Al
terminar de convencer a mi abuela de que me quedaría en el internado, sin
desobedecerla más, cumplí aquello que le dije con mis palabras. Aunque me dejó irme
con recelo. Al final mandó a mi abuelo a que me devolviese al internado en
coche. Sin embargo no ante los ojos de la directora, cosa que agradecí
profundamente. Esperé a entrar cuando mi abuelo se fue con aquel coche
destartalado. No mantuvimos ningún tipo de conversación. Ni tan siquiera
visual. Fueron unos largos minutos de tensión e incomodidad que ni la música de
la vieja radio lo remediaba. Él siempre tenía su música country sonando. Hasta
yo me sabía cada una de las canciones que ponían. Sin darme cuenta había
empezado a tararear alguna una de aquellas canciones. Mi abuelo me acompañó.
Fue uno de los momentos más raros de mi vida. No me atreví a decirle nada. Ni
tan siquiera a comentar de cómo estaba el tiempo. Nada de nada. Pero si
que le di un beso en la frente antes de bajar del coche. De algún modo tendría
que despedirme. No le iba a ver en diez años.
Una
vez bajé de aquel coche le miré por última vez, marchándose por aquella carretera
abrazada por una extensa arbolada. Respiré profundamente, y desaparecí de aquel
lugar, como si fuese ceniza, para aparecer en la biblioteca. Allí
sorprendentemente estaba Alice. Me preguntaba que haría allí si debía estar en
cama reposando.
-¡Qué
susto Alex, avisa cuando llegues!-Exclamó cuando se dio la vuelta y me encontró
allí plantada.
-Em…
¿He llegado?
-Muy
graciosa…-Y se volvió a dar la vuelta para continuar su lectura. Al parecer ya
sólo le quedaba por leer ese libro. Me sorprendió la rapidez con la que lo
hizo. La vi con su cola de sirena allí sentada, como si nada, por lo que no
pude aguantar aquella tentación de saber cómo habría llegado hasta allí.
-¿Cómo
has...?
-¿…Leído
todo esto?-Me interrumpió.-Estoy acostumbrada a sacar notas de alumna
magnífica.
-No
me refería a eso... Digo que si estabas en la cama con una cola de sirena,
¿Cómo has llegado hasta aquí?
-Ah,
eso.-Dijo con una sonrisa. Extrajo el cristal y me lo enseñó.- Me desplacé en
segundos.
Me
guiñó un ojo, entonces yo comprendí que se trataba de aquello que yo acababa de
utilizar para llegar directamente a la biblioteca. Tomé asiento y cogí a ojo
uno de los libros que había sobre la mesa.
-Está
pasando todo tan rápido… Necesito rumiar todo esto, y esta misma noche nos
vamos a Kormun.-Comenté mientras pasaba esas hojas polvorientas.
-Tendrás
tiempo de asimilarlo y creértelo allí.
-O
no. ¿No somos muy jóvenes para hacer esto?
-Puede
que sí, o puede que no. ¡Quién sabe! Yo me muero de ganas por ir.
-Pero…
¿Volverás? Esa es la pregunta que me hago yo, entre otras, porque a ti te veo
muy entusiasmada, pero aún no te he visto con intenciones de volver.
Paró
un momento su lectura y alzó la cabeza para mirarme.
-Claro
que volveré.-Finalmente contestó.- Ofreceré a mis padres regresar, junto al
resto de seres mágicos que conozco. Allí vivirán mejor.
-Puede
que los humanos aún estén en guerra con los seres mágicos Alice.
-En
el mar no haremos nada de malo a nadie.
-¿Y
si ellos no quieren?
-¡Es
mi vida Alex, por dios, no trates de controlarla!-Exigió elevando la voz.
Entonces
agaché la cabeza. Contemplé aquellos libros. Parecían mucho más completos que
los que tenía en el sótano. Éstos se extendían más en sus costumbres,
diferencias entre las mismas razas, las razas, los edificios, los territorios,
las primeras guerras…Pero era información bastante obsoleta echándole un
vistazo a la fecha en la que se escribieron esos documentos, y eso me hizo
dudar en si hoy en día Kormun tendría el mismo aspecto, las mismas costumbres…
-Bueno,
algo tendremos que hacer para que no sospechen nuestras familias. No podemos
desaparecer sin más durante diez años. ¿No?
-Se
me ocurre algo perfecto, Alice. Fingiremos que Ashley nos mata, así tendrán su
merecido.-Dije con una gran sonrisa.
-Creo
que es una venganza un poco fuerte.-Replicó.- Además, ¿cómo lo hacemos?
¿Y cuándo volvamos? No tenemos tanto tiempo para organizar todo eso.
-Tienes
razón…-Tuve que admitir a mala gana.-Pues, podríamos fingir un secuestro.
-No,
no es buena idea.-comentó pensativa.-cuando volvamos tendremos que culpar a
algún inocente y al investigar de darán cuenta de que no hay prueba alguna…Nos
podemos meter en un buen lio.
-Entonces
mejor desaparecer sin más. Ya nos inventaremos algo cuando volvamos. ¿Te leíste
todos los libros?
-Sí,
ya estoy mucho mejor informada. Creo que gracias al cristal podremos hablar sus
idiomas. Allí los humanos escriben y hablan el Harske, y los seres mágicos en
Arcano. Aunque no nos vendría mal un mapa de allí.
-No
te preocupes, me encargué de conseguir uno. Y munición, no sabemos aún lo que
nos encontraremos allí para comer.-Extraje el mapa de la mochila.
-¡Perfecto!
Me pregunto de dónde sacarás tantas cosas…-Contempló el mapa.-Vaya…Así es
Kormun…En estos libros faltaba esto.
-O
eso esperamos, si no, estaremos perdidas.
-Mira,
aquí debe estar el frente celeste, y aquí.-Señaló una isla que había en el
centro de un lago.-Y aquí arriba señaliza que es territorio de humanos. Allí
abajo, donde abundan más los árboles y los terrenos montañosos los seres
mágicos. Por cierto, ellos se hacen llaman los “defensores de Karshia.” ¿Suena
bien el nombre, eh? Y…esta pequeñita franja, debe de ser el límite entre ambos
territorios. Vamos, la frontera.
-¿Dónde
crees que apareceremos?
-Pues
eso no lo sé, pero suponiendo que éste sea el dichoso mapa, podremos llegar
justo en la isla del frente celeste. He leído como son, y creo que nos
encantará.- Afirmó con entusiasmo.
Preparamos
pues, todo lo que nos haría falta. Una brújula, linterna a manivela, cerillas,
nos hicimos unos collares para poner el cristal siempre cercano a nosotras,
preparamos abrigo, prismáticos, dos cuchillos…
Con
tanto ajetreo, había olvidado vengarme.
Les
dejé un regalito en la habitación para que lo disfrutasen. Atraje a ratones,
arañas, cuervos y cucarachas a aquella habitación y cerramos la puerta. Ella
mientras tato, terminó su lectura.
Al
fin, se hizo de noche. Entonces, nos encaminamos por el bosque. La luna se
lucía en aquel cielo raso completamente estrellado. Tuve que hechizarla de
nuevo, y no tardó en volver a transformarse. Alice no podía desplazarse bien
por la nieve. Arrastrase a través de ella como una serpiente le suponía
helarse.
Ella
decidió emprender el camino por un rio cercano, por fortuna aún tenía
suficiente caudal para que ella lo cruzase sin dificultad aunque estaba
levemente cubierto de cortezas heladas de vez en cuando tenía que pasar
rozándolas. Y, como llevaba tanto tiempo sin nadar, se embaló como una
bala. Tanto, que no pude seguirle el ritmo. Por la vera del rio se me
hacía difícil pasar. Llegué a resbalar en dos ocasiones, por culpa de las
placas de hielo que se formaban entre las rocas. Aquello me recordó las
magulladuras que aún tenía después de la paliza.
No
tuve más remedio que seguir el caudal del río desde el interior del bosque.
Pronto, comencé a arrepentirme de la ausencia de Alice y me adentré demasiado
en el espesor del bosque. Ya no sabía por dónde quedaba el río, me había
perdido. Maldije que ella se hubiese quedado con la mochila, porque si
necesitaba la chaqueta no la iba a tener. Por suerte, aquella mochila era
totalmente impermeable y su interior no se mojaría.
Había
que llegar a un lugar que nos resultaría mucho más fácil llegar a una zona
óptima para viajar a Kormun. Pero estaba en desventaja porque no tenía ni idea
de qué sitio podría resultar buena para un viaje de ese calibre. Alice sí, y la
había perdido de vista.
Empezaba
a hacer mucho frío. Me empecé a arrepentir de haber dejado mi chaqueta en
aquella mochila. El bosque tenía hoy un aspecto diferente. Hoy no se oía nada.
Y la oscuridad en el bosque se hacía notar más, la luna llena estaba tapada por
dos nubes inoportunas. Yo comencé a tiritar. En aquella zona, parecía que los
árboles eran mucho más grandes y frondosos. Todos ellos, bañados en una capa
blanquecina, siendo privados de su color original. Sentía como los árboles se
comunicaban conmigo y como los seres nocturnos dueños de ese bosque, me
observaban desde las penumbras en el más absoluto de los silencios.
Había
algo que me llamaba en mi interior hacia el corazón del bosque…
Parpadeé
perpleja, tenía la sensación de todo aquello ya lo había vivido antes. Miré
angustiada, sentía una mirada fijada en mí desde la oscuridad. No pude ver nada
por culpa de la oscuridad. Mi cristal brillaba demasiado, y lo agradecí porque
de ese modo tendría algo más de claridad, pero también me maldije porque con
esa oscuridad atraería aún más a cualquiera de los seres que me estuviesen
espiando. En especial en ese, que no apartaba su vista de mi.
Se
me congeló el aliento, cuando escuché algo que rompió el silencio perturbador
del bosque. Un ruido de cadenas chirriantes. Noté perfectamente su presencia.
Examiné de nuevo el bosque, un poco más alterada. Cada vez, ese ruido, era
mucho más perceptible y cercano. A ese chirrido se le sumaban unas pisadas en
la nieve que me desconcertaban. Mis latidos se aceleraron, apresuré mis pasos
de golpe hacia ninguna parte. Empecé a escuchar sus gruñidos y su respiración
profunda. De pronto, un grito desgarrador hizo eco por todo el bosque. Ladeé mi
cabeza por un momento, sin aflojar mi paso en ningún momento. Unos ojos
brillantes entre las sombras me atravesaron como una flecha. Allí estaba, la criatura
que atormentaba mis sueños. Mi grito de terror debió retumbar por todo el
bosque, porque lo hice con todas mis fuerzas. Mucho más aterrador, mucho más
grande, y algo más rellenito de lo que imaginaba. Quise pensar que era otra
horrible pesadilla, pero no tuve suerte, porque era del todo real. Comenzó
aquella persecución, y cada vez le tenía más cerca.
A
lo lejos, visualicé el claro del bosque. Escuché, como en el sueño, cómo se
chocaba con los arboles. Pude agradecer al fin que la luna dejara de brillar en
esos instantes. Y también que fuese deforme, y se moviese con dificultad.
Presté mucha atención al suelo. Porque no quería cometer el mismo error que se
repetía en mis pesadillas. Salté justo en la parte dónde debía estar aquella
raíz. Evité tropezar con ella. Esperé a la criatura en medio del claro del
bosque. Quise tranquilizarme y armarme de valor para deshacerme de aquella
bestia. Pero me quedé en blanco.
La
criatura me alcanzó y se abalanzó sobre mí. Al haber cambiado el destino, ya no
sabía que iba a ocurrir. Quizás lo debía haber seguido al pie de la letra. Me
maldije, porque ahora tendría que improvisar, y no tenía más vidas que ésta.
Activé un escudo de protección, que no le resultó difícil romper cuando su
marca violeta se iluminó. Aquello me pilló de sorpresa. ¿Cómo era posible?
-¡Déjame!-Exclamé
tratando de evitar que me hiriera. Forcejeé con él, pero estaba muy débil como
para plantarle cara físicamente. Sus garras se clavaron en mi mano. Yo voceé
del sufrimiento. Dolía mucho más de lo que mis pesadillas relataban con pelos y
señales. Me era imposible aguantar, y al ver la sangre que iba derramando
lentamente casi me desmayaba. Nuevamente, maldije que fuese Alice quien llevase
la mochila. Si hubiese tenido un cuchillo a mano...
Tenía
tan cerca al monstruo, que podía diferencias perfectamente como arrugaba sus
fracciones para emitir gritos desagradables. Podía apreciar un leve color
rojizo en sus ojos, sus dientes amarillentos, y su fétido aliento,…Me
resultaron tan repugnantes, que traté de nuevo deshacerme de él. Pero fue en
vano. Descubrió mi sangre y me lamió con frenesí. Pareció ser de su agrado.
Comenzó entonces el proceso, para transformarme en una de su especie. Pero
resultó que el sueño era mucho más llevadero que en la realidad. La criatura
perdió mucho el control. Debió gustarle demasiado mi sangre, porque me lamió
por todo el cuerpo, llenándome de babas. Recodé el repelús que me hacía la
lengua de Mimí en mis mejillas y la añoré. Le vi demasiado excitado y
mucho más agresivo que en el sueño. Intentó desprenderme de mi ropa para poder
disfrutar mejor de su banquete, o eso creía que quería, porque sus intenciones
eran tan inciertas como confusas. Me hería, me saboreaba, frotaba su cabeza
poco peluda con la mía… El Lakedo me aplastaba contra el suelo con su
sorprendente peso, casi me dejaba sin respiración. De pronto, me armé de valor.
Y utilicé mi uñas para apartarlo de mi, hundí mis dedos en las cuencas de sus
ojos con todas mis fuerzas. Lo que me salpicó sangre de color púrpura y provocó
que el animal se alterase de nuevo y con mayor fuerza. Aquella sensación me
resultó extraña, jamás había herido a nada ni a nadie de aquella manera tan
bruta y basta. Sin embargo, ante mi ataque improvisado, regeneró unos ojos
nuevos. Me pareció verlo sonreír. Procedió a olerme y lamerme en mi vientre. No
había visto nada más repugnante en mi vida. Lo hizo con paciencia, mostrando
totalmente su lengua bípeda. Parecía que incluso lo hiciese con cariño. De
pronto, tomó impulso y se dispuso a morder mi barriga con la boca bien abierta.
Por
fin, escuché el ave. Se aproximó como un rayo y se lanzó contra la bestia. Por
fin, noté algo de espacio cuando la criatura retrocedió con torpeza.
Allí
los vi a los dos. Forcejeando, aunque el ave, que resultó ser aquella lechuza
que me salvaba el pescuezo en todas mis pesadillas, era mucho más hábil y
astuto que la bestia. Ésta perdió sus otros dos ojos que había regenerado. Pero
algo salió mal, el Lakedo le propinó un golpe que el ave no vio a tiempo para
reaccionar. Fue golpeada y cayó al suelo en picado. Trató de incorporarse pero
no lo logró. Cuando la bestia regeneró de nuevo otros dos ojos, y fue a rematar
al ave, sentí un impulso de empatía.
“Pueden morir, por
sobrecarga de magia pura…”Me repetí a sí
misma.
Arranqué
el collar que colgaba de mi cuello con ira y me lancé contra la bestia. Ésta se
dio cuenta de que iba a atacarla y se lanzó contra mí en modo de defensa. Su
marca violeta se iluminó. Ahí estaba. Emití un grito de guerra para atacar al Lakedo.
Una vez estaba lo suficientemente cerca, hundí el cristal en aquella marca, y
mi brazo con él.
El
cristal de Karshia se iluminó, y la marca violeta también. Aquella bestia
reprimió un grito de tortura. Me propinó un golpe fuerte, que me obligó a
caer al suelo, con el cristal en mis manos. Pero ya era tarde para el animal.
Pronto, se vio obligado a retroceder, totalmente aturdido. Entre gritos de
desesperación, cayó rendido al suelo.
Al
fin, lo había derrotado, y podía presumir que lo había hecho con mis propias
manos. Respiré aceleradamente y me acerqué desde el suelo para comprobar que la
bestia estaba muerta. No hizo falta, porque la sangre de aquel ser se había
extendido por la nieve, tiñéndola totalmente de un tono violeta.
Le
lacé una mirada a la lechuza. Era mucho más blanca que en el sueño. Tenía unos
ojos negros que me examinaron y me juzgaron con atención. Después de
incorporarme, me acerqué a ella, parecía asustada y confusa.
-No
temas, no voy a herirte, estás a salvo.
Me
agaché y la abracé en mis brazos. Ésta, emitió un ruido de queja. Parecía que
su ala estaba rota. Yo tampoco olvidé mi brazo, que pronto acabaría desangrada
si no me curaba.
-Vamos
a curarnos.-Le dije mientras recordaba en el sueño que era el ave quién me
guiaba. Al no ser posible esta vez, me guié por mi instinto y los sueños que
tan repetidas veces había tenido. Tras un rato de camino, llegamos al río. Con
cuidado de no caer, dejé al ave en el suelo.
El
agua de aquel río parecía de de cualquiera normal. Me pregunté si era aquella
parte del río la que debía usar. De pronto la luna se dejó ver entre el ramaje
de los árboles y el cristal reaccionó iluminándose más. Sin embargo al estar
manchado de sangre de Lakedo, su brillo era violeta. El ave se asustó e intentó
alzarse en el aire, por lo que volvió a emitir un sonido de queja. Ante la
reacción del ave, hundí el cristal en el agua helada del río. Limpié la
superficie del cristal, devolviéndole su brillo original.
De
pronto, el río también comenzó a desprender un brillo especial. Del río, se
desprendían pequeñas gotitas que flotaban en el aire. La respiración del bosque
se intensificó, y los que estaban más próximos al río, desprendieron ese color
característico azulado del cristal. El ave me miró atónito, confuso, alterado.
Cogí
un poco de agua con mis manos y la derramé sobre el ala que tenía mal. Ésta se
iluminó y volvió a su estado original. Al comprender lo que acababa de hacer,
hundí mi mano herida en el río. La mantuve un buen rato allí. La marca que el
Lakedo tenía en su pecho se había marcado en mi muñeca, y se iluminó con
fuerza. Aunque poco a poco fue menguando su intensidad. Dolía, pero logré que
toda aquella sangre del Lakedo, despareciese. La marca ya no estaba, y las
heridas sanaron. Cuando saqué la mano del caudal helado, la observé bien bajo
la luz de la luna, que ahora era intensa. No había ni rastro de aquella
marca, lo cual me sorprendió. El cristal aún brillaba con más fuerza que antes.
Recordé que había roto el nudo que utilizaba para colgármelo del cuello. Lo
volví a hacer con paciencia. Al acabar lo colgué en mi cuello. El animal mostró
interés por el fragmento, tal y como solía hacer Mimí.
-Veo
que te gusta, ¿eh amigo?...o amiga. ¿Qué eres?-Quise saber ofreciéndole la mano
para que se subiese a ella. El ave entendió perfectamente mi movimiento.- ¿Cómo
te llamas pequeñín?
Alzó
las alas y emitió un sonido que retumbó por todo el bosque.
-Siento
no entender tu idioma… ¿Puedo ponerte un mote?-Entonces el ave me miró y
asintió con la cabeza con unos movimientos muy graciosos.-Veamos… ¿Plumitas?
Negó
con la cabeza.
-¿Blanquita?
Negó
con la cabeza mucho más fuerte.
-De
acuerdo… ¿Qué tal, Piquito de oro?-Esta vez, ladeo la cabeza.-Bueno, hasta que
aprenda tu idioma de lechuza, tendremos que conformarnos con ese nombre.
¿Verdad, Piquito?
Asintió
con la cabeza conforme. Aquel magnífico ejemplar de lechuza debía ser macho.
Una vez leí que las lechuzas hembras eran más pequeñas. Aunque no sabía
realmente, me conformé con pensar que era un macho. Era bastante mono, y me
resultaron graciosas sus formas de actuar. Parecía entrenado, pero no tenía
tiempo de llevarlo a su casa.
-¿Te
has escapado? Creo que te estarán echando de menos. Ya puedes irte amiguito,
estás curado-el ave negó con la cabeza. Se aproximó al hombro y entornó los
ojos al friccionar su cabeza con la mía. Aquello me recordó tanto a lo que
solía hacer Mimí…
-¿Quieres
quedarte conmigo entonces?-Le pregunté esbozando una sonrisa ante el
acontecimiento. Asintió con la cabeza con energía.- Vale piquito, pero yo me
voy a Kormun, no sé si te gustará ir…Mi nombre es Alexandra.
-¿Qué
haces hablando con una lechuza?-Quiso saber Alice, que estaba cruzada de brazos
en el río.
-¡Anda!
No te encontraba.-Le contesté.
-no
me hace gracia, vamos a perdernos el lugar clave, cuando la luna está
totalmente en el centro del cielo.-Piquito reaccionó echando a volar hacia
abajo.
-¡Espera!-Lo
llamé.
-¡No
hay tiempo para…!
-¡Sígueme
Alice, creo que nos está guiando!-Eché a correr detrás de la lechuza.
Recordando que piquito se hundió en el lago desapareciendo cuando entró en
contacto con el reflejo de la luna.
-¡Pero!...
¡Espera Alex!-Dijo desde atrás Alice que parecía muy malhumorada.
Pronto
mis dudas se confirmaron. Llegamos al lago, y allí el ave nos esperaba
pacientes. La luna se reflejaba con total claridad sobre ese lago, que tenía
las mismas características que el río, solo que mucho más potenciadas. Casi se
podía escuchar una melodía, creada por la magia y armonía del bosque. Ante aquel
preciso instante, el ave repitió lo que ya había visto en sueños. Alice se
quedó sin habla.
-No…es…posible…
-¡Es
un portal a Kormun!-Exclamé por ella entusiasmada. La miré y compartimos una
sonrisa de emoción y alegría. Nos abrazamos en al agua. Nos cogimos de la mano
y nadamos juntas hasta el centro del lago. Justo en el reflejo nos paramos. Nos
miramos una vez más, llenas de inquietud.
-¿Preparada?-Vaciló
mirándome una vez más.
-Sin
duda.-Contesté.
Sonreímos
una vez más. Echamos un último vistazo al bosque, que en esta parte parecía
rebosar de vida y esplendor hasta en la noche.
-¿Al
frente Celeste?-Pregunté cogiendo fuertemente el cristal y visualizando el mapa
en mi mente.
-Al
frente Celeste.-Afirmó ella repitiendo mi gesto.
Al
fin, nos armamos de valor, y nos pusimos justo en el centro del lago, donde el
reflejo de la luna era intenso. En aquel momento, el agua comenzó a iluminarse
aún más. En un abrir y cerrar los ojos, mientras manteníamos la vista en la
luna. Habíamos sido envueltas por una burbuja de agua. Ésta se elevó, hasta
flotar en el aire. Cuando explotó, desparecimos de aquel bosque, de aquel
planeta, para abrirnos paso en nuestra propia aventura. Una expedición
inolvidable, que enmarcaría nuestras vidas, como la de nuestras generaciones
futuras.
En
Kormun, nos aguardaban cosas inimaginables. Al fin, habíamos cumplido nuestro
sueño.
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