sábado, 28 de julio de 2012

6.El bosque.





Al terminar de convencer a mi abuela de que me quedaría en el internado, sin desobedecerla más, cumplí aquello que le dije con mis palabras. Aunque me dejó irme con recelo. Al final mandó a mi abuelo a que me devolviese al internado en coche. Sin embargo no ante los ojos de la directora, cosa que agradecí profundamente. Esperé a entrar cuando mi abuelo se fue con aquel coche destartalado. No mantuvimos ningún tipo de conversación. Ni tan siquiera visual. Fueron unos largos minutos de tensión e incomodidad que ni la música de la vieja radio lo remediaba. Él siempre tenía su música country sonando. Hasta yo me sabía cada una de las canciones que ponían. Sin darme cuenta había empezado a tararear alguna una de aquellas canciones. Mi abuelo me acompañó. Fue uno de los momentos más raros de mi vida. No me atreví a decirle nada. Ni tan siquiera  a comentar de cómo estaba el tiempo. Nada de nada. Pero si que le di un beso en la frente antes de bajar del coche. De algún modo tendría que despedirme. No le iba a ver en diez años.
Una vez bajé de aquel coche le miré por última vez, marchándose por aquella carretera abrazada por una extensa arbolada. Respiré profundamente, y desaparecí de aquel lugar, como si fuese ceniza, para aparecer en la biblioteca. Allí sorprendentemente estaba Alice. Me preguntaba que haría allí si debía estar en cama reposando.


-¡Qué susto Alex, avisa cuando llegues!-Exclamó cuando se dio la vuelta y me encontró allí plantada.


-Em… ¿He llegado?


-Muy graciosa…-Y se volvió a dar la vuelta para continuar su lectura. Al parecer ya sólo le quedaba por leer ese libro. Me sorprendió la rapidez con la que lo hizo. La vi con su cola de sirena allí sentada, como si nada, por lo que no pude aguantar aquella tentación de saber cómo habría llegado hasta allí. 


-¿Cómo has...?


-¿…Leído todo esto?-Me interrumpió.-Estoy acostumbrada a sacar notas de alumna magnífica. 


-No me refería a eso... Digo que si estabas en la cama con una cola de sirena, ¿Cómo has llegado hasta aquí?


-Ah, eso.-Dijo con una sonrisa. Extrajo el cristal y me lo enseñó.- Me desplacé en segundos.
Me guiñó un ojo, entonces yo comprendí que se trataba de aquello que yo acababa de utilizar para llegar directamente a la biblioteca. Tomé asiento y cogí a ojo uno de los libros que había sobre la mesa.


-Está pasando todo tan rápido… Necesito rumiar todo esto, y esta misma noche nos vamos a Kormun.-Comenté mientras pasaba esas hojas polvorientas.


-Tendrás tiempo de asimilarlo y creértelo allí. 


-O no. ¿No somos muy jóvenes para hacer esto?


-Puede que sí, o puede que no. ¡Quién sabe! Yo me muero de ganas por ir. 


-Pero… ¿Volverás? Esa es la pregunta que me hago yo, entre otras, porque a ti te veo muy entusiasmada, pero aún no te he visto con intenciones de volver. 


Paró un momento su lectura y alzó la cabeza para mirarme. 

-Claro que volveré.-Finalmente contestó.- Ofreceré a mis padres regresar, junto al resto de seres mágicos que conozco. Allí vivirán mejor. 


-Puede que los humanos aún estén en guerra con los seres mágicos Alice.


-En el mar no haremos nada de malo a nadie.


-¿Y si ellos no quieren?


-¡Es mi vida Alex, por dios, no trates de controlarla!-Exigió elevando la voz. 


Entonces agaché la cabeza. Contemplé aquellos libros. Parecían mucho más completos que los que tenía en el sótano. Éstos se extendían más en sus costumbres, diferencias entre las mismas razas, las razas, los edificios, los territorios, las primeras guerras…Pero era información bastante obsoleta echándole un vistazo a la fecha en la que se escribieron esos documentos, y eso me hizo dudar en si hoy en día Kormun tendría el mismo aspecto, las mismas costumbres…


-Bueno, algo tendremos que hacer para que no sospechen nuestras familias. No podemos desaparecer sin más durante diez años. ¿No?


-Se me ocurre algo perfecto, Alice. Fingiremos que Ashley nos mata, así tendrán su merecido.-Dije con una gran sonrisa.


-Creo que es una venganza un poco fuerte.-Replicó.- Además,  ¿cómo lo hacemos? ¿Y cuándo volvamos? No tenemos tanto tiempo para organizar todo eso.


-Tienes razón…-Tuve que admitir a mala gana.-Pues, podríamos fingir un secuestro.
-No, no es buena idea.-comentó pensativa.-cuando volvamos tendremos que culpar a algún inocente y al investigar de darán cuenta de que no hay prueba alguna…Nos podemos meter en un buen lio. 


-Entonces mejor desaparecer sin más. Ya nos inventaremos algo cuando volvamos. ¿Te leíste todos los libros?


-Sí, ya estoy mucho mejor informada. Creo que gracias al cristal podremos hablar sus idiomas. Allí los humanos escriben y hablan el Harske, y los seres mágicos en Arcano. Aunque no nos vendría mal un mapa de allí.

 
-No te preocupes, me encargué de conseguir uno. Y munición, no sabemos aún lo que nos encontraremos allí para comer.-Extraje el mapa de la mochila.


-¡Perfecto! Me pregunto de dónde sacarás tantas cosas…-Contempló el mapa.-Vaya…Así es Kormun…En estos libros faltaba esto.


-O eso esperamos, si no, estaremos perdidas.


-Mira, aquí debe estar el frente celeste, y aquí.-Señaló una isla que había en el centro de un lago.-Y aquí arriba señaliza que es territorio de humanos. Allí abajo, donde abundan más los árboles y los terrenos montañosos los seres mágicos. Por cierto, ellos se hacen llaman los “defensores de Karshia.” ¿Suena bien el nombre, eh? Y…esta pequeñita franja, debe de ser el límite entre ambos territorios. Vamos, la frontera.


-¿Dónde crees que apareceremos?


-Pues eso no lo sé, pero suponiendo que éste sea el dichoso mapa, podremos llegar justo en la isla del frente celeste. He leído como son, y creo que nos encantará.- Afirmó con entusiasmo.
Preparamos pues, todo lo que nos haría falta. Una brújula, linterna a manivela, cerillas, nos hicimos unos collares para poner el cristal siempre cercano a nosotras, preparamos abrigo, prismáticos, dos cuchillos…


Con tanto ajetreo, había olvidado vengarme.
Les dejé un regalito en la habitación para que lo disfrutasen. Atraje a ratones, arañas, cuervos y cucarachas a aquella habitación y cerramos la puerta. Ella mientras tato, terminó su lectura.
Al fin, se hizo de noche. Entonces, nos encaminamos por el bosque. La luna se lucía en aquel cielo raso completamente estrellado. Tuve que hechizarla de nuevo, y no tardó en volver a transformarse. Alice no podía desplazarse bien por la nieve. Arrastrase a través de ella como una serpiente le suponía helarse.
 Ella decidió emprender el camino por un rio cercano, por fortuna aún tenía suficiente caudal para que ella lo cruzase sin dificultad aunque estaba levemente cubierto de cortezas heladas de vez en cuando tenía que pasar rozándolas. Y, como llevaba tanto tiempo sin nadar, se embaló como una bala.  Tanto, que no pude seguirle el ritmo. Por la vera del rio se me hacía difícil pasar. Llegué a resbalar en dos ocasiones, por culpa de las placas de hielo que se formaban entre las rocas. Aquello me recordó las magulladuras que aún tenía después de la paliza.
 
No tuve más remedio que seguir el caudal del río desde el interior del bosque. Pronto, comencé a arrepentirme de la ausencia de Alice y me adentré demasiado en el espesor del bosque. Ya no sabía por dónde quedaba el río, me había perdido. Maldije que ella se hubiese quedado con la mochila, porque si necesitaba la chaqueta no la iba a tener. Por suerte, aquella mochila era totalmente impermeable y su interior no se mojaría.  
Había que llegar a un lugar que nos resultaría mucho más fácil llegar a una zona óptima para viajar a Kormun. Pero estaba en desventaja porque no tenía ni idea de qué sitio podría resultar buena para un viaje de ese calibre. Alice sí, y la había perdido de vista.
Empezaba a hacer mucho frío. Me empecé a arrepentir de haber dejado mi chaqueta en aquella mochila. El bosque tenía hoy un aspecto diferente. Hoy no se oía nada. Y la oscuridad en el bosque se hacía notar más, la luna llena estaba tapada por dos nubes inoportunas. Yo comencé a tiritar. En aquella zona, parecía que los árboles eran mucho más grandes y frondosos. Todos ellos, bañados en una capa blanquecina, siendo privados de su color original. Sentía como los árboles se comunicaban conmigo y como los seres nocturnos dueños de ese bosque, me observaban desde las penumbras en el más absoluto de los silencios. 

Había algo que me llamaba en mi interior hacia el corazón del bosque…
Parpadeé perpleja, tenía la sensación de todo aquello ya lo había vivido antes. Miré angustiada, sentía una mirada fijada en mí desde la oscuridad. No pude ver nada por culpa de la oscuridad. Mi cristal brillaba demasiado, y lo agradecí porque de ese modo tendría algo más de claridad, pero también me maldije porque con esa oscuridad atraería aún más a cualquiera de los seres que me estuviesen espiando. En especial en ese, que no apartaba su vista de mi. 

Se me congeló el aliento, cuando escuché algo que rompió el silencio perturbador del bosque. Un ruido de cadenas chirriantes. Noté perfectamente su presencia. Examiné de nuevo el bosque, un poco más alterada. Cada vez, ese ruido, era mucho más perceptible y cercano. A ese chirrido se le sumaban unas pisadas en la nieve que me desconcertaban. Mis latidos se aceleraron, apresuré mis pasos de golpe hacia ninguna parte. Empecé a escuchar sus gruñidos y su respiración profunda. De pronto, un grito desgarrador hizo eco por todo el bosque. Ladeé mi cabeza por un momento, sin aflojar mi paso en ningún momento. Unos ojos brillantes entre las sombras me atravesaron como una flecha. Allí estaba, la criatura que atormentaba mis sueños. Mi grito de terror debió retumbar por todo el bosque, porque lo hice con todas mis fuerzas. Mucho más aterrador, mucho más grande, y algo más rellenito de lo que imaginaba. Quise pensar que era otra horrible pesadilla, pero no tuve suerte, porque era del todo real. Comenzó aquella persecución, y cada vez le tenía más cerca.
A lo lejos, visualicé el claro del bosque. Escuché, como en el sueño, cómo se chocaba con los arboles. Pude agradecer al fin que la luna dejara de brillar en esos instantes. Y también que fuese deforme, y se moviese con dificultad. Presté mucha atención al suelo. Porque no quería cometer el mismo error que se repetía en mis pesadillas. Salté justo en la parte dónde debía estar aquella raíz. Evité tropezar con ella. Esperé a la criatura en medio del claro del bosque. Quise tranquilizarme y armarme de valor para deshacerme de aquella bestia. Pero me quedé en blanco.

La criatura me alcanzó y se abalanzó sobre mí. Al haber cambiado el destino, ya no sabía que iba a ocurrir. Quizás lo debía haber seguido al pie de la letra. Me maldije, porque ahora tendría que improvisar, y no tenía más vidas que ésta. Activé un escudo de protección, que no le resultó difícil romper cuando su marca violeta se iluminó. Aquello me pilló de sorpresa. ¿Cómo era posible?


-¡Déjame!-Exclamé tratando de evitar que me hiriera. Forcejeé con él, pero estaba muy débil como para plantarle cara físicamente. Sus garras se clavaron en mi mano. Yo voceé del sufrimiento. Dolía mucho más de lo que mis pesadillas relataban con pelos y señales. Me era imposible aguantar, y al ver la sangre que iba derramando lentamente casi me desmayaba. Nuevamente, maldije que fuese Alice quien llevase la mochila. Si hubiese tenido un cuchillo a mano...
Tenía tan cerca al monstruo, que podía diferencias perfectamente como arrugaba sus fracciones para emitir gritos desagradables. Podía apreciar un leve color rojizo en sus ojos, sus dientes amarillentos, y su fétido aliento,…Me resultaron tan repugnantes, que traté de nuevo deshacerme de él. Pero fue en vano. Descubrió mi sangre y me lamió con frenesí. Pareció ser de su agrado. Comenzó entonces el proceso, para transformarme en una de su especie. Pero resultó que el sueño era mucho más llevadero que en la realidad. La criatura perdió mucho el control. Debió gustarle demasiado mi sangre, porque me lamió por todo el cuerpo, llenándome de babas. Recodé el repelús que me hacía la lengua de Mimí en mis  mejillas y la añoré. Le vi demasiado excitado y mucho más agresivo que en el sueño. Intentó desprenderme de mi ropa para poder disfrutar mejor de su banquete, o eso creía que quería, porque sus intenciones eran tan inciertas como confusas. Me hería, me saboreaba, frotaba su cabeza poco peluda con la mía… El Lakedo me aplastaba contra el suelo con su sorprendente peso, casi me dejaba sin respiración. De pronto, me armé de valor. Y utilicé mi uñas para apartarlo de mi, hundí mis dedos en las cuencas de sus ojos con todas mis fuerzas. Lo que me salpicó sangre de color púrpura y provocó que el animal se alterase de nuevo y con mayor fuerza. Aquella sensación me resultó extraña, jamás había herido a nada ni a nadie de aquella manera tan bruta y basta. Sin embargo, ante mi ataque improvisado, regeneró unos ojos nuevos. Me pareció verlo sonreír. Procedió a olerme y lamerme en mi vientre. No había visto nada más repugnante en mi vida. Lo hizo con paciencia, mostrando totalmente su lengua bípeda. Parecía que incluso lo hiciese con cariño. De pronto, tomó impulso y se dispuso a morder mi barriga con la boca bien abierta. 

Por fin, escuché el ave. Se aproximó como un rayo y se lanzó contra la bestia. Por fin, noté algo de espacio cuando la criatura retrocedió con torpeza.
Allí los vi a los dos. Forcejeando, aunque el ave, que resultó ser aquella lechuza que me salvaba el pescuezo en todas mis pesadillas, era mucho más hábil y astuto que la bestia. Ésta perdió sus otros dos ojos que había regenerado. Pero algo salió mal, el Lakedo le propinó un golpe que el ave no vio a tiempo para reaccionar. Fue golpeada y cayó al suelo en picado. Trató de incorporarse pero no lo logró. Cuando la bestia regeneró de nuevo otros dos ojos, y fue a rematar al ave, sentí un impulso de empatía.


“Pueden morir, por sobrecarga de magia puraMe repetí a sí misma.


Arranqué el collar que colgaba de mi cuello con ira y me lancé contra la bestia. Ésta se dio cuenta de que iba a atacarla y se lanzó contra mí en modo de defensa. Su marca violeta se iluminó. Ahí estaba. Emití un grito de guerra para atacar al Lakedo. Una vez estaba lo suficientemente cerca, hundí el cristal en aquella marca, y mi brazo con él.
El cristal de Karshia se iluminó, y la marca violeta también. Aquella bestia reprimió un grito de tortura.  Me propinó un golpe fuerte, que me obligó a caer al suelo, con el cristal en mis manos. Pero ya era tarde para el animal. Pronto, se vio obligado a retroceder, totalmente aturdido. Entre gritos de desesperación,  cayó rendido al suelo.
Al fin, lo había derrotado, y podía presumir que lo había hecho con mis propias manos. Respiré aceleradamente y me acerqué desde el suelo para comprobar que la bestia estaba muerta. No hizo falta, porque la sangre de aquel ser se había extendido por la nieve, tiñéndola totalmente de un tono violeta. 

Le lacé una mirada a la lechuza. Era mucho más blanca que en el sueño. Tenía unos ojos negros que me examinaron y me juzgaron con atención. Después de incorporarme, me acerqué a ella, parecía asustada y confusa.


-No temas, no voy a herirte, estás a salvo.


Me agaché y la abracé en mis brazos. Ésta, emitió un ruido de queja. Parecía que su ala estaba rota. Yo tampoco olvidé mi brazo, que pronto acabaría desangrada si no me curaba.


-Vamos a curarnos.-Le dije mientras recordaba en el sueño que era el ave quién me guiaba. Al no ser posible esta vez, me guié por mi instinto y los sueños que tan repetidas veces había tenido. Tras un rato de camino, llegamos al río. Con cuidado de no caer, dejé al ave en el suelo.
El agua de aquel río parecía de de cualquiera normal. Me pregunté si era aquella parte del río la que debía usar. De pronto la luna se dejó ver entre el ramaje de los árboles y el cristal reaccionó iluminándose más. Sin embargo al estar manchado de sangre de Lakedo, su brillo era violeta. El ave se asustó e intentó alzarse en el aire, por lo que volvió a emitir un sonido de queja. Ante la reacción del ave, hundí el cristal en el agua helada del río. Limpié la superficie del cristal, devolviéndole su brillo original. 

De pronto, el río también comenzó a desprender un brillo especial. Del río, se desprendían pequeñas gotitas que flotaban en el aire. La respiración del bosque se intensificó, y los que estaban más próximos al río, desprendieron ese color característico azulado del cristal. El ave me miró atónito, confuso, alterado.
Cogí un poco de agua con mis manos y la derramé sobre el ala que tenía mal. Ésta se iluminó y volvió a su estado original. Al comprender lo que acababa de hacer, hundí mi mano herida en el río. La mantuve un buen rato allí. La marca que el Lakedo tenía en su pecho se había marcado en mi muñeca, y se iluminó con fuerza. Aunque poco a poco fue menguando su intensidad. Dolía, pero logré que toda aquella sangre del Lakedo, despareciese. La marca ya no estaba, y las heridas sanaron. Cuando saqué la mano del caudal helado, la observé bien bajo la luz de la luna, que ahora era intensa.  No había ni rastro de aquella marca, lo cual me sorprendió. El cristal aún brillaba con más fuerza que antes. Recordé que había roto el nudo que utilizaba para colgármelo del cuello. Lo volví a hacer con paciencia. Al acabar lo colgué en mi cuello. El animal mostró interés por el fragmento, tal y como solía hacer Mimí. 


-Veo que te gusta, ¿eh amigo?...o amiga. ¿Qué eres?-Quise saber ofreciéndole la mano para que se subiese a ella. El ave entendió perfectamente mi movimiento.- ¿Cómo te llamas pequeñín?


Alzó las alas y emitió un sonido que retumbó por todo el bosque.


-Siento no entender tu idioma… ¿Puedo ponerte un mote?-Entonces el ave me miró y asintió con la cabeza con unos movimientos muy graciosos.-Veamos… ¿Plumitas?


Negó con la cabeza. 


-¿Blanquita?


Negó con la cabeza mucho más fuerte.


-De acuerdo… ¿Qué tal, Piquito de oro?-Esta vez, ladeo la cabeza.-Bueno, hasta que aprenda tu idioma de lechuza, tendremos que conformarnos con ese nombre. ¿Verdad, Piquito?


Asintió con la cabeza conforme. Aquel magnífico ejemplar de lechuza debía ser macho. Una vez leí que las lechuzas hembras eran más pequeñas. Aunque no sabía realmente, me conformé con pensar que era un macho. Era bastante mono, y me resultaron graciosas sus formas de actuar. Parecía entrenado, pero no tenía tiempo de llevarlo a su casa.


-¿Te has escapado? Creo que te estarán echando de menos. Ya puedes irte amiguito, estás curado-el ave negó con la cabeza. Se aproximó al hombro y entornó los ojos al friccionar su cabeza con la mía. Aquello me recordó tanto a lo que solía hacer Mimí…


-¿Quieres quedarte conmigo entonces?-Le pregunté esbozando una sonrisa ante el acontecimiento. Asintió con la cabeza con energía.- Vale piquito, pero yo me voy a Kormun, no sé si te gustará ir…Mi nombre es Alexandra.


-¿Qué haces hablando con una lechuza?-Quiso saber Alice, que estaba cruzada de brazos en el río.


-¡Anda! No te encontraba.-Le contesté.


-no me hace gracia, vamos a perdernos el lugar clave, cuando la luna está totalmente en el centro del cielo.-Piquito reaccionó echando a volar hacia abajo.


-¡Espera!-Lo llamé.


-¡No hay tiempo para…!


-¡Sígueme Alice, creo que nos está guiando!-Eché a correr detrás de la lechuza. Recordando que piquito se hundió en el lago desapareciendo cuando entró en contacto con el reflejo de la luna. 


-¡Pero!... ¡Espera Alex!-Dijo desde atrás Alice que parecía muy malhumorada.


Pronto mis dudas se confirmaron. Llegamos al lago, y allí el ave nos esperaba pacientes. La luna se reflejaba con total claridad sobre ese lago, que tenía las mismas características que el río, solo que mucho más potenciadas. Casi se podía escuchar una melodía, creada por la magia y armonía del bosque. Ante aquel preciso instante, el ave repitió lo que ya había visto en sueños. Alice se quedó sin habla.


-No…es…posible…


-¡Es un portal a Kormun!-Exclamé por ella entusiasmada. La miré y compartimos una sonrisa de emoción y alegría. Nos abrazamos en al agua. Nos cogimos de la mano y nadamos juntas hasta el centro del lago. Justo en el reflejo nos paramos. Nos miramos una vez más, llenas de inquietud. 


-¿Preparada?-Vaciló mirándome una vez más.


-Sin duda.-Contesté.


Sonreímos una vez más. Echamos un último vistazo al bosque, que en esta parte parecía rebosar de vida y esplendor hasta en la noche.


-¿Al frente Celeste?-Pregunté cogiendo fuertemente el cristal y visualizando el mapa en mi mente.


-Al frente Celeste.-Afirmó ella repitiendo mi gesto. 
 

Al fin, nos armamos de valor, y nos pusimos justo en el centro del lago, donde el reflejo de la luna era intenso. En aquel momento, el agua comenzó a iluminarse aún más. En un abrir y cerrar los ojos, mientras manteníamos la vista en la luna. Habíamos sido envueltas por una burbuja de agua. Ésta se elevó, hasta flotar en el aire. Cuando explotó, desparecimos de aquel bosque, de aquel planeta, para abrirnos paso en nuestra propia aventura. Una expedición inolvidable, que enmarcaría nuestras vidas, como la de nuestras generaciones futuras.
En Kormun, nos aguardaban cosas inimaginables. Al fin, habíamos cumplido nuestro sueño.  


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