres. Ningún ser humano me ha vuelto a tratar bien
desde entonces. Me convertí en una persona huraña y solitaria. Hasta que decidí
cambiar, y eso fue hace poco, cuando me invitasteis a ver aquella película.
Pero, creo que esa decisión me ha traído más problemas de los que habría tenido
manteniendo mi curiosidad y mi soledad a raya. Yo no debería haber nacido
humana, tengo toda la certeza de que no he sido bendecida con aquello que
siempre he deseado; la magia. Si hubiese nacido hada, sirena, elfa, ¡o
cualquier otra raza mágica! Habría sido mucho más feliz.
-Lo siento. Siento que no lo hayas pasado tan bien como yo aquí en la
tierra…Habría sido un lujo habernos encontrado antes. ¿Has pensado en ir a
Kormun?
-Sí, por supuesto.
-Entonces podríamos ir juntas. Aunque siendo humana, más vale que recemos
para que las guerras hayan acabado, a no ser que vayamos juntas a los
territorios del frente Celeste.
-No te preocupes, podemos intentarlo. ¿Qué es el frente Celeste?
-Lo he leído en el libro, dice que es la resistencia de seres mágicos y
humanos. Allí son neutrales, solo buscan su supervivencia y se mantienen al
margen de las guerras.
-Interesante…-Comenté imaginándome en mi cabeza un gran castillo con
murallas que protegen las casitas de los campesinos y los comercios, como una
próspera ciudad antigua.-También he pensado en ir a Karshia.
-Eso es imposible. Vertuk rompió aquel cristal y se formaron muchos
fragmentos como para encontrarlos todos.
-O no. Mira, Vertuk es el único que puede reconstruir Karshia. Si damos con
él, podremos reconstruirla con ayuda de los cristales. ¿Quién dice que haga
falta encontrar todos y cada uno de los cristales? Son infinitos, como Karshia.
O eso he deducido yo. Y si no cogemos todos, saldrá un planeta limitado, pero
al fin de al cabo sería Karshia. Con un territorio limitado, pero sería casi lo
mismo.
-Buen razonamiento, chica lista.-Hizo una pausa.- Oye, sé que eres humana,
pero… ¿Tienes algún poder?
-No.-Contesté tajantemente.-Solo con ayuda del cristal. Aunque, si que he
tenido muchos sueños premonitorios.
-¡Entonces sí que tienes poderes!-Exclamó entusiasmada.
-Si tú lo dices...
-Vale, y ahora, si eres tan buena persona… ¿Me ayudas?
-¿Para ir a Kormun? ¡Ya te he dicho que sí!
-¡Que no petarda! Me refiero a que no nos pongan faltas injustificadas.
-Ah, vale. Un momento, por favor.
Extraje el cristal de Karshia de mi bolsillo. No hizo falta pronunciar ni
una sola palabra. Pensé en lo que quería, y el cristal le devolvió a Alice su
aspecto humano, que estaba acostumbrada a ver.
-¿Y bien?-Le ofrecí la mano que tenía libre para ayudarla a incorporarse.
-¡Guau! Qué rápida…No has consultado ningún libro, y tampoco has
pronunciado palabras mágicas en arcano... ¡Gracias! Pero…Necesito parte
inferior nueva…-Dijo tapándose y tiritando del frío.- ¿Me prestas las tuyas de
ayer? Ahora estarán secas…
-Sí, pero rápido. Tenemos que ir al internado antes de que suban de
desayunar.-Le dije mirando la hora en mi reloj de muñeca.
Echamos a correr, subimos las escaleras, pero antes de llegar a la parte de
dormitorios se empezó a transformar de nuevo.
-Alex, tenemos un problema muy gordo.-Dijo bajito cuando sus piernas
empezaban a desprender la viscosidad de antes.
-Oh dios…
Entramos a la clase de biología. Allí había un esqueleto y un hombre con
los músculos y la piel. Al hombre lo utilizábamos para ver los tejidos internos
y los externos, de plástico obviamente. Pero eran muy realistas.
-¡Se me ha ocurrido una idea, vamos!
-¿Qué?
¡Tú hazme caso! -Le repliqué empujándola rápidamente a aquella aula.
Entramos, cogimos a aquel muñeco y le arranqué las piernas con ayuda del
cristal, que hizo un corte perfecto.
-Pobre señor Billy…-Dijo por lo bajo Alice, que se refería al muñeco al que
le habíamos amputado las dos piernas.- ¿Qué te ha hecho él?
La mandé a callar con un bufido. Luego echamos a correr por el pasillo, y
por desgracia, nos pilló la alumna encargada de vigilarlo.
-¡Hola, buenos días! ¿Sabéis que no se puede correr por el pasillo,
verdad?-Dijo con una sonrisa artificial y un parpadeo de ojos que resultaba
repelente y quisquilloso.
-Si bueno, pero esto…es que no se encuentra muy bien y…
-Las normas son las normas. ¡¿ENTENDIDO?!¡No se puede corretear por aquí ni
por allá! ¡Ni por allá ni por allí! ¡Sois unas damas! ¡Comportaos!
-Oye no tengo tiempo para esto.-Quise avanzar con ella pero la alumna
insistió.
-No me obligue a llamar a la directora, señorita Alexandra. ¡Ha cometido
una falta grave! No se puede correr por el pasillo, ¡vamos! ¡Repite conmigo!
¡No…Se…Puede…!
No me quedaba más opción, agarré el cristal desde mi bolsillo. La alumna de
pronto se le puso los ojos en blanco y cayó al suelo de espaldas.
-Vaya…Eso debe de doler…-Comentó Alice, que acabó aquella frase con una
risita.
-¡Vamos, no tenemos tiempo!-Observé el estado avanzado de Alice.
Llegamos a la habitación, por suerte, no había ni rastro de nuestras
compañeras de piso. Aunque por precaución, revisé en todos los posibles
escondrijos.
-¿Qué hacemos con estas piernas? No entiendo por qué se las has arrancado
al pobre señor Billy.
-¡Cállate y túmbate en la cama!-Rebusqué en su armario y le saqué el
pijama.-Toma, póntelo.
Se puso la parte superior, pero no le dio tiempo a ponerse la inferior
porque se había transformado en sirena. En ese momento, tocaron a la puerta.
-¿Qué hacemos? ¡Seguro que es la directora! ¡Me va a pillar!
-No, tranquila, confía en mí.
No era la directora, sino la encargada de las habitaciones la que pedía
acceso a la habitación número 13. Se encargaba de hacer recuento de alumnos y
si había alguno enfermo lo notificaba.
-¿Se puede?
-Sí, se puede.
-¡Pero bueno!-Exclamó.- ¿Qué hacéis aún así gandulas? ¡Daros prisa, o no
quedará desayuno que tomar!
-Bueno em…Es que ella no se encuentra muy bien.-Expliqué, y la encargada se
aproximó a ella con una mirada de indiferencia y indignación. Pasó la mano por
su cabeza para repeinarse el mono y asegurarse de que no se le sobresalía
ningún mechón color negro. La etnia de aquella mujer era peculiar en el centro,
era la única mujer de piel negra. Y a diferencia de todas las que había
trabajando allí, era la que mejor caía. Ya tenía una edad, y su figura se había
deteriorado. Ahora estaba un poco más gorda, pero seguía manteniendo su buen
humor. Cosa, que agradecíamos todos.
-Veamos…Ya no estoy para esto trotes. Más os vale que esté enferma.
Alice estornudó y puso una cara tan realista de sufrimiento que hasta a mi
me convenció. Se sentó a su lado y Alice exclamó de dolor, pero por alguna
razón, aquel grito se quedó casi afónico. Yo tan solo esperaba que no se fijara
en todo lo que había organizado.
-Veamos.-Le quitó las sábanas y mantas con las que se cubría casi entera y
la examinó.-Vale, no parece que tengas manchas ni nada parecido. Creo que es un
catarro.
-¿Manchas?
-Sí querida, Petunia se ha puesto enfermísima. Ha cogido unas manchas de
color verde, tendremos que llevarla al Hospital.
Alice y yo nos miramos por un instante, Petunia era la encargada del
pasillo, quizás el hechizo no había sido del todo acertado. Tragué saliva.
La volvió a tapar sin encontrar nada raro, por lo que yo respiré tranquila.
Pero de pronto, comenzó a olisquear.
-¿Qué es ese olor?-Quiso saber arrugando el morro.
-¿Qué olor?-Quise saber.
-¡Qué desagradable…! Oye monas, airead esta habitación cuando no estéis,
¿De acuerdo?...Huele como a…Pescado.-Aquella última palabra me puso alerta.-Yo
me voy ya, ¿Le puedes traer tú el desayuno, cielo? A mí aún me quedan unas
cuantas habitaciones.
Cuando la señora se incorporó Alice volvió a ahogar un grito de dolor que
de nuevo acabó en un hilo afónico como antes.
-Pobrecilla…Cuídala Alex, está fatal. Y no os preocupéis, os excusaré a
ambas ante la directora.
Continuó avanzando y cerró la puerta.
-¡Me ha pisado dos veces la cola! Mira, sobresalía un poco de la cama. ¡Qué
dolor! –Exclamó dolorida, a lo que después acabó con un estornudo.
-A ver si te has constipado de verdad. Tendremos que arreglar lo de tu
cola. Por si viene alguien más.
Por suerte, habíamos logrado camuflar la cola de Alice, aunque su olor era
delatador. A las piernas de Billy le
habíamos puesto la parte inferior del pijama de Alice. Justo cuando aún había
viscosidad, unimos las dos piernas a ella y lo utilizamos de pegamento, aunque
ahora parecía desmoronarse y separarse. Ahora su cola estaba terminando de
formar todas sus escamas. Por abajo, agujereamos la cama lo justo y necesario
para que ella escondiera su cola por debajo de ésta, al menos a la vista.
-Tenemos que desayunar Alice.
-Lo sé. Después, en el ocaso… ¿Podemos ir a Kormun?
-¿Tan pronto?
-Alex, hoy es día de luna llena. Justo hoy, hace años y años y años y
años…Se destruyó Karshia en miles de pedazos. Es el momento en el que los
cristales tienen más atracción por la luna aquí en la tierra. Es el momento, en
el que más magia hay para viajar hacia Kormun. Además, los planetas estarán
alineados con la luna. Así se puede canalizar mucho mejor la magia. Es el
momento.
-Ya pero, es muy pronto… ¿no crees?
-Hoy, o nada. Tendrás que esperar diez años más tarde para poder viajar
otra vez. Si no, te arriesgar a viajar y que el viaje salga fallido. Y que nos
pase como a la enana que conocí…
-Bueno, ya veremos… ¿Sabes? Tomémonos mejor el desayuno aquí. Me parece que
aún debemos hablar y aclarar algunas cosas…
Chasqueé los dedos y apareció nuestro desayuno. El mío sobre la mesa y el
suyo sobre su cama.
-¿No se habrán dado cuenta?
-No, tranquila. Dime, ¿A qué viene tanta prisa?
-Oye, que eras tú la que decía que odiaba a los humanos de aquí. Piénsalo.
Puede que no vuelvas a tener la oportunidad de viajar a Kormun. Y siendo así de
joven, podrías volver a casa tan solo diez años después.
-Diez años son muchos.
-Por eso mismo, ¿Crees que diez años después vas a tener la misma
oportunidad de volver? ¡No lo sabemos! ¿Y si no tenemos más oportunidad de ir a
Kormun? Diez años después tendremos piso, seguramente pareja y casadas o
prometidas. Una vez ancladas aquí, no podremos irnos.
-Pero…Tendría que despedirme.
-Pues, no te queda mucho tiempo.
-Vale… ¿sabrás cuidarte tú sola?
-Si me dices como va este cachivache…-Dijo sacando el cristal de Karshia.
-Ahora mismo.-Le sonreí agradecida.
-Gracias por hacerlo. Te necesito en este viaje.-Añadió con una sonrisa.
Terminamos nuestros desayunos y escondimos las bandejas y los restos por
los armarios de las chicas. Alice dijo que se enfadarían pero yo no le di
importancia. Me pareció justo después de lo que me hicieron, y no era ni la
mitad de lo que tenía pensado. Vino la directora también a comprobar el estado
de Alice. Conseguimos engañarla, aunque yo empezaba a sospechar que Alice
estaba enfermando de verdad. Y aquello me preocupaba bastante por si influía en
el viaje a Kormun. Le enseñé como utilizar el cristal de Karshia, y la vi muy
insegura de él. Realmente dudaba de que lo usara en caso de necesitarlo.
Por fin. Me iba. Para siempre. O al menos, hasta dentro de otros diez años.
En realidad, tenía todas las ganas del mundo. Deseaba aquello. Era como vivir
mi propia fantasía. Pero después de haber conocido a todos lo que vivían en
este planeta, me resultó casi imposible de desprenderme de aquella vida. Sí, la
odiaba. Pero era mi vida, al fin del al cabo. Mi abuela estaría muy triste y se
sentiría muy sola y aburrida solo con la compañía de Mimí. Ella se pasaba todo
el día corrigiéndome. Y quizás, había sido muy dura con ella desde pequeña al
no comprender su actitud. Ninguna de las dos sabía cómo mostrar algo de afecto
por la otra. Quizás, al ser tan arisca, se sentía frustrada. Y quizás, se
enfadaba tanto conmigo, porque en el fondo me quería mucho. Agité la cabeza y
me quité aquella idea de la cabeza. Se me estaba reblandeciendo demasiado el
corazón. No debía dejar que aquellas ideas invadieran ahora mi cabeza, no era
buen momento. Necesitaba pensar que allí, en Kormun, cumpliría mi sueño. Por
fin vería a las criaturas que habitaban allí. A cada una de ellas. Y
posiblemente, lograría mi propósito de encontrar a Vertuk y devolverle a
Karshia todo el esplendor del que presumía antaño. Con todo esto, cerré a Alice
en la habitación, le presté uno de los cristales para protegerse de cualquier
ataque del grupo de Ashley. Ella no quiso despedirse de sus padres. En cambio
yo, necesité volver a mi querido hogar
de siempre. Allí, desde el suelo contemplé la magnitud de la gran mansión de mi
abuela. Me teletransporté a mi habitación. Allí encontré a Mimí tumbada en mi
cama. Cuando me vio aparecer de pronto se asustó. Pero reconoció mi olor.
-¡Oh! ¡Mimí!-La abracé con fuerza y ella me envolvió a lametones en la
cara. Los mismos que siempre me daban repelús por su tacto áspero.-Lo sé, yo
también te he echado de menos.
Me quedé a jugar con ella y le di un trozo de magdalena que había guardado
del desayuno. Busqué una mochila que solía tener por mi habitación para subirme
los libros del sótano y me preparé para cargarme de reservas de comida y
objetos de supervivencia por si le ocurriese algo a los cristales.
Miré a Mimí, ella me contemplaba con la cabeza levemente ladeada.
-Sí, me marcho. He venido para despedirme de ti.
Ella reaccionó con un maullido y agachó la cabeza para agarrarme la mochila
y esconderla debajo de la cama.
-¡Oye, ven aquí ladronzuela! ¡Que me tengo que ir!-Dije entre risas
cogiendo la mochila. Ella se arrimó a mí y puso sus patitas peludas en mi pecho
para propulsarse y subirse a mi hombro.-Oh no…Mimí. No puedo llevarte conmigo.
La abuela me va a echar de menos y necesitará compañía. Si te llevo a ti
también lo pasará muy mal.
-¿Ir a dónde?-Dijo una voz, que pensé que provenía de Mimí, pero tenía un
carácter regio inconfundible. Abrió un poco más la puerta y me encontró allí.-
¡Qué haces tú aquí señorita!
-Yo…lo siento abuela.
-¡No me vengas con tonterías! ¡Siempre igual! ¿Quieres abochornarme?
¿Quieres mi ruina? ¡No sé para qué te paso un colegio caro si…!-Acudí a su
encuentro y la rodeé con mis brazos con fuerza. Se quedó muda, sin saber qué
hacer porque aquella reacción mía le había pillado por sorpresa. Pero acabó
rodeándome con los brazos.
-Pensé que te alegrarías de verme, te echaba muchísimo de menos.-concluí.
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